Francisco pide a las comunidades cristianas que sean "gimnasios de la verdad, la apertura y el intercambio"
El Papa se encuentra con obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, seminaristas y agentes pastorales: "Solo juntos, en el diálogo, podemos hacer algo bueno para todos"
Publicado el - Actualizado
6 min lectura
Este jueves por la mañana el Papa Francisco ha tenido ocasión de encontrarse en la catedral de Nuestra Señor del Perpetuo Socorro, con obispos, sacerdotes, diáconos, consagradas, seminaristas y otros agentes de pastoral. Tras bendecir una pintura
Respondiendo a las palabras de saludo del presidente de la Conferencia Episcopal de Asia Central, el español Mumbiela Sierra, ha expresado que todos ellos vienen de países diferentes pero así es “la belleza de la Iglesia”: “Somos una sola familia, en la cual nadie es extranjero”. Para el Pontífice la fuerza está en “hacer de la diversidad una riqueza compartiendo lo que somos y lo que tenemos: nuestra pequeñez se multiplica si la compartimos”.
El Papa centró su discurso en dos palabras concretas que san Pablo dice en la carta a los efesios: “Cada hombre puede acceder a Dios, porque todos los pueblos «participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio»”.
Herencia y promesa
Así ha destacado la herencia y la promesa, porque la herencia es “hija de un primer anuncio del Evangelio” y la comunidad de quienes viven en la esperanza de la plenitud futura.
Así, “la herencia del pasado es nuestra memoria, la promesa del Evangelio es el futuro de Dios que nos sale al encuentro”. De esta forma, se ha detenido ampliamente en la memoria y en el futuro.
La memoria
“En el camino espiritual y eclesial no debemos perder de vista el recuerdo de cuantos nos anunciaron la fe, porque hacer memoria nos ayuda a desarrollar el espíritu de contemplación por las maravillas que Dios ha realizado en la historia, aun en medio de las fatigas de la vida y de las fragilidades personales y comunitarias”. Son palabras del Santo Padre a la Iglesia de Asia central, pero asegurando también que “no se trata de mirar hacia atrás con nostalgia, quedándonos estancados en las cosas del pasado y dejándonos paralizar en el inmovilismo. Esta es la tentación del «retroceso»”.
La memoria cristiana quiere abrir a cada persona al misterio, con agradecimiento, sin añoranzas sino acogiendo y poniéndose en camino. Esta es la memoria viva de Jesús: “Es nuestro tesoro”, ha dicho. Pero muchas más perlas ha regalado a todos los asistentes:
Con energía, el Papa Francisco ha recordado que “la fe no ha sido transmitida de generación en generación como un conjunto de cosas que hay que entender y hacer, como un código fijado de una vez para siempre”. Para afirmar después que “la fe se transmite con la vida, con el testimonio de quien ha llevado el fuego del Evangelio en medio de las situaciones para iluminarlas”. Así, entonces, “haciendo memoria, aprendemos que la fe crece con el testimonio”.
La llamada clara a fieles laicos, obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas que trabajan de diferentes maneras en la vida pastoral de las comunidades, ha sido clara: “No nos cansemos de dar testimonio de la esencia de la salvación, de la novedad de Jesús, de la novedad que es Jesús. La fe no es una hermosa exposición de cosas del pasado, sino un evento siempre actual, el encuentro con Cristo que tiene lugar en nuestra vida, aquí y ahora. Por eso no se comunica con la sola repetición de las cosas de siempre, sino transmitiendo la novedad del Evangelio. De este modo, la fe permanece viva y tiene futuro”.
Futuro
De esta forma, se ha centrado en la segunda palabra: futuro, porque la memoria no encierra en el pasado sino que abre al futuro: “Jesús nos aseguró que estará siempre con nosotros”, no es un futuro lejano sino que es hoy el momento para acoger la renovación que el Resucitado realiza.
Para el Papa Francisco hay muchos retos: la fe y las generaciones jóvenes, los problemas y fatigas de la vida, el pequeño número de católicos: “podríamos llegar a sentirnos pequeños e incapaces”. Pero Jesús da una mirada esperanzadora con la que descubrir que ser pequeños, pobres de espíritu, es una bienaventuranza: “Hay una gracia escondida al ser una Iglesia pequeña, un pequeño rebaño, en lugar de exhibir nuestras fortalezas, nuestros números, nuestras estructuras y cualquier otra forma de prestigio humano, nos dejamos guiar por el Señor y nos acercamos con humildad a las personas”.
Necesitamos a Dios
Francisco, ante esto, ha asegurado que el “ser pequeños nos recuerda que no somos autosuficientes, que necesitamos de Dios, pero también de los demás, de todos y cada uno: de las hermanas y hermanos de otras confesiones, de quien profesa un credo religioso diferente al nuestro, de todos los hombres y mujeres de buena voluntad”.
Así ha recalcado la tarea particular de la Iglesia de este país: “No ser un grupo que se deja arrastrar por las cosas de siempre, o que se encierra en su caparazón porque se siente pequeña, sino una comunidad abierta al futuro de Dios, encendida por el fuego del Espíritu: viva, llena de esperanza, disponible a su novedad y a los signos de los tiempos, animada por la lógica evangélica de la semilla que da frutos de amor humilde y fecundo”. Porque “solo juntos, en el diálogo y en la aceptación recíproca podemos hacer algo verdaderamente bueno por todos”.
Fraternidad
Animando a toda la Iglesia, ha recordado que esto “se realiza cada vez que vivimos la fraternidad entre nosotros, que atendemos a los pobres y a quienes están heridos por la vida, cada vez que en las relaciones humanas y sociales damos testimonio de la justicia y de la verdad, diciendo “no” a la corrupción y a la falsedad”.
“Escuelas de sinceridad”
Así, ha pedido expresamente que “las comunidades cristianas, en particular el seminario, que sean “escuelas de sinceridad”; no ambientes rígidos y formales, sino gimnasios de la verdad, de la apertura y del intercambio”. Por eso, ha pedido que todos sean “discípulos del Señor”: “Todos discípulos, todos esenciales, todos de igual dignidad. No sólo los obispos, los sacerdotes y los consagrados, sino todos los bautizados han sido sumergidos en la vida de Cristo y en Él —como nos recordaba san Pablo— están llamados a recibir la herencia y a acoger la promesa del Evangelio. De manera que se ha de brindar un espacio a los laicos”.
Les hará bien, les ha dicho, para que las comunidades no se hagan rígidas y no se clericalicen. "Una Iglesia sinodal, en camino hacia el futuro del Espíritu, es una Iglesia participativa y corresponsable. Es una Iglesia capaz de salir al encuentro del mundo porque está entrenada en la comunión".
Por su parte, dirigiéndose particularmente a los obispos y sacerdotes, les ha recordado su misión: “No ser administradores de lo sagrado o gendarmes preocupados por hacer que se respeten las normas religiosas, sino pastores cercanos a la gente, imágenes vivas del corazón compasivo de Cristo”.
Por último, les ha animado a vivir con alegría esta herencia y a dar testimonio de ella con generosidad.