Un leproso ante Jesús
Madrid - Publicado el - Actualizado
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"El enfermo de lepra andará con la ropa rasgada y la cabellera desgreñada, con la barba tapada y gritando: ¡Impuro, impuro! Vivirá solo y fuera del campamento" (Lev 13, 45-46). Estas severas normas del libro del Levítico imponen a los leprosos un riguroso aislamiento, con el fin de evitar el contagio.
Tanto la impureza como la limpieza son entendidas a la vez en sentido higiénico y en sentido ritual. La lepra no era un pecado, pero requería un rito de purificación y de limpieza (Lev 14, 2). El salmo responsorial traduce a términos morales aquella situación: "Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado" (Sal 31,1-2).
Evidentemente, la lepra puede ser vista como un símbolo. También en las comunidades cristianas hay que evitar el contagio del mal. Así lo pide san Pablo a los corintios: "No deis motivo de escándalo ni a judíos ni a giegos, ni a la Iglesia de Dios" (1 Cor 10, 32).
EL DIÁLOGO
En el evangelio que hoy se proclama aparece un leproso (Mc 1, 40-45). En contra de las normas establecidas, se acerca a Jesús, cae de rodillas ante él e inicia un diálogo que es una verdadera catequesis sobre la confianza del enfermo y la compasión del Señor.
Aquel hombre enfermo y marginado se ha convertido para nosotros en un modelo de oración. Tanto las personas como las instituciones haremos bien en dirigirnos a Jesús con la súplica que hemos aprendido del leproso: "Si quieres puedes limpiarme".
Y TRES ACTOS
Como en muchas obras de teatro, este relato evangélico nos ofrece una representacion en tres actos.
Señor Jesús, nosotros sabemos que tú te compadeces de nuestra lepra y de nuestra soledad. Que nuestra propia debilidad nos impulse a ignorar la presión social y acercarnos a ti confiadamente. Solo tú puedes limpiarnos. Ten piedad de nosotros. Amén.