La vida es mejor con Curry
Poco importa que jueguen por nada en este momento, que sean el peor equipo del Oeste y uno de los peores de la NBA. Ayer dominador y hoy comparsa. Así de cruel y absolutamente excitante puede ser la NBA, ninguna otra competición es tan equitativa, reparte por igual bendiciones y desgracias en función de cómo gestiones tu potencial deportivo, cómo muevas piezas y no por desequilibrio financiero. En ninguna otra competición pasas de dominador a comparsa en tan corto espacio de tiempo y viceversa, un equipo comparsa puede pasar a ser dominador.
Y los Golden State Warriors son ahora mismo uno de los dos peores equipos de la mejor liga del mundo de baloncesto, curiosamente el otro es Cleveland, su reciente contrincante en finales y campeón también; juegan por entretener a su público, tratando de ganar algún partido, llevan 14 victorias mientras esperan a sus estrellas. Una de las dos que tenía fuera de combate, los conocidos como Splash Brothers (por la cantidad de veces suena la red cuando ellos tiran) ha vuelto. Tras cuatro meses lesionado, Stephen Curry ha vuelto a jugar, lo ha hecho ante Toronto Raptors, ha perdido anotando 23 puntos y una serie malísima en el triple, 3/12, y qué más da. A los dos minutos de partido tras cuatro meses sin jugar, Curry ha hecho su primera genialidad: ha botado el balón paseándose por la pintura y durmiendo a su rival, pero sabiendo exactamente qué quería hacer, y ha pasado el balón por su espalda para asistir a Wiggins. En otra acción del partido ha metido una de sus canastas imposibles, ésas que parece tirar con desgana y que no son más que un suave aleteo para conseguir la contundencia del tiro, da igual que le quede un segundo, o décimas. Si hay alguna posibilidad de que ese balón entre, entrará.
Se le echaba de menos, aun cuando la NBA tiene un muestrario abundante de calidad, de jugadores extraordinarios, una ausencia como la de Curry se nota, siempre se nota. Mientras trata de armarse, de reorganizarse su equipo, los aficionados de los Warriors y a la NBA les esperan. Saben que lo que han tenido en el último lustro es algo extraordinario y que todo se acaba, también las dinastías de los equipos. El dominio de los de la bahía de San Franciso quizá ha llegado en un momento inoportuno, en el que baloncesto, mercadotecnia y crecimiento no han ido de la mano. Justo con su mudanza a San Francisco y a un pabellón mejor, justo en un momento de expansión, el espectáculo es peor; se han convertido en el peor equipo y afrontan un año muy difícil, de profunda reconstrucción, su equipo ahora es irreconocible.
Han conseguido una pieza interesante como Andrew Wiggins por el que han apostado por encima de D’Angelo Russell enviado a Minnesota. Sólo necesitan algunas piezas más en un equipo que tratará de rebajar todo el coste de plantilla que pueda para volver a incorporar piezas que junto a Curry, Thompson, Wiggins y Draymond Green supongan en la 20-21 una plantilla que les permita volver a competir por cosas buenas. Hoy son un equipo alejado de los focos de interés de la liga, pero no lejos del ojo del espectador, mientras tengan a jugadores como Curry; por muy poca calidad que tengan, por poca competitividad que puedan ofrecer, tener a grandes jugadores aunque ahora vayan a jugar por divertirse más que por otra cosa siempre supone un reclamo.
Stephen Curry es alegría, es uno de esos jugadores que han hecho de la NBA una liga que ha enganchado aún a más gente joven en todo el mundo. Con la delicadeza de un cuerpo alejado de los estándares físicos de muchos bases anotadores de la liga, de gran intuición para el juego, dominador de los fundamentos técnicos, tirador extraordinario en todas las variantes posibles, tras bote, coger y tirar, el amo y señor de las fintas, uno de los primeros anotadores en ensanchar el rango de tiro a los nueve metros y con precisión… Stephen es pura alegría. Lo agradecen sus compañeros, el equipo es otra cosa con él, lo agradecen sus aficionados, acudir al Chase Center vale la pena aunque sea para perder, y lo agradecen quienes siguen la liga desde todos los lugares del mundo. Y es que la vida siempre es mejor con especias, por ejemplo con el picorcito del Curry.