Lebron James contra el racismo
Cada pocos años ocurren hechos parecidos en Estados Unidos. Una intervención policial acaba con la muerte de un ciudadano afroamericano y esto desata una ola de protestas y violencia que devuelve al gigante norteamericano al recuerdo de sus peores días de conflicto racial, nada lejanos en el tiempo, podríamos decir que antes de ayer.
A la muerte de un “sospechoso” afroamericano sigue la reacción en cascada del mundo del deporte en general y en especial del baloncesto, tan protagonista como es la comunidad afroamericana en la NBA.
Así ha sido de nuevo esta semana, la muerte de un joven llamado George Floyd en la ciudad de Minneapolis, donde jugó tantos años Ricky Rubio, ha sido transmitida por unas claras imágenes de televisión. Otra vez el “no puedo respirar” antes de fallecer, una escena horrible que se repite, que recuerda al fallecimiento en 2014 de otro joven, Michael Brown, de sólo 18 años, tras ser tiroteado en Ferguson (Misuri). Su muerte provocó días de violencia, de protestas, de rabia descontrolada.
El no puedo respirar se convirtió en lema para muchas personas, no sólo negras, que protestaron contra el prejuicio racial en su país. La NBA fue el escenario también de dichas protestas, nada menos que Lebron James y Kyrie Irving, entonces compañeros en los Cleveland Cavaliers lucieron aquellas camisetas con ese motivo: “I can’t breathe”. Lebron ha vuelto a subir aquella foto a las redes sociales, como una coincidencia macabra, Floyd también fue asfixiado por el policía de Minneapolis en el suelo.
El propio Lebron ha subido también una imagen muy gráfica, en un lado al malogrado Floyd con la rodilla del policía sobre su cuello, en el otro lado el jugador de fútbol americano Colin Kaepernick con la rodilla en el césped durante la interpretación del himno de USA, como protesta por la violencia racial. Aquello le salió caro porque cayó en el ostracismo, pero su imagen dio la vuelta al mundo.
Juntando esas dos fotos, Lebron dice “esto es el porqué”.
Lebron James es muy diferente a Michael Jordan, como jugador puede no llegar a la excelencia del más grande de todos los tiempos, pero su perfil también es distinto, es otra personalidad, y sus formas de entender el liderazgo en la sociedad no tienen nada que ver. No se trata de mejor ni peor, se trata de dos personalidades distintas a pesar de la inmensa ambición de ambos.
Jordan es quien es y como bien ha recordado en su documental, vivió por y para ganar, soportó una presión como seguramente ningún otro deportista, y lo hizo a su manera, en su piel, sin querer ser lo que no es. Ni quiso ni sentía que su papel debía ser el de un activista.
Lebron es distinto, Lebron está mucho más implicado en aspectos sociales, fomenta la escolarización de calidad para chicos de su ciudad en Ohio, y no duda en alzar la voz en cuestiones sociales y raciales, en liderar la comunidad afroamericana.
Es muy difícil de asumir para un país que presume de ser la mejor democracia del mundo que exista ese nivel de violencia y sobre todo ese prejuicio racial tan incrustado en todas las costras de la sociedad y la psique colectiva.
Es cierto que el racismo no tiene país ni color porque es una condición humana que las personas deben ser capaces de no llegar a sentir jamás mediante la educación y la empatía. En lugar de ver a una persona de tal color o rasgos físicos, debemos ser capaces de ver a una persona sin más, quién sea con virtudes y defectos no está asociado a su lugar de procedencia o color de la piel. Esto que parece tan básico en gran parte del mundo no funciona así.
En Estados Unidos se trata de algo más que prejuicios, es una lucha por el poder en una mentalidad profundamente racista que viene desde los tiempos de la formación y expansión misma de Estados Unidos como nación, y esto es lo que subyace en el sustrato más profundo de una convivencia que no tendría porque tener esa tensión, al fin y al cabo llevan décadas y décadas conviviendo y siendo todos estadounidenses, todos se enorgullecen de su bandera, todos se sienten orgullosos de defender a su país, ninguno quiere sentirse menos estadounidense que el otro.
