El momento perfecto - Excelencia Literaria

El momento perfecto

Silvia Marcé

Ganadora de la XIV edición

www.excelencialiteraria.com

Tomás acompañaba a Rafaela a casa después del baile de graduación del instituto. Al tiempo que sus zapatos chirriaban contra el suelo mojado y su respiración se convertía en vaho en el fresco de la noche, algunas ideas fugaces cruzaban su mente después de que, por fin, hubiera conseguido unos momentos a solas con Rafaela.

«¿Es demasiado pronto para cogerla de la mano?… ¿Estará esperando a que pase mi brazo sobre su hombro?… ¿Querrá alargar el camino un par de minutos más?…».

Reinaba el silencio entre los dos adolescentes. Ataviados con sus mejores galas, surcaban las calles bajo la intimidad que brinda la noche a los enamorados.

Mientras tanto, en un vuelo de confusiones, Tomás sentía que en el mundo paralelo del Tiempo los momentos pasaban por Presente, salían de Futuro, cruzaban efímeramente el Ahora para, después, caer en Pasado. Se trataba de momentos correctos e incorrectos, con nombres como «Tómala de la mano» o «Dile que está preciosa».

Pero Tomás era un chico tímido. Sin atreverse a rozar su piel ni a decirle una sola palabra, en un abrir y cerrar de ojos llegaron hasta el portal de Rafaela.

—He disfrutado mucho esta noche —murmuró ella, vacilante.

En Futuro, un momento dorado como el sol estaba cerca de llegar a Presente.

—Yo también he disfrutado mucho contigo —añadió él en voz baja.

El momento dorado se acercaba al umbral que delimitaba Futuro.

—Bien… Pues… Ya estamos aquí… Muchas gracias por acompañarme a casa, Tomás —murmuró Rafaela con un deje anhelante en la entonación, inclinándose levemente hacia él. Tan levemente, que solo alguien tan atento como Tomás pudo darse cuenta.

En ese preciso instante, el momento dorado entró en Presente, con su nombre de oro iluminando toda la ciudad: «Bésala».

Tomás se armó de valor, sonrió y también se inclinó hacia Rafaela con decisión.

A medida que el momento se precipitaba hacia Pasado, la puerta de casa de Rafaela se cerró discretamente y Tomás arrancó a andar hacia la suya, con el recuerdo ardiendo en sus labios.

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