La llama olímpica atravesó París el pasado fin de semana, a la espera de que llegue el momento de poder ser prendida en el pebetero del Estadio Olímpico, durante la ceremonia de inauguración de los próximos Juegos Olímpicos, prevista para el próximo viernes 26 de julio.

París se volcaba el pasado domingo para el último recorrido del fuego olímpico, que pasaba por algunos de los puntos más importantes de la capital francesa, como la sala Bataclán (en la que se cometió una terrible masacre en 2015 a manos de unos terroristas radicales), los Campos Elíseos, la catedral de Notre Dame o el icónico Museo del Louvre, entre otros.

Precisamente el paso del fuego olímpico por el interior de diversas salas del Louvre ha dado que hablar, por tratarse de una imprudencia completamente inncesaria, tal y como ha advertido en un extenso mensaje el historiador español Miguel Ángel Cajigal: "Era mejor que no hubiera ocurrido", advierte.

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"No debería haber ocurrido"

En su cuenta de la red social X, Cajigal parte de una fotografía bastante significativa: la coreógrafa Marie-Claude Pietragalla sostiene la antorcha olímpica con una llama de unos 30 centímetros a escasos metros de la pintura más famosa de todo el Museo del Louvre: la Gioconda o Mona Lisa, de Leonardo Da Vinci, que desde hace años se protege con un cristal especial.

"¿Era necesario? ¿Merece la pena?", se pregunta el divulgador.

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Advierte que más allá del simple riesgo que se expone por el simple de hecho de entrar en un museo cerrado con fuego, haberlo hecho es una absoluta irresponsabilidad contra el patrimonio, y donde la organización de París 2024 ve una foto, "los profesionales del patrimonio cultural vemos un fuego rodeado de acelerantes: maderas antiguas, barnices, telas, cuadros..."

Ni aunque cada una de las salas de la pinacoteca por las que pasearon la antorcha estuvieran a rebosar de extintores, la operación está exenta de peligro: "Los breves picos de alta temperatura de una llama a unos cinco metros de los cuadros pueden provocar desde desprendimientos de pintura a cambios químicos en los pigmentos o daños a largo plazo", explica.

Cajigal recuerda que la normativa internacional prohíbe de manera expresa y tajante cualquier llama dentro de la sala de un museo: "Cualquiera. Incluso un mechero", matiza.

"Incluso procedieron a prender una antorcha con otra en plena Sala de los Estados, delante de la Gioconda. Parece que haya que recordar que esas antorchas son objetos llenos de material combustible, otra cosa que está absolutamente prohibida en un museo. Todo esto ocurre en el mismo país en el que han ardido tres catedrales en cinco años: París, Nantes y Ruan. En la misma ciudad que vivió el que seguramente sea el incendio más mediático que nunca haya sufrido un monumento. ¿No aprendemos nada?", reflexionó.

Su conclusión es que la organización, simplemente, "quería la foto". Y, en el caso del Louvre, "la imagen de la llama olímpica delante de la icónica Pirámide debería de haber sido suficiente. No hay necesidad de cerrar las salas al público y meter un fuego a menos de cinco metros de algunos de los cuadros más valiosos de Europa", lamentó.

La llama olímpica, a la espera del 26 de julio

Desde este martes, la antorcha continuará su recorrido por varias zonas del norte de Francia hasta regresar a la capital para el comienzo de la cita olímpica.

Durante estos dos días, correspondientes a las etapas 57 y 58 del trayecto de la antorcha, la llama habrá recorrido aproximadamente 60 kilómetros, llevada por unos 540 portadores y vigilada por 1.600 agentes de seguridad.