Antetokounmpo, el MVP que anunció Kobe
Tienes 24 años y lideras un equipo de la NBA que ha estado a punto de pelear por el campeonato. Desde que llegaste a la NBA no has parado de crecer y crecer, de ser mejor jugador, de aprender nuevos fundamentos, de pulir un físico granítico, de explotar nuevas habilidades. Has hecho la mejor temporada de tu vida, completando partidazos cada semana, un despliegue exhuberante cada noche, venciendo por aplastamiento, hundiendo la pelota con idéntica rabia. Posiblemente el jugador que más canastas haga hundiéndola sobre todo en porcentaje.Estás preparado para jugar en todos los puestos, mejoras el triple, la última arma que te puede hacer del todo invencible. Eres un atleta preparado, pero cómo enfrentarse a un reconocimiento como el MVP, mejor jugador de la temporada, y sobre todo cómo afrontar la soledad de un gran momento cuando vienes de abajo del todo. Estás preparado para el desafío en la pista, no es tan fácil el desafío ante todo el mundo y ante ti mismo.
Un poder de la naturaleza llamado a dominar la liga, que ha encontrado la fuerza interior necesaria para ser uno de los jugadores más competitivos de la competitiva NBA, para ser un jugador hambriento. La fuerza interior de quien ha llegado desde abajo y ha peleado cada paso, la fuerza interior que da el recuerdo de quién fuiste, quiénes te ayudaron, y a quién deberías honrar con tu esfuerzo, el padre que ya no está.
Pero para ser cada día mejor se necesita mucho talento y aún más capacidades. Porque Giannis Antetokounmpo tiene mucho talento, pero sobre todo ha demostrado tener muchas capacidades, opciones de mejora como la plastelina que se puede ir moldeando. Sin esas capacidades de mejora Antetokounmpo no sería hoy el MVP de la NBA, el mejor jugador de la temporada 2018-19. Tiene mucho mérito ser el mejor de la mejor liga, más si has llegado siendo un chaval de fuera a un nuevo continente y una nueva cultura. Quizá no le resultara nada extraño habiendo sido un hijo de inmigrante en Grecia. Giannis nació en Grecia pero es hijo de inmigrantes nigerianos, un chico que junto a sus hermanos vendía artículos en los semáforos para ganar una ayuda familiar. Giannis ha sido un doble inmigrante quizá, pero no hay nada que el deporte no pueda superar. Lo que en la vida corriente es un mundo, puede ser una anécdota en el deporte, que te mide por tus capacidades y no por quién seas o de qué familia vengas. En el deporte las cosas se simplifican.
Antetokounmpo agradece a Dios el don de jugar a baloncesto, un gran don, él mejor que nadie lo sabe, porque mientras recibe el trofeo al mejor jugador y se dirige al auditorio, no puede evitar pensar en su madre y su padre, y la vida tan distinta y difícil que seguramente han tenido. Y Giannis no tarda en invocar el espíritu de su padre que le da fuerza en cada partido desde su marcha hace dos años.
Es imposible aguantar sin un nudo en la garganta su emocionado discurso, porque no habla una estrella, sino que habla la vida. Pensamos que después de la escena de Kevin Durant y el amor incondicional a su madre en la dedicatoria con motivo del MVP no veríamos algo parecido. Pero sí. Antetokounmpo sólo ha medio sonreído una vez al recoger al premio, esa media sonrisa soltando mucho aire, que deja ver la emoción retenida durante mucho tiempo. Tras la media sonrisa, Giannis se quiebra y con un ok,ok,ok, intenta recomponerse, ante el aplauso del comisionado Silver que hace que el auditorio le impulse para continuar. A partir de ahí, es una sucesión de agradecimientos entre lágrimas, a Dios por su talento, a su madre, a sus hermanos (Kostas mira al suelo para controlarse), a su padre, por el que se propuso ser MVP y ahora se propone ganar el anillo, a sus compañeros a los que se siente su familia, a su entrenador Budenholzer por hacerle ser mejor. El agradecimiento a una organización deportiva como Milwaukee Bucks que se fijó en un chico de 18 años que tenía un potencial extraordinario, pero que sin jugar en ninguna liga importante apostó por él para la NBA, tras haber sido firmado por Zaragoza. Son unos minutos de emoción concentrada, se dirige a sus agentes también presentes, Alex Saratsis y Giorgios Panou. La emoción de Giannis es la emoción de todos.
El agradecimiento conmovedor y admirado a su madre es el mismo de Durant, o el de Lowry, quien dejó uno de esos momentos inolvidables en plenas finales de la NBA al recordar que ganar el anillo no era presión comparado con lo que tuvo que hacer su madre para sacar a la familia adelante. Giannis nombra heroína a su madre y no es un cumplido. Ambos lo saben, ambos lloran. Los héroes no están en las pistas deportivas, están en las vidas de cada día. En las pistas hay superatletas y deportistas prodigiosos, los y las héroes cotidianas llevan un pequeño sueldo a casa, cuidan a familiares, cuidan enfermos, curan enfermedades, operan a vida o muerte, trabajan el campo o en la fábrica, salvan vidas en situaciones peligrosas, educan a un hijo o instruyen a unos escolares. Hay millones de héroes, y sólo unos pocos elegido mejoran nuestras vidas en todos los campos, también en el deporte. Giannis es un elegido, de eso no cabe ninguna duda. El encuentro entre el prodigio deportivo y el héroe cotidiano es lo más maravilloso que propician galas como la de la NBA.
Es el MVP que pronosticó Kobe Bryant , quien hace un año le puso deberes al griego para que fuera el mejor, y éste se ha hecho mayor; lidera un gran equipo y quiere el anillo de la NBA. Kobe lo tiene claro, el próximo reto de Giannis no puede ser otro que el campeonato. Kobe ve cosas diferentes, o ve cosas antes, también pronosticó que Toronto podía ganarle a los Warriors. La leyenda laker ha sido el mejor en la pista por su inteligencia baloncestística y sigue mostrándola fuera de la pista.
En un curso en el que los mayores reconocimientos se los llevan Europa y África, porque además del MVP de Giannis (griego de ascendencia nigeriana) ,el rookie del año es otro europeo, cómo no el esloveno canterano madridista Luka Doncic, de Dallas, bastante avanzado ese premio aunque en bonita pugna con Trae Young, gran talento de Atlanta. Mejor defensor el francés Rudy Gobert de Utah Jazz. El jugador más mejorado el camerunés Paskal Siakam de Toronto Raptors. El mejor técnico Budenholzer, técnico de los Bucks, y sexto hombre Lou Williams de los Clippers.
Han sido los premios más europeos en la NBA, tres importantes para jugadores llegados del viejo continente. Hay quien ve en ello un indicador de un supuesto mejor nivel europeo que norteamericano, pero si vemos la cantidad de premios que han recaído en europeos el dato es irrelevante. Baste decir que Anteto es el segundo europeo que gana el MVP tras Nowitzki y que Doncic es el segundo rookie del año europeo tras Pau Gasol. Más que una competición entre continentes lo que hay que ver es que si los estadounidenses son jugadores que refuerzan a todos los equipos europeos, también es lógico pensar que los talentos surgidos de Europa nutran a la NBA, una liga no olvidemos con vocación global. Si algo tuvo claro la NBA es que quería seguir siendo la mejor liga del mundo y conseguir un mercado global. Tiene más jugadores internacionales que nunca y goza de una espléndida salud deportiva. La NBA busca talentos y jugadores capaces de escribir su propia historia de superación, justo lo que el deporte americano más valora. Antetokounmpo no puede ser mejor ejemplo.