La Iglesia avanza en el camino sinodal para afrontar en "comunión" los retos de la sociedad actual

El Vaticano ha publicado el documento de trabajo para los participantes en la primera sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo que se celebrará del 4 al 29 de octubre

La Iglesia avanza en el camino sinodal para afrontar en "comunión" los retos de la sociedad actual

Santiago Tedeschi Prades

Publicado el - Actualizado

9 min lectura

Este martes, 20 de junio, se ha presentado en el Vaticano el 'Instrumentum Laboris' (IL), el documento de trabajo para los participantes en la primera sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos que se celebrará del 4 al 29 de octubre de 2023. En el prólogo del documento se recuerda en primer lugar el viaje hasta ahora recorrido desde el 10 de octubre de 2021 cuando las Iglesias locales de todo el mundo pusieron en marcha la consulta al Pueblo de Dios a partir de la pregunta: “¿Cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal), ese 'caminar juntos' que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo con la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?”.

Los frutos de esta consulta se recogieron a nivel diocesano y después se resumieron y enviaron a los Sínodos de las Iglesias Orientales Católicas y a las Conferencias Episcopales. Estas, a su vez, redactaron una síntesis que se remitió a la Secretaría General del Sínodo. A continuación se reunieron las Asambleas continentales con el objetivo de centrarse en las intuiciones y tensiones que resonaban con más fuerza en la experiencia de la Iglesia en cada continente, e identificar las prioridades que deben abordarse el próximo mes de octubre.

Sobre la base de todo el material recogido durante esta fase de escucha se ha redactado el documento que se ha presentado este martes, el 'Instrumentum Laboris'. Su publicación cierra la primera fase del Sínodo y abre la segunda, articulada en las dos sesiones en las que tendrá lugar la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (octubre de 2023 y 2024).

¿Su objetivo? Impulsar este proceso y planificarlo en el día a día de las Iglesias, “identificando las líneas sobre las que el Espíritu nos invita a caminar con mayor decisión como Pueblo de Dios”: “Caminar juntos como Pueblo de Dios, en fidelidad a la misión que el Señor ha confiado a la Iglesia, es el don y el fruto que pedimos para la próxima Asamblea”. El viaje hecho hasta ahora “ha permitido identificar y compartir las peculiaridades de las situaciones que vive la Iglesia en las diferentes regiones del mundo”.

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En particular, en el documento se subrayan “las excesivas guerras que tiñen de sangre nuestro planeta y exigen un renovado compromiso para la construcción de una paz justa, a la amenaza que representa el cambio climático con la consiguiente prioridad del cuidado de la casa común; de un sistema económico que produce explotación, desigualdad y “descarte”, a la presión uniformadora del colonialismo cultural que aplasta a las minorías; de la experiencia de sufrir persecución hasta el martirio, a una emigración que vacía progresivamente las comunidades, amenazando su propia supervivencia; del creciente pluralismo cultural que marca hoy todo el planeta, a la experiencia de comunidades cristianas que representan minorías dispersas dentro del país en el que viven, hasta la experiencia de enfrentarse a una secularización cada vez más intensa, y a veces agresiva, que parece considerar irrelevante la experiencia religiosa, pero que no deja de tener sed de la Buena Nueva del Evangelio.”

“En muchas regiones, las Iglesias están profundamente afectadas por la crisis de los abusos sexuales, de poder y de conciencia, económicos e institucionales. Se trata de heridas abiertas, cuyas consecuencias aún no se han abordado plenamente. Además de pedir perdón a las víctimas del sufrimiento causado, la Iglesia debe unirse al creciente compromiso de conversión y reforma para evitar que situaciones similares se repitan en el futuro”, se subraya en el 'Instrumentum Laboris'.

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En este contexto se ha desarrollado todo el proceso sinodal y también a la Asamblea que se reunirá en octubre “se le pedirá una escucha profunda de las situaciones en las que la Iglesia vive y realiza su misión: sólo cuando resuena en un contexto específico se concreta la cuestión de fondo antes recordada y se hace evidente la urgencia misionera. Lo que está en juego es la capacidad de anunciar el Evangelio caminando junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, allí donde se encuentren, y la práctica de la catolicidad vivida caminando junto a las Iglesias que viven en condiciones de particular sufrimiento”.

Durante esta primera fase de escucha, la Secretaría General del Sínodo ha podido tocar con sus propias manos “la catolicidad de la Iglesia, que, en las diferencias de edad, sexo y condición social, manifiesta una extraordinaria riqueza de carismas y vocaciones eclesiales, y guarda un tesoro de diversidad de lenguas, culturas, expresiones litúrgicas y tradiciones teológicas. Representan el don que cada Iglesia local ofrece a todas las demás y el dinamismo sinodal es un modo de relacionarlas y potenciarlas sin anularlas en la uniformidad”.

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Asimismo, en el prólogo de este nuevo texto del Sínodo se remarca que “no es un documento del Magisterio de la Iglesia, ni el informe de una encuesta sociológica; no ofrece la formulación de indicaciones operativas, de metas y objetivos, ni la elaboración completa de una visión teológica” y se recuerda además que el 'Instrumentum Laboris' “forma parte de un proceso que aún no ha terminado”.

