José Tomás, el toreo y mucho más
José Tomás pasó por Granada este sábado. Y vaya cómo pasó. Llegó, toreó, deslumbró y se lo llevaron a hombros. Su única actuación de momento en España no defraudó a nadie.
La empresa Lances de Futuro y la ciudad de Granada siguen dándole las gracias por su paso por la ciudad nazarí. Un ciudad abarrotada de aficionados a los toros que llenaron las arcas de los negocios locales y una feria como la del Corpus revitalizada y que a buen seguro seguirá recogiendo sus frutos en los próximos años.
Fuera de apasionamientos, la actuación de José Tomás resultó soberbia con capote y muleta. Yo no recordaba un recital de toreo de capote tan monumental desde la encerrona de Joselito en aquella inolvidable goyesca del 2 de mayo de 1996.
Hubo variedad como para ilustrar una tauromaquia entera. Chicuelinas, gaoneras, delantales, caleserinas, revoleras, medias, un larga cordobesa para inspirar una escultura y unas verónicas a su segundo toro que fueron para guardar en la retina toda una vida. La lentitud del lance, reduciendo la embestida de un toro recién salido del chiquero, es ya una cumbre de esta temporada.
Y con la muleta vimos la pureza de siempre. El concepto comprometido, sin falsos artificios. El valor puesto al servicio del toreo. Acariciando las embestidas de sus oponentes, emocionando con una puesta en escena en la que solo importaba lo primordial, el toreo. En redondo y al natural con ambas manos. Los faroles para ligar los de pecho, las trincherillas empacadas, un cambio de mano por la cara torerísimo… Una borrachera de toreo a la altura de las mejores tardes del torero de Galapagar.
Y como decía que quería analizarlo sin apasionamientos, justo es de reconocer que esta vez los toros no tuvieron el trapío de otras ocasiones. Que la espada en tres ocasiones apuntó a los bajos y que la competencia fue nula al anunciarse con el rejoneador Sergio Galán.
Seis orejas y un rabo conquistó José Tomás en Granada. Pero más allá de los despojos, nos queda en la memoria una nueva perla para guardar hasta el próximo paseíllo que quiera trenzar.