El concilio de Juan XXIII
El 7 de diciembre de 1990, el cardenal Jubany publicaba en la Vanguardia un artículo interesante sobre lo que ocurrió en el Concilio.
“Asistí a las 171 sesiones plenarias de las cuatro etapas y participé activamente en el trabajo arduo y oculto de una de las comisiones”.
Juan XXIII lo convocó inesperadamente. Como hombre intuitivo, reconoció que la Iglesia debía hablar adecuadamente al mundo moderno. Comprendió que era urgente convocar y presentar el depósito sagrado de la doctrina cristiana de “manera más eficaz” para que se presentara en los ambientes de la múltiple actividad humana, individual, familiar y social.
En el aula, señala Jubany, se trabajaba con plena libertad, no faltaron dudas, divergencias y debates, algunas veces preocupantes, fue como dijo Jean Guitton: “La inmensa imagen de lo que existe en cada conciencia humana cuando se trata de tomar una grave decisión”. No siempre reinó la calma en el entorno del Concilio. El Cardenal De Lubac nos recuerda: “La existencia de un paraconcilio que acompañó nuestro trabajo dando lugar a una creciente agitación”. Al mismo tiempo nació un movimiento apoyado y animado por ciertos grupos siempre dispuestos a utilizar o deformar cualquier versión o texto que procediera del aula conciliar. No faltó, por otra parte, un “metaconcilio”, ansioso de una restauración de la Iglesia que suprimiera las enseñanzas de Trento y del Vaticano I. La cantidad de noticias y comentarios de la prensa en todo el mundo explica el hecho de que el pueblo se enterara más de lo que se decía, que de lo que el Concilio realmente enseñaba.
El Vaticano II, ha sido y seguirá siendo durante mucho tiempo una fuente inagotable de doctrina y de acción pastoral, en el sentido más pleno de la palabra, pero Monseñor Juvány se hace esta pregunta: ¿han leído sus textos los que lo aplauden o los que lo discuten, y también aquellos que se esfuerzan en interpretar, más o menos eso que se llama su espíritu?….
No me refiero a las generaciones jóvenes para las que el Concilio constituye un hecho religioso lejano, arrinconado en las páginas polvorientas de la historia, pero vale la pena estudiarlo porque su finalidad fue muy ambiciosa: renovar los pensamientos, las actividades, las costumbres de los cristianos ante un mundo espantosamente cambiante para llenarlo de una nueva fuerza moral, de sana alegría y de firme esperanza. Guitton dijo “Es tremendo leer el reto de cristianismo, leer las Actas del Concilio son una edición del Evangelio eterno”.
Hoy la Humanidad sufre una tremenda transformación, hoy como siempre el reto de la Iglesia y del cristiano es el de ser protagonista de su propio futuro: ¿fue un ingenuo Juan XXIII al afirmar que el Concilio era como el alba naciente de un día luminoso que se levanta en la Iglesia?….