Ahora bien, en muchas personas hay una información grabada a fuego desde su más tierna infancia para ver con desconfianza, o desprecio, cuando no odio, a la persona del otro color. Cómo es posible que esto exista a estas alturas del siglo XXI.
La policía de Minneapolis ha despedido a los policías implicados, uno le asfixió, los otros no hicieron nada, serán juzgados; veremos si serán absueltos como otros casos del pasado. Esta vez las imágenes son muy aclaratorias. Además de las imágenes de la asfixia al detenido, una violencia que no se justifica por el motivo de la detención, lo que en España sería una simple denuncia y punto, hay otras imágenes previas en las que se puede ver cómo no hay resistencia alguna por parte de George Floyd, son imágenes de la cámara de seguridad de un Restaurante. Esta muerte visionada por todo el país ha encendido la violencia, con disturbios y saqueos en Minneapolis pero protestas por todo el país, como ocurriera en Ferguson hace seis años.
Por qué esta violencia en una actuación policial, ¿es porque puede ir armado? En las protestas de la rabia, muchos jóvenes afroamericanos gritan que les están matando.
No es un hecho aislado, en el fondo es la punta del iceberg de una sociedad por desgracia tremendamente racista, en la que hay incluso ciudadanos capaces de mentir descaradamente para acusar a un ciudadano de otra comunidad, y ello en plena metrópoli de la civilización occidental, Nueva York. Se ha visto hace unas horas, una mujer blanca es capaz de llamar a la policía mintiendo clara y descaradamente para decir que está siendo amenazada por un hombre negro que le ha dicho correctamente que ate a su perro.
Curiosamente estas escenas suelen suceder de un blanco hacia un negro o un hispano. En Milwaukee un jugador de los Bucks, Sterling Brown, fue detenido y golpeado por la policía si motivo por lo que fueron sancionados varios policías.
n la película de Clint Eastwood “Mula”, recordarán una de esas escenas que filma Eastwood en las que parece que no pasa nada y te lo está contando todo; un conductor hispano es parado en la autopista para ver si es el sospechoso de transportar la droga, y éste no para de hablar en plena crisis nerviosa que está pasando los minutos más peligrosos de su vida, porque según las estadísticas los momentos más peligrosos para un hispano en EEUU es cuando le para la policía dice. No es una escena casual colocada ahí por Eastwood.
¿Por qué ese racismo incrustado? es la lucha por la supremacía posiblemente, por ser la clase/ raza dominante. En el fondo, los WASP (blancos, anglosajones, protestantes) han dominado la política, el poder y los negocios en Estados Unidos, lo han dirigido todo.
Quién sabe si la elección de su presidente, Trump, se debió entre otros motivos, a ese clamor de los wasp a no perder su peso en el que consideran “su” país, alguien que les dice claramente que va a mandar de vuelta a los hispanos que llegan desde el otro lado de la frontera. El racismo es miedo, y el miedo obedece a instintos primarios.
Esa clase dominante ve con mucha preocupación que otras razas puedan tener más poder, los hispanos (hispanos por favor, no latinos, que es un invento para borrar la raíz e influencia hispana) van a ser cada vez más importantes en el futuro del país, dicho por diferentes expertos, los afroamericanos son fundamentales en la cultura del país, y no digamos en el deporte. Curiosamente en la NBA seguimos viendo muy pocos entrenadores negros, o propietarios de franquicia. Es curioso porque en el país más integrador en teoría, con gente de tantos lugares, con gente agradecida a las oportunidades que tuvieron en Estados Unidos, haya tanta mayoría de blancos también en las esferas de decisión del deporte profesional y un deporte jugado mayoritariamente por afroamericanos ¿No es curioso?
La decencia y la dignidad no entiende color de la piel ni de sexo, en la
concienciación por una sociedad mejor y más justa están implicados todos, y así lo hacen blancos, negros, hispanos o lo que sean, hombres y mujeres, sólo se trata de ser buena persona.