Una victoria muy cara para los Warriors
No, no era esto lo que queríamos ver, dispuestos a observar el primer anillo de Toronto o bien la reacción de Golden State Warriors para alargar la final, pero no estábamos preparados para esto, para ver romperse a uno de los mejores jugadores del mundo. Ganar para perder, quizá, o ganar para conquistar otro anillo, aun a costa de tu mejor jugador.
No, no queríamos ver romperse a Kevin Durant, pero el cuerpo humano no entiende de anillos, ni de partidos terminales o necesidades deportivas. Al cuerpo humano le pedimos, le exigimos y él da todo lo que puede, pero no siempre es capaz de responder a ese pacto no escrito de tú me das y yo te daré. Al fin y a la postre al cuerpo le da igual un anillo, una victoria, da en función de lo que tiene, su calidad fisiológica y la recuperación al esfuerzo y las lesiones. Kevin Durant es una de las referencias de la NBA y uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Un gran anotador, un gran competidor, un conseguidor de anillos, puede que un jugador al que acompaña en los últimos años una imagen de huraño y peleón, un jugador que no ha convivido bien con los medios, y de ahí sus comparecencias con el gesto torcido o enfadado. Pero un jugador estratosférico.
Los Warriors y Durant arriesgaron sabiendo que arriesgaban, que una lesión de gemelo un mes después es muy difícil que esté cicatrizada del todo o curada, y les salió mal. El mejor jugador de los Warriors sólo aguantó unos minutos en pista, llevaba once en la pista de Toronto , 11 puntos con tres triples sin fallo cuando en una jugada normal, al intentar superar a Serge Ibaka, sin ningún movimiento forzado notó algo y soltó el balón. La reacción instintiva cuando se rompe el cuerpo es dejar lo que estás haciendo, porque el cuerpo reclama toda su atención. Durant suelta el balón porque algo se ha roto, se busca insistentemente esa parte más débil de nuestra anatomía que conecta los músculos de la pantorrilla con el pie, busca y casi no encuentra sujeción, nota que el talón de aquiles no está como debería, que le falta algo ahí, se toca sin parar para tratar de entender, pero tiene claro que se ha roto.
Durant se había lesionado el 8 de Mayo con una rotura aparentemente importante en el gemelo, por más que como suele ocurrir en el deporte profesional, no se daba información precisa sobre tiempo de recuperación. Se estuvo especulando con su posible vuelta en la final de conferencia, algo que parecía inviable por los plazos. Posteriormente se esperaba que pudiera reaparecer en la final de la NBA ante Toronto, pero los partidos iban pasando. Y llegó la situación terminal, al borde del KO, los Warriors comparecían en el Scotia Bank Arena de Toronto con un 3-1. Unas horas antes se anunciaba que Durant iba a regresar para este quinto partido.
En ese duro trance del guerrero derrotado por su propio cuerpo, algunos se regodeaban buscando la humillación del rival, que es un deportista sufriendo, son los que quedan en evidencia ante el resto del mundo y ante sí mismos, porque la mezquindad triunfa en sus corazones. El deporte genera grandes tensiones, emociones y grandes rivalidades, pero cuando sucede algo importante, la reacción suele unir más que separar. Es la reacción de Ibaka que alienta a Durant, la de Lowry, la del rapero Drake que ha tenido tantas discusiones con los Warriors. Incluso cuando la reacción es tan miserable como la de algunos aficionados que celebraban la retirada de Durant, surge lo mejor del deporte que es la reacción contraria, Ibaka y Lowry piden a los aficionados que así no, que en mitad de una final se puede (se debe) ser deportista y estar con el rival que sufre. Y así sucedió. Como ocurre siempre con el ser humano y el deporte es una metáfora de la vida, la grandeza y la miseria moral conviven en centímetros.
Nadie podía descartar la victoria de los Warriors, cómo descartar a un equipo campeón, a un equipo con tantos recursos, tanta calidad o tanto amor propio, los campeones no caen con la cabeza gacha, salvo que haya desbandada o cansancio. Lo más increíble tras la lesión de Durant , es que los Warriors fueran capaces mentalmente de sobreponerse no sólo al vértigo de perder el anillo sino al mazazo de perder a su mejor jugador.
Es posible que de haber sabido jugar mejor sus cartas Toronto estuviéramos hablando ya del primer anillo de la NBA de la franquicia y de Canadá, el error es llegar a un final de partido teniéndotela que jugar, porque los Raptors tienen jugadores capacitados para últimos tiros, pero en situaciones terminales los Warriors no sólo son mejores sino que llevan tres guerras mundiales. El campeón es el experto, y tiene a varios especialistas en el momento de la verdad, puede ser Durant (ayer no), pero también puede ser Curry o puede ser Klay Thompson, jugadores que no dudan y reúnen la mayor fiabilidad en momentos de partido.
La cuestión ahora es si los Warriors han sacrificado a una de sus piezas más importantes en pos de otro anillo, o pierden el anillo además de a Kevin Durant por una larga temporada. Sólo el baloncesto lo dirá, pero la final viaja a Oakland y un posible séptimo es en Toronto, donde ya han ganado los Warriors, por lo que ahora verdaderamente sí podemos decir que todo puede pasar.