La principal novedad de este nuevo texto es que, partiendo de las prioridades surgidas de la escucha al Pueblo de Dios, las expresa como preguntas dirigidas a la Asamblea sinodal, “que tendrá la tarea de discernir e identificar algunos pasos concretos para seguir creciendo como Iglesia sinodal, pasos que luego someterá al Santo Padre. Sólo entonces se completará esa particular dinámica de escucha en la que “cada uno tiene algo que aprender. Pueblo Fiel, Colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo”.

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“De la primera fase surge la conciencia de la necesidad de tomar la Iglesia local como punto de referencia privilegiado, como lugar teológico donde los bautizados experimentan concretamente el caminar juntos. Esto, sin embargo, no conduce a un repliegue: ninguna Iglesia local, en efecto, puede vivir al margen de las relaciones que la unen a todas las demás, incluidas aquellas, muy especiales, con la Iglesia de Roma, a la que se confía el servicio de la unidad a través del ministerio de su Pastor, que ha convocado a toda la Iglesia en Sínodo”, se expresa en el texto.

Como Iglesia de la escucha, una Iglesia sinodal desea ser humilde, “sabe que debe pedir perdón y que tiene mucho que aprender”. Algunos de los documentos recogidos durante la primera fase señalaban que el camino sinodal es necesariamente penitencial, reconociendo que no siempre hemos vivido la dimensión sinodal constitutiva de la comunidad eclesial: “El rostro de la Iglesia muestra hoy los signos de graves crisis de confianza y credibilidad".

St Peters Basilica, The Vatican, Rome, Italy

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Una Iglesia sinodal además, “está llamada a practicar la cultura del encuentro y el diálogo con los creyentes de otras religiones y con las culturas y sociedades en las cuales se inserta, pero sobre todo entre las múltiples diferencias que atraviesan a la Iglesia misma. Esta Iglesia no teme la variedad de la que es portadora, sino que la valora sin forzarla a la uniformidad. El proceso sinodal ha sido una oportunidad para empezar a aprender lo que significa vivir la unidad en la diversidad, una realidad que hay que seguir explorando, en la confianza de que el camino se irá aclarando a medida que avancemos. Por lo tanto, una Iglesia sinodal promueve el paso del «yo» al «nosotros», porque constituye un espacio en el que resuena la llamada a ser miembros de un cuerpo que valora la diversidad, pero que es hecho uno por el único Espíritu”.

Otra característica de una Iglesia sinodal “es la capacidad de gestionar las tensiones sin dejarse destruir por ellas, viviéndolas como impulso para profundizar en el modo de entender y vivir la comunión, la misión y la participación. La sinodalidad es un camino privilegiado de conversión, porque reconstituye a la Iglesia en la unidad: cura sus heridas y reconcilia su memoria, acoge las diferencias de las que es portadora y la redime de divisiones infecundas”.

Asimismo, en el 'Instrumentum Laboris' se identifican tres prioridades que ahora se proponen al discernimiento de la Asamblea sinodal de octubre de 2023, tres desafíos “con los que toda la Iglesia debe medirse para dar un paso adelante y crecer en su ser sinodal a todos los niveles y desde una pluralidad de perspectivas: piden ser abordados desde el punto de vista de la Teología y del Derecho canónico, así como desde el de la pastoral y la espiritualidad”.

Las tres prioridades se ilustran así en relación con las tres palabras clave del Sínodo: comunión, misión, participación. Además, el 'Instrumentum Laboris' recuerda que es en la liturgia que la Iglesia “experimenta la comunión, la alimenta y la construye […] es precisamente a ella a la que debemos mirar para comprender qué es la vida sinodal de la Iglesia. En primer lugar, es en la acción litúrgica, y en particular en la celebración de la Eucaristía, donde la Iglesia experimenta cada día la unidad radical en la misma oración, pero en la diversidad de lenguas y ritos, un elemento fundamental en clave sinodal”.

En esta perspectiva, “la vida sinodal no es una estrategia para organizar la Iglesia, sino la experiencia de poder encontrar una unidad que abraza la diversidad sin cancelarla, porque esta fundamentada en la unión con Dios en la confesión de una misma fe. Este dinamismo posee una fuerza propulsora que empuja a ampliar continuamente el ámbito de la comunión, pero que debe asumir las contradicciones, los límites y las heridas de la historia”.

Por último, al final del prólogo y antes de las cinco fichas de trabajo para la Asamblea Sinodal, se subraya que “numerosas aportaciones” han puesto de relieve la necesidad de un esfuerzo “para renovar el lenguaje utilizado por la Iglesia: en la liturgia, en la predicación, en la catequesis, en el arte sacro, así como en todas las formas de comunicación dirigidas tanto a los fieles como al público en general, también a través de los medios de comunicación nuevos y antiguos. Sin mortificar ni degradar la profundidad del misterio que la Iglesia anuncia ni la riqueza de su tradición, la renovación del lenguaje debe orientarse a hacerlos accesibles y atractivos a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sin representar un obstáculo que mantenga alejados. La inspiración de la frescura del lenguaje evangélico, la capacidad de inculturación que exhibe la historia de la Iglesia y las prometedoras experiencias ya en marcha, también en el entorno digital, nos invitan a proceder con confianza y decisión en una tarea de crucial importancia para la eficacia del anuncio del Evangelio, que es la meta a la que aspira una Iglesia sinodal misionera”.