Lo encontraron enterrado en una finca gallega y acordaron no contárselo a nadie: años después, alguien lo denunció y la historia salió a la luz
En una finca de Pontevedra, Amalio, un vecino, se topó con algo inesperado bajo tierra; lo que ocurrió después, marcado por un pacto de silencio y una denuncia anónima, acabó cambiando el rumbo del patrimonio arqueológico español

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El 20 de diciembre de 1940, en una finca llamada As Silgadas, al noroeste de Caldas de Reyes (Pontevedra), el vecino Amalio Touceda halló, por pura casualidad, una sorprendente acumulación de piezas de oro enterradas a unos 20 centímetros de profundidad. En ese mismo momento, y con la ayuda del apoderado de la finca, Ignacio Maquieira, decidieron repartirse el hallazgo en dos mitades iguales utilizando una balanza romana, con la intención de mantener el descubrimiento en secreto y vender las piezas de forma clandestina.
Una olla sin recipiente y un pacto de silencio
Sin embargo, algunos meses después, en 1941, alguien denunció el hallazgo a la Guardia Civil, que logró requisar la parte del tesoro que todavía no había sido vendida ni fundida. Aunque se desconoce el destino exacto de las piezas que escaparon a la recuperación, se calcula que el conjunto completo podría haber llegado a pesar entre 27 y 50 kilos, según versiones del propio descubridor y las sospechas de los investigadores.

Tesoro de Caldas de Reyes I
Curiosamente, el tesoro no fue hallado dentro de ningún recipiente, aunque se sospecha que pudo haberse guardado en un saco o cesta de materiales perecederos. Su estado de conservación y el volumen de oro hallado lo convierten en el tesoro prehistórico más pesado descubierto en la península ibérica.
41 piezas de oro y una historia aún por descifrar
La parte recuperada del tesoro de Caldas de Reyes I —también conocido como Depósito de As Silgadas— fue trasladada al Museo de Pontevedra en febrero de 1942, tras la intervención del Comisario Provincial de Excavaciones, Fermín Bouza-Brey. Allí se conserva actualmente, mientras que en Caldas se puede ver una reproducción.

Tesoro de Caldas de Reyes I
El conjunto conservado está formado por 41 piezas de oro macizo, entre ellas destacan tres tazas con asas, un peine, aros de diferentes tamaños —algunos interpretados como torques o lingotes—, fragmentos de lámina y de barra, así como varias piezas decoradas con bandas incisas. El total de oro conservado pesa 14,9 kilogramos.
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Varias piezas, como las tazas y el peine, fueron elaboradas mediante la técnica de fundición a la cera perdida, lo que ha generado debate sobre la cronología del tesoro. Aunque algunos estudios lo sitúan en una fase temprana del Bronce Medio, la sofisticación técnica de algunas piezas y su parecido con otros hallazgos europeos han llevado a otros investigadores a fecharlo entre 1550 y 1350 a. C.
Se ha sugerido que estas piezas no eran joyas de adorno sino formas primitivas de acumular y transportar oro, con fines de intercambio o almacenamiento de riqueza. No se descarta tampoco que pudiera haber sido un depósito ritual con fuerte carga simbólica o social. Además, algunos autores creen que las piezas podrían haber llegado desde talleres de Bretaña como parte de un regalo diplomático.
El hallazgo ha servido también para estudios metrológicos: algunas piezas parecen ajustarse al peso del siclo fenicio, lo que abre nuevas hipótesis sobre las conexiones entre la península ibérica y el Mediterráneo oriental durante la prehistoria.