Fernando Vérgez, creado cardenal: "Pido a mis amigos que me apoyen con la oración, porque lo necesito"

El español, que ha sido creado cardenal este sábado, fue secretario del cardenal Pironio: "Siempre sentí que tenía el privilegio de servir a un hombre de Dios"

Fernando Vérgez

Ángeles Conde

Publicado el - Actualizado

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Monseñor Fernando Vérgez Alzaga, presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, ha sido cardenal por Francisco este sábado. El arzobispo salmantino tiene 77 años, de los cuales ha pasado 50 en Roma sirviendo en la Curia Vaticana. Dice que a veces echa de menos su tierra natal y «el calor de sus gentes». Recibe la púrpura con «gran sentido de la responsabilidad» desde un lugar, el Vaticano, que le ha permitido y le permite «estar abierto a la Iglesia universal». Con él, la Iglesia española suma 12 cardenales.

—¿Cómo supo de la noticia de su nombramiento?

—Me enteré de la noticia por la televisión mientras veía el Regina Caeli del Papa. No me lo esperaba en absoluto. Lo acepté como un regalo y una gracia de Dios y con extrema gratitud al Papa Francisco por la confianza que depositó en mí. Ahora es el momento de corresponder con mi testimonio a este don y hacerlo fructificar en mi vida cotidiana.

—¿Qué siente al haber recibido este reconocimiento?

—Tengo un gran sentido de la responsabilidad. Incluso mayor que la que tenía hasta entonces. Estoy llamado a colaborar cada vez más estrechamente con el Sucesor de Pedro, así que esto me honra, pero también me asusta. Creo que la creación de un cardenal es una llamada especial a permanecer aún más unidos a Cristo, a su Iglesia, a su Pastor. Pido a mis amigos que me apoyen con la oración porque lo necesito.

—¿Cómo afronta su cardenalato, tiene algún «programa»?

—Seguiré prestando el mismo servicio y con el mismo compromiso que he venido desempeñando como hasta ahora. Evidentemente, la creación como cardenal es algo que requiere una cooperación más estrecha con el Papa para ponerse totalmente al servicio de su ministerio. El programa del cardenalato es sentirse aún más vinculado al Sucesor de Pedro en el cumplimiento de su misión en la Iglesia. Esto también conlleva una responsabilidad que no siempre es fácil de tratar.

—¿Cómo ha sido haber estado al servicio de, si no me equivoco, cinco Pontífices?

—Para mí, el Sucesor de Pedro es el punto de referencia, no solo para mi servicio en la Curia Romana, sino también espiritualmente. El haber pasado por mis diversos destinos a lo largo de la sucesión de cinco Pontífices ha sido un motivo fundamental de maduración humana y sacerdotal. La cercanía con el Papa y sus colaboradores ha sido una oportunidad para crecer en la fe. Es también un motivo de gratitud, porque he tenido la gracia de vivir en un período fecundo de la historia de la Iglesia y de conocer a algunos Pontífices que la Iglesia ha canonizado.

—Lleva 50 años al servicio de la Iglesia en la Curia Romana. Podríamos decir que usted responde a la figura evangélica del «siervo bueno y fiel». ¿Qué balance hace de todo este tiempo?

—Es ciertamente un balance de gracia, porque más allá de las dificultades, de los problemas, de las incertidumbres, servir en la Curia Romana ofrece la posibilidad de estar abierto a la Iglesia universal. En Roma se encuentra el corazón de la Iglesia, la tumba de Pedro y la sede de su sucesor. Todo está en función del servicio a las comunidades eclesiales de todo el mundo. Esto es lo que aporta un enriquecimiento y un mayor conocimiento de los problemas, tensiones y particularidades de cada región del mundo. Estar al servicio de los distintos prefectos y jefes de dicasterios, de los que se aprende sobre el carácter de la Iglesia de origen, solo puede formar a uno más que decenas de cursos.

—¿Cuál es la principal dificultad o desafío que ha afrontado en estos años y cuál ha sido su mayor satisfacción?

—La mayor satisfacción ha sido la oportunidad de haber trabajado estrechamente con el venerable cardenal Eduardo Francisco Pironio. No hay duda de que esto fue una bendición para mí. Siempre ha habido retos, según los tiempos y la evolución de la sociedad. Pienso en la creciente secularización, en la renovación conciliar, en la escasez de vocaciones, en las diversas reformas de la Curia Romana, pero también en los empujes y derivas de la moral, como el aborto y la eutanasia. Lo que ocurría en las distintas comunidades eclesiales del mundo se reflejaba también en las oficinas de nuestros dicasterios. Sin embargo, por encima de todo están nuestras oraciones.

—Desde Roma, ¿qué futuro ve a la Iglesia?

—El futuro que Dios le tiene reservado. Sabemos que la Iglesia está en sus manos y solo nos corresponde a nosotros trabajar en su viña como simples obreros, sabiendo que Él es el tronco sobre el que se apoyan los sarmientos de la vid. Es importante ser siempre plenamente conscientes de nuestro lugar en la Iglesia, que es ser instrumentos en manos de Cristo para dispensar su misericordia. La Iglesia camina en un momento especial de la historia de la humanidad, como ha habido tantos otros a lo largo de sus más de 2.000 años de existencia. Logrará como siempre encontrar su camino, porque Cristo es el Pastor que la guiará en los pastos que Él desea, y a nosotros nos corresponde obedecer su voz y seguirlo en su voluntad sin resistencia.

