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Hoy, último Domingo de Pascua, celebramos la Solemnidad de Pentecostés. Es el Libro de los Hechos de los Apóstoles el que nos cuenta que Cincuenta días después de resucitar, y diez después de ascender a los Cielos, Cristo envía el Espíritu Santo. Los Apóstoles ven al Espíritu posarse en forma de llamaradas de fuego y comienzan su predicación. El día de Pentecostés, estaban todos los discípulos reunidos.
De pronto sonó como un soplo de viento recio, y vieron entonces al Espíritu Santo posarse en forma de llamaradas de fuego, sobre sus cabezas. Cada uno de ellos hablaba en diferentes lenguas, según les permitía expresarse el Espíritu. Todos los que les escuchaban se mostraban sorprendidos. Así nace la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios, adquirida por Cristo con el derramamiento de su Sangre.
Dice precisamente en el Evangelio: “Pronto os mandaré el Abogado, el Consolador. Él será quien os enseñe lo que tenéis que hablar y decir”. De esta forma, empieza mañana la segunda parte del Tiempo Ordinario, que se vio interrumpida con el inicio de la Cuaresma, el pasado 14 de febrero, y que se prolongará hasta el final del Año Litúrgico, con la Solemnidad de Cristo Rey, el día 24 de noviembre.
Pentecostés viene del griego y significa cincuenta. En el Antiguo Testamento se celebraba Pentecostés como el día que Yavé entrega las tablas a Moisés. En la Iglesia consta la celebración de esta Solemnidad en los siglos I, II y III. En el siglo IV Roma, Constantinopla, Milán e Hispania. Con la Solemnidad de Pentecostés se celebra, conjuntamente, el Día del Apostolado Seglar y el Día de la Acción Católica.