Las claves de la reforma
Raúl Vázquez Gómez nació en Lugo en 1937, estudio en el Colegio San Narciso de Marín y se Licencio en Filosofía y Letras con premio Extraordinario en la Universidad de Santiago de Compostela.
Era una persona de gran bagaje intelectual. Pasó años en el Ministerio de Educación con distintos Gobiernos. Conocía perfectamente todos los entresijos de la Política Educativa y los aspectos que había que tener en cuenta para no fracasar, por eso en Diciembre de 1988 se decidió a publicar un informe que llamó LAS CLAVES DE LA REFORMA y que hoy habrá que tener en cuenta en la nueva Ley de Educación que ha anunciado la Ministra Celaá.
LAS CLAVES DE LA REFORMA
Es bien sabido que un sistema educativo no puede considerarse como algo autónomo o aislado del contexto social, político y económico del correspondiente país. En realidad, el sistema educativo es un subsistema social y su éxito o fracaso no depende, la mayoría de las veces, de su bondad intrínseca o técnica sino de factores aparentemente ajenos al mismo.
Una reforma educativa de la envergadura que tiene planteado nuestro sistema educativo no puede desconocer estas circunstancias si se plantea con vocación de mejora real de la calidad de la educación y de permanencia en el tiempo por encima de las inevitables vicisitudes políticas de una sociedad democrática como la española.
Más allá de los planteamientos técnicos -con sus aciertos o errores- que siempre podrán modificarse en el proceso de aplicación y al hilo de lo que el contacto con la experiencia diaria vaya poniendo de manifiesto, el éxito o el fracaso de la Reforma Educativa en proyecto, dependerá de determinados condicionamientos cuyas claves fundamentales son las siguientes:
1. El profesorado. – El profesorado es la pieza clave de cualquier sistema educativo y, por tanto, la actitud que adopte ante la proyectada Reforma será decisiva para el éxito o el fracaso de la misma. Un profesorado desencantado y frustrado en sus legítimas aspiraciones profesionales hará inviable cualquier reforma educativa por muy valiosa que sea su calidad técnico-pedagógica. Las mejores reformas educativas, diseñadas por los mejores técnicos y expertos, se transforman en letra muerta del B. O. E. si no son asumidas con entusiasmo por el profesorado que las ha de poner en práctica.
Si queremos que la Reforma tenga éxito es imprescindible que durante los próximos años el Gobierno y la sociedad española en su conjunto presten una atención preferente a la mejora de las condiciones de trabajo del profesorado de los distintos niveles educativos, al establecimiento de una política eficaz y continuada de formación y perfeccionamiento en ejercicio y a la mejora de la consideración social y de la dignidad de la función docente.
Durante las últimas décadas el prestigio social de la función docente ha ido decreciendo y el malestar del profesorado, incubado desde hace años, ha explotado recientemente con una virulencia y dimensión que ha sorprendido a la sociedad española.
No debemos llamarnos a engaño. La marginación del profesorado en la sociedad española es un hecho y su progresiva pérdida de identidad es un mal que puede traer consecuencias nefastas para la salud y el porvenir de la sociedad española. El problema no se puede arreglar en unos pocos días y sólo con medidas administrativas o gubernamentales. Es preciso generar un clima social que devuelva al profesorado su dignidad, el gusto y satisfacción personal por su elevada función y el entusiasmo -creador e imaginativo- que le permita abordar con éxito los retos que la Reforma educativa plantea.
Todo ello no será posible sin una mejora sustancial de su retribución durante los próximos años, pero las medidas económicas-necesarias
y justas no serán suficientes para producir el cambio del estado de ánimo que se necesita.
2. La financiación. – En el Proyecto de Reforma sometido a debate por el Ministerio no se incluye el apartado correspondiente a la financiación de la misma. Es cierto que no es posible elaborar la memoria definitiva de un Proyecto de Reforma educativa, sometida a debate y por tanto abierto y provisional.
Pero los responsables de la Reforma no deben olvidar que si no se dispone, en un momento, de los recursos financieros necesarios para llevarla a cabo, el fracaso será inevitable. Y, lo que es más grave, la frustración que se creará en el conjunto del sistema educativo será de tal magnitud que hará imposible en los próximos años que ningún nuevo proyecto de reforma sea viable. El desencanto acumulado al que ya produjo la Ley General de Educación y de Financiamiento de la Reforma educativa de 1970 (la segunda parte de esta Ley quedó inédita en las páginas del B. O. E.), puede ser de dimensiones históricas.
La problemática económica y financiera del actual Proyecto de Reforma educativa es mucho más compleja y grave que la de 1970. El objetivo fundamental de aquella Reforma era la ampliación de los niveles de escolarización de la sociedad española de entonces y, por tanto, los objetivos sociales de la Reforma se plasmaban en la construcción de nuevos centros docentes y en la creación de millones de puestos escolares. Aquel impulso inicial tuvo su momento culminante en los Pactos de la Moncloa de 1978 y ha perdurado durante los últimos años en que, finalmente, se pueden dar por alcanzados los objetivos de la plena escolarización.
