La reacción de este mártir tras ser obligado a cavar su propia tumba durante la Guerra Civil
16 mártires tenían que ser beatificados en la Catedral de Granada el 23 de mayo pero la ceremonia se aplazó por el coronavirus
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Ramón Cervilla Luis es uno de los mártires que, el pasado 23 de mayo, tenía que ser beatificado en la Catedral de Granada. La ceremonia de beatificación de 16 mártires del siglo XX, que murieron perdonando a sus verdugos, se aplazó por el coronavirus hasta nuevo aviso. Precisamente, el lema de estas beatificaciones y de estas vidas entregadas por amor a Dios, por encima de su propia vida, perdonando era: “Tu Gracia vale más que la vida”.
Los próximos nuevos beatos granadinos eran sacerdotes en su mayoría, así como un seminarista y un laico, víctimas de la persecución religiosa en España en los años 1936-1939. Uno de estos mártires era justamente Ramón Cervilla Luis, que nació el 29 de marzo de 1865 en Almuñécar, Granada, y realizó sus estudios en el Seminario de San Cecilio, residiendo en el Colegio de San Fernando.
La vida de Ramón Cervilla
Ordenado sacerdote el 1 de marzo de 1890, fue coadjutor de Almuñécar, de Jete y Zujaira. Viajó a Argentina donde sirvió las parroquias de San Justo y Coronada en Santa Fe.
Cuando volvió a España, ya mayor, atendió a las Religiosas Mercedarias que trabajaban en un pequeño hospital en Almuñécar: gran madrugador, celebraba a horas tempranas cada día la santa misa en el convento, atendía espiritualmente a las religiosas y a los enfermos del hospital. Este servicio lo realizaba sin remuneración alguna. Peregrinó a Roma y a Lourdes, y construyó en casa con sus propias manos una pequeña gruta en honor de la Señora con esta inscripción tomada de un himno latino: “Protégeme tú del enemigo”. Varias veces fue sorprendido rezando el rosario en su dormitorio de rodillas y con los brazos en cruz.
Su traslado a prisión y su martirio
Ramón fue detenido en su casa y llevado a prisión junto con otras personas a las que durante el cautiverio alentaba, confortaba y atendía sacramentalmente. Todos sus compañeros fueron posteriormente liberados, menos el sacerdote Ramón al que, según sus perseguidores “había que dejarlo para carne de las fieras”.
El 17 de agosto fue trasladado en automóvil al cementerio de Salobreña donde fue maltratado e insultado, y obligado a que cavara su propia tumba. Fue allí humillado despojándolo de su ropa. Finalmente fue fusilado. Sus últimas palabras fueron: “Os perdono y pido a Dios y a vosotros que mi sangre sea la última que derraméis”. Tenía casi 72 años. Sus restos descansan hoy en el Valle de los Caídos.
El trabajo de la Santa Sede
El pasado 29 de noviembre la Santa Sede comunicó la promulgación del decreto que anunció esta próxima beatificación. La apertura del proceso diocesano para estudiar la causa de beatificación se abrió el 1 de julio de 1999 y concluyó en su fase diocesana el 28 de septiembre de ese año. Al ser reconocidos como mártires no han necesitado ningún milagro, sino el parecer favorable de los miembros de la Congregación para las Causas de los Santos.