Magic, las leyendas no se enfangan - Con Basket si hay paraíso

Magic, las leyendas no se enfangan

Llega un momento en el que un jugador se convierte en leyenda. Cuando se retira un gran jugador,  el recuerdo selectivo de la mente convierte a un gran deportista en leyenda. Significa que idealizamos a ese deportista, muchas veces a la persona incluso, porque lo que hemos visto de él en la pista nos emociona, nos identificamos con lo que ha hecho.  Las leyendas son una especie de astros inalcanzables, están idealizados, forman parte de nuestro patrimonio emocional, y tienen otorgado el beneficio de la admiración. Otra cosa es cuando deben tomar decisiones que inciden en lo que nuestro equipo vaya a hacer en la cancha.

Cuando un deportista ha sido muy grande debe tener un carácter muy especial para ser competitivo también en otra actividad, sea la de entrenador o sea la gerencia deportiva. La leyenda está acostumbrada a ser elogiada, tratada como lo que es, un fuera de serie que ha dado mucho a un deporte, siente que su palabra tiene mucho valor. Es palabra de Dios, o cuando menos una opinión cualificada.

Las leyendas son vips en los pabellones, en los actos sociales, siempre serán tratados con tremendo respeto y cortesía en la NBA, el baloncesto les adora, les quiere, el público les idolatra, les aplauden estén donde estén y haya pasado el tiempo que haya pasado desde que colgaron las zapatillas. Dejar de ser esa persona por encima de lo divino y lo humano para arremangarse en un despacho no es fácil, te tiene que gustar mucho y también exige un carácter especial. Porque el despacho es desagradecido, frío, exige trabajo de seguimiento, capacidad negociadora y toma de decisiones no amistosas, sino profesionales en busca del máximo rendimiento y la mejor plantilla posible para ganar. Una leyenda que hizo un gran trabajo en los despachos fue Larry Bird en Indiana Pacers, pero si le preguntan si se lo pasó bien es posible que diga que no, que sufrió mucho. Bird vuelve a ser una leyenda, como lo será de nuevo a partir de ahora su enemigo-amigo Magic.

Magic Johnson seguro que tiene la capacidad para soportar la grandeza de un gran equipo como los Lakers, con mejores o peores decisiones es muy atrevido poner en duda su sabiduría baloncestística, pero luego hay que bajar al barro, negociar, conocer las normas, no incumplirlas para no ser sancionado, ser hábil en la negociación y tomar las mejores decisiones. Magic Johnson podría haber seguido siendo un gran presidente para los Lakers, pocas personalidades están más asociadas a los púrpura y oro que Magic, él es los Lakers, su estatua en el Staples a la llegada te lo hace saber.

Podría haber seguido siendo el general que mira desde el puesto de mando, pero no el capitán que guía a su batallón para alcanzar una colina en el fango. Magic no parece hecho para eso, se supone que había llegado Rob Pelinka para esa labor, pero ¿hubo química entre ellos? ¿fueron un equipo directivo bien avenido? ¿hablaban el mismo idioma? ¿coincidían en las decisiones? ¿quién gestionó tan mal lo de Anthony Davis: Magic o Pelinka? ¿o ambos? ¿quién fue el hazmerreír de los Pelicans: Magic o Pelinka? ¿o ambos?

El caso es que la labor de Magic que tuvo su gran espaldarazo con la llegada de Lebron James, lo que se suponía iba a ser la construcción inmediata de un equipo ganador, se ha quedado en un fiasco de temporada. Las dudas sobre la confección de la plantilla, sobre el entrenador…Aunque cabe recordar cuando llega la lesión de Lebron los Lakers estaban en playoff, no está de más mencionarlo, y que Lebron ha tenido la lesión más larga de su carrera, 17 partidos (increíble ¿no?),  suficientes para dejar al equipo fuera y sin posibilidad de retorno a playoff.

Magic Johnson ha durado dos años y un mes como presidente de los Lakers, haber quedado en evidencia en el mercado de fichajes y quién sabe si sentirse desautorizado o poco apoyado han podido influir en su decisión. O que simplemente se haya cansado de un trabajo por el que hay que sentir mucha pasión, al que hay que dedicar muchas horas y tener una capacidad organizativa y de gestión. Probablemente no era lo que más le gustaba, pudo ser el ejecutivo que bajara al barro, en lo que es difícil verle, o ser el presidente que dejara las gestiones al General Manager y dirigir sin gestionar, y representar a los Lakers. No ha querido ser ni una cosa ni otra durante más tiempo, quizá porque las leyendas no se sientan en el despacho ni se enfangan.

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