—¿Qué cree que aportará la Praedicate Evangelium a la organización de la Curia?

—Seguramente, llevará a término esa reforma deseada por el Papa Francisco desde el inicio de su pontificado. Se trata de una constitución apostólica que subraya que la Curia Romana es un instrumento al servicio del Obispo de Roma, también en beneficio de la Iglesia universal y, en consecuencia, de los episcopados e Iglesias locales. El texto pretende dejar claro que la Iglesia debe ser extrovertida, es decir, misionera, evangelizadora, por lo que la Curia Romana también debe reflejar esta naturaleza. También quiero señalar que la constitución apostólica destaca la prioridad de la evangelización y el papel de los laicos. Estos dos elementos vinculan indudablemente el texto al Concilio Vaticano II.

—Hablando de décadas en Italia al servicio de la Iglesia, ¿qué echa más de menos de España?

—Aparte de un poco de nostalgia por mi tierra natal con todas sus riquezas naturales, artísticas y sociales, tal vez eche de menos los lugares de mi infancia, de mi juventud cuando ingresé en los Legionarios. Con los recuerdos donde descubrí la vocación a la vida religiosa. El sonido de nuestras ciudades, el calor de la gente.

—¿Cómo es una jornada propia de trabajo? ¿Qué es lo más complicado de gestionar en el Estado-Ciudad del Vaticano?

—Mi día comienza con la oración y termina con la oración. Nunca olvido que soy un hombre consagrado y, por tanto, la unión con el Señor es esencial. Como sacerdote y como obispo, tengo una responsabilidad con mis colaboradores, por lo que valoro la formación y la atención pastoral. Cuando se habla de la gestión de ciertos órganos del Vaticano, hay que tener en cuenta que no se trata solo de estructuras, sino de las personas que trabajan en ellas. Por lo tanto, creo que es esencial cuidarlos también durante las tareas diarias que tengo que realizar. Por supuesto, hay momentos en los que las decisiones que hay que tomar no son fáciles, especialmente, en estos tiempos de pandemia, recesión económica y con una guerra en Europa.

—¿Cómo se conjuga el ser «pastor» y a la vez «jefe» de los trabajadores del Vaticano?

—El que dirige una comunidad tiene la responsabilidad del rebaño que se le ha confiado. Cuando este rebaño también forma parte de la comunidad de trabajo, el cuidado que hay que dedicarle es doble. No siempre es fácil para los empleados distinguir lo que se hace por obligación profesional del acompañamiento humano y espiritual. Sin embargo, cuando actúo como jefe, lo hago con el pensamiento puesto en el Buen Pastor, e incluso cuando tengo que intervenir en algunos aspectos, el enfoque es siempre de justicia y de respeto a la dignidad de la persona.

—Durante muchos años fue secretario del cardenal Pironio, declarado venerable a principios de año. ¿Hasta qué punto ha marcado su trayectoria el purpurado argentino admirado también por el Papa Francisco?

—Haber vivido en contacto durante muchos años con el cardenal Pironio fue una gracia que el Señor me concedió. Siempre sentí que tenía el privilegio de servir a un hombre de Dios. No cabe duda de que la fama de santidad de la que gozaba el cardenal estuvo presente durante su vida y no solo después de su muerte. Lo que más me interesa destacar es que estando cerca de él se recibía mucho más de lo que se podía dar. La huella que dejó en mi existencia es incalculable. Cambió mi visión del mundo y de la Iglesia en muchos aspectos. Siempre me impresionó su humildad, su confianza en Dios, su capacidad de servir a la Iglesia y al sucesor de Pedro con entusiasmo y plena disponibilidad. Para él, servir era un honor y no un compromiso oneroso.

—Por último, ¿cómo es trabajar con el Papa Francisco? ¿Qué destacaría de su visión?

—El Papa Francisco, el 1 de mayo de 2022, en la solemnidad de san José, al final de la oración del Regina Caeli, recordó los desafíos relacionados con el mundo del trabajo. En resumen, destacó algunos aspectos típicos de su Magisterio, como la petición de que se conceda a todos un empleo digno y que del mundo del trabajo surja la voluntad de hacer crecer una economía de paz. Sin olvidar a los trabajadores que murieron en el transcurso de su servicio. También en la semana de catequesis dedicada a san José, en la audiencia general del miércoles 12 de enero, el Papa Francisco invitó a la Iglesia a preguntarse cómo redimir el trabajo «de la lógica del mero beneficio», para que «pueda ser vivido como un derecho y un deber fundamental de la persona». Pidió no caer en la trampa de ser «rehén de la injusticia social», pues de lo contrario se convierte en «una periferia existencial», como el trabajo usurero, el trabajo no declarado o «terrible» de los niños, o incluso de los desempleados. Estos son los puntos del Magisterio que deben tener en cuenta los que desempeñan funciones de liderazgo.

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