Sor Israel: “Desde la clausura podemos viajar más que en avión”

Con 29 años, y más de 9 en el convento, hace su profesión solemne y explica que "el lenguaje más elocuente para los jóvenes de hoy es el testimonio de vida"

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Sara de la Torre

Publicado el - Actualizado

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"Todo un derroche de amor". Así explica sor Israel el paso solemne que ha dado este 19 de marzo en el monasterio de Santa Clara de Belorado. Un día especial, de la solemnidad de san José, que ha hecho que viva una Cuaresma atípica: “Para nosotras, Cuaresma es desierto. Pero este año, con la profesión solemne en mitad de este tiempo litúrgico lo hemos vivido de una forma diferente”.

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Habla en plural porque uno de los carismas de las as hermanas pobres de santa Clara es la fraternidad. Lo vienen “como una familia” y “desde el gozo absoluto por lo que siente cada una de nosotras”. Y es que después de casi una década en el monasterio, —antes los tiempos formativos eran más breves— Isabel Berta ahora es sor Israel María del Espíritu Santo.

“Las hermanas me dicen que qué paciencia he tenido, pero es que yo lo he vivido como una gracia. Lo he vivido como un deseo sostenido que se ha ido inflamando en el tiempo también. Por eso, a través de esta espera he podido contemplar las maravillas que el Señor ha ido haciendo en mi historia personal, dando gracias por haber perseverado en ese deseo.

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La ideología del instante se nos escapa entre los dedos

En un mundo en el que la paciencia no es su principal virtud y mucho menos entre la juventud, la hermana más joven del convento explica que también ha conocido la primacía de los Whatsapp y redes sociales “es la ideología del instante, y el tiempo se nos escapa entre los dedos y corremos el riesgo de no vivirlo y perderlo. Por eso, al contrario de lo que es efímero, debemos disponer nuestro corazón para saborear nuestras vivencias, posarlas en nuestro corazón, hacerlo eterno”.

Y así es como sor Israel vivió ese momento de su profesión solemne, con tanta intensidad, que la semana siguiente continúa “de resaca”: “Han sido tantas emociones, tanta belleza, tanto derroche de amor del Señor que nos sentimos un poco todas como sobrepasadas, sobrecogidas. Necesitamos volver poco a poco a los días normales, tranquilos y serenos para ir pensando en la contemplación y la oración”.

El amor radical

Precisamente, la oración es el eje de la vida contemplativa, de la clausura, algo que es difícil explicar a sus contemporáneos: “Es que la clausura solo se puede explicar desde el amor. Desde el amor radical”. Una forma de amar que “excluye espacios, excluye relaciones, “pero no desechándolos, sino asumiéndolos de una manera diferente. Estamos pendientes del mundo y lo tenemos muy presente. El Señor Jesús cuando se encarnó lo hizo en un lugar muy concreto, sus ojos solo vieron algunos rostros, pero sin embargo él se entregó por todos. La paradoja de la clausura es similar: nuestra dimensión excede a nosotras mismas y llegamos más lejos de lo que podemos viajar en avión”.

Una respuesta para los jóvenes "que buscan"

Sor Israel asegura que sus contemporáneos “buscan”. Y es que tiene la teoría “de siempre estamos en búsqueda, porque mientras vivimos, buscamos. Y la respuesta es Jesucristo. Hay muchas realidades de la Iglesia que ofrecen y transmiten acompañamiento en este proceso”. Por eso lo tiene claro: “En mi opinión el lenguaje más elocuente para los jóvenes de hoy es el testimonio de vida. Al joven no le valen teorías, conceptos, ideas, o lejanos ideales… sino experiencias reales, vivencias concretas que estén a la altura de sus anhelos más profundos. El contacto con una vida plena, dichosa, entregada a Dios, contagia, interpela, y nunca deja indiferente”. Por lo tanto, dice, “se trata de «vivir con», abrazar y acompañar, más que predicar. Esa es al menos mi experiencia y también mi misión. San Francisco nos dijo: «predicad siempre», y cuando sea necesario usad también las palabras”.

De hecho, a través de Instagram y durante la pandemia, retransmitieron las misas a las que se unieron hasta las propias hermanas mayores que durante los meses más duras de la pandemia estuvieron “confinadas dentro del propio confinamiento”, pero abreindo una ventana al mundo a través de la cual llegar a muchos corazones.

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Como en cualquier familia

Las hermanas pobres de santa Clara viven en Belorado, localidad castellana de más de 2000 habitantes, situada en el límite entre tierras burgalesas y riojanas, en el monasterio dedicado a Nuestra Señora de Bretonera, donde tienen un obrador de chocolate. Allí se dedican a la repostería y logran vivir autofinanciándose gracias a la elaboración de riquísimas trufas y otros chocolates. Estas clarisas son parte de la misma comunidad de Orduña (Bilbao) donde años después han regresado las contemplativas.

Ese será el destino de sor Israel para continuar la misión que se le ha encomendado, junto con las cuatro hermanas que están allí, "una muy enferma desde hace años y a la que hay que atender”. El resto del tiempo se dividen para las tareas de cocina, sacristía, lavandería, atención al teléfono o en la tienda que tienen. "Todas las pequeñas cosas que se realizan en una casa, y de las que se encarga un padre o madre de familia. Cada una tiene sus oficios y responsabilidades para que todo funcione, como en cualquier familia”. También allí se dedicará a la repostería, “sustento de la comunidad” y que también ha cruzado las paredes del convento. De hecho, sor Israel llevó al “Obrador del Convento” al “Madrid International Pastry” donde recibieron el reconocimiento de los mayores expertos de la repostería.

Toda ayuda es bien recibida

Precisamente allí vivieron una experiencia más de 300 jóvenes el el verano de 2021, cuando colaboraron en la rehabilitación del monasterio Santa Clara de Orduña, donde conocieron de primera mano las inquietudes de los más jóvenes y su manera de experimentar la fe en Cristo: “Lo que más les inquieta son las preguntas que se hacen de cómo ver a Dios en la cosas de cada día, cómo llevar la experiencia de Dios a las relaciones con los compañeros, en la búsqueda de trabajo o lo que te pida Dios como matrimonio o vocación”.

Este trabajo de rehabilitación continúa y las religiosas están "reparando la Casa del Señor" material y espiritualmente. Desde allí, animan a “participar” con esa misión y aseguran que “toda ayuda será muy bien recibida”.