San Pío X: el Papa de la Eucaristía, del Catecismo y de los pobres
Su pontificado duró once años y dedicó gran parte de su tiempo a una mayor atención a los más vulnerables y excluidos
Publicado el - Actualizado
4 min lectura
Cada 21 de agosto la Iglesia mira al gran Papa San Pío X: Giuseppe Melchiorre Sarto era italiano y nació en Riese el 2 de junio 1835. Sin embargo, sus padres, Giovanni Battista Sarto y Margarita Sanson tenían orígenes polacos.
Era el segundo hijo de una familia campesina sencilla y pudo estudiar gracias a una ayuda impulsada por el párroco de su localidad. Fue un hombre muy sencillo, renunció a los lujos eclesiásticos y solo quiso ser servido por dos de sus hermanas. Llegó a ser Obispo de Roma el 3 de agosto de 1903, después de haber sido Patriarca de Venecia y obispo de Mantua. Fue un sencillo y amable pastor de la Iglesia, apóstol y "restaurador de todas las cosas en Cristo", como él mismo quiso resumir su ministerio petrino.
En ECCLESIA hoy recordamos los cinco datos más importantes de su pontificado (1903-1914).
1. Salió al paso contra el modernismo.
La crisis modernista pretendía acomodar el mensaje cristiano a las exigencias del pensamiento positivista moderno. Pío X atribuía el inicio de esta pretensión en la Revolución Francesa, a la que se refería como “la reunión de todas las herejías”. Pío X luchó contra estos intentos de adaptar las verdades de la fe y la doctrina de la Iglesia según este espíritu. No se limitó en redactar las encíclicas como “la Pascendi” de 1904, sino que quiso fundamentar la Doctrina de la Iglesia y prevenirla de errores futuros, impulsó la enseñanza ortodoxa, inició la redacción del Código de Derecho Canónico, reformó la liturgia, renovó la piedad popular y los seminarios.
Fue ejemplo de una Iglesia que lucha para extirpar el mal dentro de sí misma y en la sociedad. "El querer conciliar la fe con el espíritu moderno, conduce más allá de lo que se piensa: no solo al debilitamiento, sino a la pérdida total de la fe", decía Pío X.
2. En vida, bajo su intercesión, realizó varios milagros.
La fama de santidad del Papa Sarto fue creciendo mientras estaba en vida, no solo por su sencillez, humildad y austeridad de vida, sino que, también, mientras vivía, por su intercesión, varias personas fueron beneficiarias de milagros. Solo podemos recordar tres casos muy populares, como el del hijo de una familia que conoció cuando fue obispo de Mantua. Estos padres le informaron de que su hijo sufrió meningitis y se curó por su oración.
También, curó de tuberculosis a una religiosa a la que impuso las manos y los médicos certificaron aquella misma tarde que ella estaba libre de esta grave enfermedad.
Y, por último, el milagro del “Sí, Sí, Sí”, cuando en una audiencia pública Pío X curó a un hombre que tenía un brazo completamente paralizado, tras haber pasado por varios médicos. El hombre del brazo paralizado le pidió al Santo Padre que le curara, a quien él contestó: “sí, sí, sí”. Inmediatamente, impuso sus manos sobre su brazo y se curó inmediatamente.
3. El Papa que animó a los fieles a la constante recepción de la Sagrada Comunión.
No era costumbre en esos tiempos recibir la Comunión y San Pío X lo impulsó y enseñó a los cristianos a recibirla. A través del Motu Proprio, 'Tra le sollecitudini' subrayó que "el verdadero espíritu cristiano tiene su primera e indispensable fuente en la participación activa en los sagrados misterios y en la oración pública y solemne de la Iglesia".
En otro decreto instituyó la edad de la primera comunión, a partir de los siete años.
4. El Papa de los Pobres.
Pío X extendió su devoción a la Mesa eucarística al altar de lo cotidiano. Fue el Papa que abrió su comedor para invitar a los amigos y conocidos para cenar con él. También puso a disposición de los pobres y migrantes el hospicio de Santa Marta, situado junto a la Basílica de San Pedro. Su generosidad hacia los necesitados le hizo desprenderse de su anillo episcopal para ganar monedas que distribuyó entre los pobres.
5. Un Papa catequista.
Estaba muy interesado además en la formación doctrinal de los fieles: durante su ministerio parroquial redactó un sencillo catecismo. Cuando llegó a la Sede petrina quiso extenderlo por toda la Iglesia y el 18 de octubre de 1912 publicó su catecismo, compuesto por preguntas y respuestas. En Roma, él mismo, solía reunir al pueblo los domingos por la tarde en la Piazza della Pigna para impartir las catequesis. Alguna vez, entre bromas, decía que si una homilía pasaba de los diez minutos era un pecado mortal.
Quiso mantener a los obispos y sacerdotes lejos de la política e instó su dedicación exclusiva por la salvación de las almas y con mayor atención a los más vulnerables y excluidos.