Más alto, más rápido, más fuerte: la fe y los Juegos Olímpicos
Mario Alcudia reflexiona sobre los valores cristianos del deporte, y que tienen especial eco en las Olimpiadas
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Ayer quedaban inaugurados
; cita con un claro mensaje de unidad, como portadores de paz, como recordaba el Papa Francisco en su reciente mensaje al arzobispo de París.
El deporte, dice el Santo Padre, es un lenguaje universal que trasciende fronteras, idiomas, razas, nacionalidades y religiones; tiene la capacidad de unir a las personas, de promover el diálogo y la acogida recíproca; estimula la superación personal, entrena el espíritu de sacrificio, promueve la lealtad en las relaciones interpersonales y nos invita a reconocer nuestros propios límites y el valor de los demás.
Los cinco anillos entrelazados representan el espíritu de fraternidad que debe caracterizar esta cita olímpica. Una gran oportunidad para derribar prejuicios, crear estima donde hay desprecio y desconfianza y amistad donde hay odio.
El esfuerzo halla su recompensa en la alegría de la cosecha
En este período turbulento en el que la paz mundial está seriamente amenazada, pide Francisco respetar esta tregua con la esperanza de una resolución de los conflictos y un retorno a la armonía.
Qué decir del esfuerzo. Solo a costa de duros entrenamientos se obtienen resultados significativos. El deportista puede afirmar como el Salmo que el esfuerzo realizado en la siembra halla su recompensa en la alegría de la cosecha.
La lógica del deporte, especialmente del deporte olímpico; y es también la lógica de la vida: sin sacrificio no se obtienen resultados importantes y tampoco auténticas satisfacciones.
40 capellanes católicos en los juegos
La Iglesia Católica a través de la experiencia Holly Games cuida a los deportistas desde el punto de vista espiritual. Lo hace en la villa olímpica dentro del centro multiconfesional, con 40 capellanes católicos, pero también en otras iglesias cercanas. Y es que la vida espiritual para un deportista de alto nivel es algo esencial.
Todo deportista está llamado a convertirse en un buen atleta de Cristo, es decir, en un testigo fiel y valiente del Evangelio. Y para lograrlo, es necesario además de llegar bien preparado físicamente,
. Aquel lema acuñado por el Padre Henri Didon hace ya más de un siglo, Citius, altius, fortius (más rápido, más alto, más fuerte)