Por el contrario, el objetivo fundamental del actual proyecto de reforma educativa es la mejora de la calidad de nuestro sistema educativo. Es cierto que un elemento importante de esta Reforma es la ampliación de la escolaridad obligatoria hasta los 16 años pero, con ser importante, este objetivo de la Reforma (demandado hace tiempo por la sociedad española y al que nadie ha puesto el menor reparo) no se puede considerar como el fundamental de la misma. Entre otras cosas, porque la escolarización de 14 a 16 años ha ido afortunadamente creciendo durante los últimos años y está a punto de alcanzarse la plena escolarización de hecho, sin necesidad de una Ley que lo imponga. Sí es necesaria una Ley para declarar este tramo
obligatorio y, por tanto, gratuito de acuerdo con lo previsto en el artículo 27 de nuestra constitución.
Todo el mundo está de acuerdo en que lo que necesita el sistema educativo español es una mejora sustancial de la calidad y una adecuación a las necesidades del desarrollo económico e industrial que la sociedad española necesita con vistas a la inmediata integración europea.
Las reformas cualitativas, en contra de los que ingenuamente se pueda pensar, son mucho más difíciles llevar a la práctica y exigen una cantidad de recursos económicos notablemente superiores a los que se necesitan para realizar las meras reformas cuantitativas.
Una buena educación es siempre una educación cara. La calidad no se mejora automáticamente con la simple modificación legal de las estructuras vigentes de un sistema educativo. La política educativa que se proponga mejorar realmente el nivel de nuestra educación ha de ser una política eficaz y duradera, cuyos resultados no se alcanzarán hasta pasados muchos años.
Mientras los éxitos cuantitativos, de creación de puestos escolares, son relativamente fáciles de obtener por los propios iniciadores de las Reformas, los éxitos de la mejora cualitativa de un sistema educativo es siempre una cosecha a largo plazo que no suelen recoger los autores de la reforma.
Por eso la tentación de la retórica o de la utopía frustrante acecha frecuentemente a las Reformas educativas de este tipo, independientemente, y dejando siempre a salvo, la buena intención de sus autores.
Ni los indicadores técnicos pertinentes, ni la opinión pública de la masa social, permiten evaluar el esfuerzo que se haga por mejorar la calidad de nuestro sistema educativo en un plazo de tiempo relativamente corto.
Y estas dificultades, normales de toda Reforma educativa de este tipo, pueden verse agravadas por la situación económica general de nuestro país.
Una situación de desempleo de las magnitudes que tiene la economía española puede dificultar extraordinariamente el éxito de una Reforma educativa de las Enseñanzas Medias. Es muy distinto diseñar una Reforma del Bachillerato y Formación Profesional en una
situación de pleno empleo que en otra como la actual en que el paro juvenil es una de las cuestiones más graves que afectan al presente y al futuro de la sociedad española. Cuestiones técnicas como la dimensión y estructura del Bachillerato o la posibilidad real de una Formación Profesional en régimen de alternancia se ven notablemente complicadas por la situación presente del sistema productivo con fenómenos tan preocupantes como el crecimiento de la economía sumergida, el aumento del paro juvenil o el régimen de contratación laboral.
En esta situación la Reforma educativa no tendrá éxito si por parte del Gobierno y de las autoridades económicas del país no existe la voluntad firme de incrementar los gastos en educación durante el próximo decenio en una cuantía que permita duplicar el Presupuesto actual de las Administraciones Públicas educativas hasta alcanzar 6% del P.I.B. (Producto Interior Bruto) para homologarnos con nuestros socios de la Comunidad Económica Europea.
3. La clave política. – Por todo ello, el planteamiento de esta Reforma educativa desborda con creces los límites de la decisión administrativa de un Gobierno o de la voluntad de un determinado partido político. La cuestión educativa debería ser una cuestión de Estado y la mejora de la calidad de nuestro sistema educativo debería convertirse en el gran objetivo nacional de cara a nuestra entrada en la Europa comunitaria, en estos últimos años del siglo XX, que permitan la modernización de las estructuras económicas, sociales y culturales de nuestro país.
Para ello es preciso alcanzar un consenso nacional entre todos los sectores afectados por el problema educativo (partidos políticos, sindicatos y organizaciones empresariales, instituciones sociales, profesores, padres y alumnos).
Es cierto y es de justicia reconocerlo- que el Ministerio de Educación ha llevado a cabo una amplia consulta y ha propiciado un fructífero debate durante los últimos meses sobre el sentido y los objetivos fundamentales de la Reforma proyectada. Es imprescindible, si se quiere que la Reforma tenga éxito, que este espíritu de participación continúe en las fases siguientes del proceso de diseño definitivo y puesta en práctica de la Reforma.
Si el resultado de esta consulta previa se redujere a una ritual referencia en el preámbulo de la correspondiente Ley que establezca
el contenido de la Reforma, de que han sido oídos los sectores afectados, de poco habría servido el esfuerzo ilusionado de cuantos han atendido la llamada del Ministerio a participar en este debate.
Si, por el contrario, se alcanza un gran consenso nacional sobre las líneas maestras de la Reforma y se logra que la sociedad española en su conjunto asuma el Proyecto del Gobierno, las dificultades de la aplicación de la Reforma podrán ser superadas y su éxito garantizado.