El cardenal Péter Erdö recibe por segunda vez al Papa en Hungría: "Es una muestra de cariño y atención"

El purpurado asegura a ECCLESIA que esta nueva visita del Papa "supone una señal de cercanía y también de su preocupación por nuestros problemas"

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Ángeles Conde

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El cardnal Péter Erdö, arzobispo de Esztergom-Budapest, recibe por segunda vez al Papa en Hungría. El país europeo se convierte así en la primera y única nación, hasta ahora, que Francisco visita por segunda vez, tal y como prometió que haría después de su breve paso por el país en septiembre de 2021. Hungría ha recibido a decenas de miles de refugiados ucranianos y su Iglesia se afana por ayudar a sus vecinos, mientras lidia con sus propios desafíos. El purpurado asegura a ECCLESIA que esta nueva visita del Papa «supone una señal de cercanía y también de su preocupación por nuestros problemas y el esfuerzo de los católicos por vivir el ideal cristiano en estas tierras en nuestra época histórica».

—¿Cómo acogieron el anuncio de esta visita?

—La noticia de la visita del Papa Francisco nos ha traído una gran alegría a todos en Hungría. Todavía en el recuerdo colectivo tenemos su breve, pero intensa visita con motivo de la misa de clausura del Congreso Eucarístico Internacional en septiembre de 2021. Hungría se convierte así en el único país que Francisco visita por segunda vez. Es una importante señal de cariño y atención de parte del Santo Padre por su país. La última visita del Santo Padre fue con motivo de un evento internacional en el que participaron obispos, sacerdotes y fieles y peregrinos de hasta 83 países. La Statio Orbis fue un momento inolvidable cuando Cristo en la Eucaristía estuvo en el centro y lo celebramos junto al sucesor de Pedro. Ahora el motivo de la visita es encuentro pastoral con los fieles de Hungría. Creo que el Papa en aquellas pocas horas pudo notar el gran afecto de muchos fieles hacia su persona y, en él, hacia el mismo Cristo.

—¿Qué significa esta segunda visita para los católicos húngaros?

—Sin duda, supone una señal de cercanía y también de preocupación por nuestros problemas y el esfuerzo de los católicos por vivir el ideal cristiano en estas tierras en nuestra época histórica.

—¿Cuáles son esos asuntos que preocupan más a la Iglesia en Hungría?

Entre nuestras preocupaciones está la guerra la guerra en nuestro país vecino. Un desafío especial es la educación de la juventud que intentamos dar también a través de las muchas escuelas católicas apoyadas financieramente por el Estado, pero que requieren de docentes católicos convencidos. En ciertas zonas del país también hay pobreza y no solo como un fenómeno individual. La integración de la población gitana es otro de los grandes desafíos. Por ello, la Iglesia húngara ha realizado importantes esfuerzos, tanto a nivel cultural, como por ejemplo la traducción de toda la Biblia al idioma romaní, como a nivel educativo y social, como escuelas de día, talleres y hogares que ayudan a los jóvenes a prepararse para acceder a la educación superior. Otro desafío es el demográfico. La población está disminuyendo porque la edad media es bastante alta y muchos jóvenes se van al extranjero para trabajar. A este respecto, tanto la Iglesia como el Estado ayudan económicamente a las familias, además de con distintos programas de apoyo específico para las principales dificultades que afronta la vida familiar. También, y a partir de las recomendaciones e indicaciones del Papa Francisco, contamos con un servicio disponible en Internet para las parejas o familias que viven una crisis. Contamos con médicos, psicólogos, teólogos, trabajadores sociales y otros especialistas.

—¿Cómo es la relación de la Iglesia católica con otras iglesias cristianas y confesiones no cristianas?

—Nuestras relaciones ecuménicas son buenas y cordiales con las iglesias y comunidades eclesiales cristianas, entre las cuales las más numerosas son las calvinistas, en la Iglesia reformada, pero también las hay luteranas y otras protestantes. Los ortodoxos pertenecen a cinco patriarcados diferentes. Y también viven en Hungría cristianos pertenecientes a las iglesias precalcedonias (como coptos, armenios), con quienes mantenemos asimismo relaciones cordiales.

—En este momento, la situación en Europa del Este y en todo el continente está marcada por la guerra en Ucrania. ¿Cómo se ha vivido y se vive esta situación en Hungría, país vecino?

—La guerra lleva ya más de un año y, durante este período, han llegado hasta nuestro país alrededor de un millón y medio de refugiados. Teniendo en cuenta que Hungría tiene una población de menos de diez millones de habitantes, se ha hecho sentir el peso de este desafío humanitario. Es cierto que la mayoría de los refugiados simplemente pasan y continúan su viaje hacia los países occidentales, pero más del 10% de los que han llegado se han quedado en el país. Aquí han encontrado y encuentran ayuda humanitaria, un hogar y un trabajo y, si es necesario, también los niños pueden ser escolarizados. En una de nuestras iglesias católicas en Budapest, la liturgia bizantina se celebra regularmente en idioma ucraniano. Algunos sacerdotes ucranianos también ofrecen ayuda pastoral a los necesitados. También muchos refugiados provienen de la zona fronteriza con Hungría y conocen el idioma húngaro. Hemos organizado la ayuda humanitaria a través de Cáritas o de los Caballeros de Malta. La ayuda de las parroquias de las diócesis no se ha quedado en la frontera, ya que se ha llevado material como generadores o medicamentos, además de alimentos y otros suministros, incluso dentro de Ucrania.

—¿Qué cree que quedará en el corazón del Papa tras su visita a Hungría?

—No puedo aventurarme a decirlo antes de que el Santo Padre venga. Sin embargo, sé con certeza que después de aquella breve visita prometió regresar a Hungría. Entonces tuve la oportunidad de dirigirme a él y le dije con estas palabras: «Santo Padre, nosotros en Hungría, le queremos». En esa primera visita fui testigo del entusiasmo en los rostros de la gente. Incluso hubo húngaros que vivían en Buenos Aires que viajaron hasta Budapest para encontrarse con el Papa aquí con nosotros.