¿Cuál es el punto central de la reforma de la Curia Romana?
La reorganización estructural busca servir mejor al Papa y a los Obispos
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El Papa ha promulgado ya la muy esperada Constitución Apostólica Predicate Evangelium, y lo ha hecho en el día en que la Iglesia celebra la Solemnidad de San José. El lunes 21 de marzo, a las 11.30 horas, se presentará en rueda de prensa un texto que entrará en vigor el 5 de junio, Solemnidad de Pentecostés.
Esta reforma se inició el 13 de abril de 2013, exactamente un mes después de la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio como Sucesor de Pedro. Aquel día, un comunicado de la Secretaría de Estado anunciaba la creación de un Consejo de Cardenales para asesorar al Papa en el gobierno de la Iglesia universal y proponer la revisión de la Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia Romana, publicada en 1988. Cinco años después, en el 2018, El Consejo de Cardenales entregaba al Papa un borrador de la Constitución para su revisión
Pero ¿cuál es el punto central de esta reforma que hoy se ha hecho pública? Desde el comienzo, este trabajo ha estado guiado por el principio inspirador indicado en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: apostar por una "opción misionera de la Iglesia capaz de transformar todo". Se partía de tres criterios fundamentales: el de la Tradición, es decir, la fidelidad a la historia y la continuidad con el pasado; la actualización, inspirada por la entonces Secretaría para la Comunicación y el consejo de la Secretaría para la Economía, así como la coordinación dirigida a la unificación de algunos Dicasterios.
"Predicar el Evangelio"
Por eso, porque el punto central es la evangelización, el nombre de la Constitución es “Predicar el Evangelio” (Predicate Evangelium). El preámbulo ofrece la clave de lectura de toda la reforma estructural: La evangelización es “la tarea que el Señor Jesús encomendó a sus discípulos” y este mandato es el primer servicio que la Iglesia puede prestar hoy a toda la Humanidad. Palabra y obras son necesarias en el testimonio de cada cristiano, siguiendo el ejemplo de Jesucristo que “lavó los pies a sus discípulos y dijo que seremos bienaventurados si también nosotros hacemos esto”.
La reforma ya se viene realizando desde 2013 y es un medio para que la evangelización de la Iglesia sea más eficaz, para que se fomente con esperanza un diálogo más constructivo, para ofrecer un testimonio cristiano, en tiempos de guerra, para promover un espíritu ecuménico más fecundo…
Una nueva organización
Esta nueva Constitución confirma el camino de reforma emprendido y aplicado ya, casi en su totalidad, en los últimos nueve años. En este tiempo hemos podido ver cómo el Papa daba sentido a la actividad, desde el eje central del Evangelio que es Jesús y la evangelización. Y esto concretado en una organización que ha dado lugar a fusiones y ajustes, nuevos Dicasterios, diferentes nombramientos… Se trata de que la estructura esté verdaderamente al servicio del Papa y de los Obispos.
El texto subraya que "la Curia Romana está compuesta por la Secretaría de Estado, los Dicasterios y los Órganos, todos ellos jurídicamente iguales". Entre las novedades más significativas está la unificación del Dicasterio para la Evangelización de la antigua Congregación para la Evangelización de los Pueblos y el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización: los dos responsables de los dicasterios se convierten en pro-prefectos, ya que la prefectura de este nuevo Dicasterio está reservada al Papa. De hecho, la Constitución dice: "El Dicasterio para la Evangelización está presidido directamente por el Romano Pontífice".
¿Cuántas reformas de la Curia se han realizado?
El Papa Sixto V, con la Constitución Apostólica Immensa aeterni Dei (1588) dio a la Curia Romana su configuración formal. En aquel momento creó 15 dicasterios para “sustituir el Colegio Cardenalicio con varios Colegios compuestos por algunos cardenales, cuya autoridad estaba limitada a un determinado campo y a un tema preciso”, como explica la introducción de Pastor Bonus.
En el siglo XX, con la Constitución Apostólica Sapienti Consilio del Papa Pío X (1908), se buscaba unificar las leyes eclesiásticas en el Código de Derecho Canónico. Tras celebrarse el Concilio Vaticano II, Pablo VI, refiriéndose explícitamente a los deseos expresados por los Padres Conciliares, con la Constitución Apostólica Regimini Ecclesiae universae (1967), dispuso e implementó una reforma de la Curia. Así, fue como se determinó con más precisión “la estructura, la competencia y la forma de proceder de los Dicasterios, incluyendo algunos nuevos”. Esta reforma ayudó a reflejar “más claramente la multiforme imagen de la iglesia universal”.
La última reforma la promovió Juan Pablo II con la Constitución Apostólica Bono Pastor (1988), buscando la comunión en todo el organismo de la Iglesia.