El primer baile
Sucedió hace 22 años pero el generoso y espectacular documental es capaz de trasladarnos en el tiempo para vivirlo en presente, y de esta forma recorrer el último año del tercer anillo en el segundo three-peat de Michael Jordan con Chicago Bulls. El último anillo de Jordan, el sexto, «El último baile» que bautizó el entrenador Phil Jackson para una dinastía que finalizaba su reinado.
El documental estrenado en EEUU el domingo y el lunes en España recorre diferentes momentos de la carrera de Jordan y sus Bulls, de Scottie Pippen su gran aliado, con el testimonio de muchos protagonistas o testigos de aquella era, muchos actores de aquel equipo que hizo historia, también de quien ya no está como su arquitecto Jerry Krause, fallecido en 2017, pasando por testigos como periodistas que cubrieron aquellos Bulls o el mismísimo ex presidente Obama, hasta el comisionado de la NBA que vio en Jordan el gran globalizador de su liga, el recordado David Stern. ¿Veremos quizá también a Kobe Bryant hablando de su gran referencia? quién sabe, restan ocho capítulos en una serie que según Magic Johnson ayuda a las nuevas generaciones a dimensionar la figura de MJ, y que para Steve Nash se quedará corta.
La audiencia ha sido en EEUU de seis millones en su estreno, un dato espectacular pero no apabullante en un país continental. Pero el dato no hay que evaluarlo ahora, sino en el futuro cuando esta serie se siga viendo por los siglos de los siglos para entender la figura del hombre que convirtió en global la NBA, el icono más importante de la historia del deporte mundial. Pero lo más importante es que Jordan, una máquina de fabricar dinero, ha tenido claro que lo que recauda esta serie debe ser para ayudar en esta pandemia, unos tres millones de dólares por ahora. Es precisamente esta tragedia la que explica el estreno prematuro del documental, previsto para el verano. Y en este trágico contexto, «el último baile» se ha convertido en luz en medio de la oscuridad.
Una historia de excelencia, de dificultades, de retos, de convivencia de egos, de espíritu de superación, de competitividad, de vida, de superación de un atleta que se convierte en inspiración en tiempos difíciles, momentos de desánimo, de tragedia por la ingente pérdida de vidas humanas. Si toda crisis es oportunidad de aprender y cambiar cosas, esta crisis es algo más porque supone un desgarro continuo. Una tragedia que se está llevando miles y miles de vidas, personas que no tenían que irse, que deberían estar aquí con nosotros, una tragedia de la que no somos conscientes porque al contrario que en las guerras, aquí no hay destrucción sino gente en sus casas, aquí no hay muertos por las calles ni bombas, pero un criminal silencioso e invisible se lleva a muchos compatriotas y hermanos de todo del mundo. Puede que no sea una guerra, pero quienes están tratando de salvar vidas están en un combate permanente contra este enemigo invisible, están en situaciones de estrés continuo y tendrán secuelas de estrés postraumático, que nadie tenga dudas sobre esto.
Un nuevo peligro, algo desconocido para lo que debimos estar preparados, para lo que no nos prepararon y para lo que no se hizo prevención, que ha hecho saltar por los aires todos nuestros resortes de seguridad. En los países asiáticos estaban mentalizados y preparados para que algo así pudiera ocurrir como había ocurrido en el pasado, cada seis y cinco años desde 2003 para ser exactos. ¿Por qué occidente no estaba preparado?
Hay muchas personas que debieran estar entre nosotros que ya no están, y ese inmenso dolor sume a nuestro país en el luto de los corazones, que es mucho más profundo que el (todavía inexistente) luto oficial. Cuesta mirar hacia adelante, cuesta mucho, a quienes nos ocupamos del deporte nos cuesta un mundo. Cómo fijarnos en algo que tiene que ver con lo lúdico, con el disfrute, mientras caen a nuestro alrededor las personas. Qué hay más importante que la lucha por la vida. Cómo pensar en el deporte mientras se llevan a los muertos a donde puedan incinerarlos, en medio de tanto dolor de tantas personas a quienes no sabemos cómo consolar.
Se ha apagado en muchos de nosotros el disfrute, la capacidad para disfrutar. Y en esas ha llegado este documental a rescatarnos del corazón sombrío, para vivir en tiempo presente una fascinante aventura de excelencia. No he podido escribir sobre baloncesto en el último mes, pero el documental de Michael Jordan ha venido para invitarnos al primer baile que nos ayude a salir de ésta, que nos ayude a conseguir la energía necesaria para derrotar al enemigo invisible y levantar la cabeza, y le estaremos eternamente agradecidos.