Odisea navideña
Javier Merino
Ganador de la X edición
www.excelencialiteraria.com
Diez años transcurrieron desde que Ulises abandonó Troya hasta que logró el ansiado sueño de volver a su hogar, Ítaca, junto a su familia. Años repletos de aventuras, con peligros y obstáculos ideados por los mismísimos dioses para impedirle ese reencuentro. Un reencuentro esperado, que es precisamente el que da luz a su aventura mitológica. Sin meta no hay aventura, y si esa década de travesía no hubiera tenido un rumbo, no ocuparía un lugar de oro en la historia de la humanidad.
El bueno de Ulises lo habría tenido más fácil si por aquel entonces hubieran existido las aerolíneas. Una de ellas, Iberia, lanzó hace poco una campaña publicitaria con motivo de las fiestas navideñas. En ella, se daba la opción a cuatro clientes de cambiar su vuelo a casa (en países lejanos al nuestro) por uno gratis (incluso con hotel de lujo y dietas) a un destino de ensueño. Después de pensarlo bien, todos ellos rechazaron la oferta, incapaces de renunciar al abrazo a sus seres queridos.
La Navidad es época de encuentros, que cogen un cariz especial cuando vienen precedidos del prefijo re-. Por muchos viajes que inventen las agencias (y eso que la oferta de destinos es cada día más variada), no pueden igualar a la emoción de subirse a un avión cuando al final del trayecto esperan los seres más queridos, el calor de la chimenea, el recuerdo de los abuelos, los regalos de bienes y afectos…
Esta es la segunda Navidad que estoy experimentando esta sensación, pues vuelvo de mi residencia laboral a casa. Ambas tienen en común un elemento: el brillo en mis ojos y en los de mi gente, equiparable al de aquella estrella que guio hasta Belén a los Reyes Magos en su particular odisea, en este caso para encontrarse con Jesús.
Lo cierto es que este sentimiento podría aplicarse a todas las fechas del año, sin perjuicio de que las navideñas tengan una magia especial. Salir de la zona de confort, viajar, conocer otras culturas, residir en el extranjero… son experiencias que nos enriquecen y nos hacen crecer. Pero, no olvidemos nunca de echar un ojo a los portales de las aerolíneas, atentos a la oportunidad de protagonizar una nueva odisea. Sin necesidad de que esta se encuentre plagada de peligros y retos. Ninguno de ellos podría acelerarnos el pulso como la emoción de volver a casa.