El calor
Empieza de verdad. Durante el día las calles están prácticamente vacías y las casas tienen las persianas bajadas para protegerse del sol. Es la canícula.
Los aparatos de aire acondicionado están apagados, porque la mayoría de la gente no puede pagar el recibo de la luz que ha subido una barbaridad.
Estamos prácticamente en agosto y mucha gente se ha ido de vacaciones. Apetece el gazpacho, las ensaladas y el pescado y la carne a la plancha.
Los perros no pueden salir durante el día porque se quemarían las almohadillas de las patas en el asfalto y cuando salen por la noche se tumban en el césped de los parques revolcándose en la hierba.
La televisión nos entretiene con series turcas, con argumentos que se desarrollan en medio de grandes tragedias, con interminables espacios de publicidad.
Lo único interesante son los Juegos Olímpicos. Merece la pena contemplar a los atletas competir por las medallas de oro de plata o de bronce, todos ellos se han preparado durante muchos años con el sacrificio que supone la disciplina diaria de los entrenamientos. Pero al lado de estos jóvenes hay otros que no tienen más objetivo que participar en botellones, creando problemas de orden público, contagiándose del peor enemigo que nos acecha.
Los hospitales se vuelven a llenar y los médicos advierten del peligro que supone… ¿les hacen caso?….
Es la voz que clama en el desierto.