Como Limónov, hay quien no fracasa como artista pero sí como persona
Partiendo de la base de que, creo, no padezco de megalomanía, quizá se me ha pegado todo lo malo de Limónov después de leer a Carrère y por eso me parece un gilipollas. Así, con todas las letras y de la cabeza a los pies. Ahora, escribo esto desde lo que la descripción del escritor francés proyecta en mi mente. Puede ser que no lo haya captado de la forma correcta o es que, simplemente, escribe tan sumamente bien que deja volar tu imaginación. No tengo el placer de “conocer” a Limónov en su faceta de escritor, aunque lo haré. Por el momento he descubierto el retrato de una persona que encarna todo lo deleznable que, bien apretujado, cabe en el planeta Tierra; exagerando, claro, pues hay gente más vil y cruel campando a sus anchas. Por cierto, editado en castellano por Anagrama.
Varios apuntes sobre el libro. Uno, magnífico. Dos, voy a dividirlo en dos partes. La primera estaría reservada a las influencias artísticas e intelectuales de Limónov (todas una mierda para él, cómo no) y las vías empleadas para convertirse en alguien famoso, que es lo único que le ha importado desde que nació. La segunda, bastante más densa que la primera, dedicada al momento político en Rusia y países balcánicos, especialmente durante la guerra de Bosnia. Para estudiarla. Reconozco que esos últimos capítulos se me atragantaron un poco, porque me pillaron con las defensas bajas.
Pero bueno, vamos al ajo. Eduard Limónov, nacido Savienko en Ucrania en 1943, reúne todo lo que no te gusta de cada una de las personas a las que conoces. Todo le sirve con tal de alcanzar su objetivo, una vida, para él digna, que consiste en ser un héroe; que todo el mundo sepa quién es y le admire. Para él, las cosas que nos hacen feliz al común de los mortales son justificaciones de fracasados. Bueno, supongo que todos tenemos sueños y aspiraciones, pero no todo vale con tal de llegar a la meta. Me recuerda un poco a Puigdemont, la verdad. Por poner un ejemplo.
«Veamos lo que escribe Eduard sobre el niño leucémico: Y, bueno, el pequeño morirá de cáncer ¡y luego mierda! Sí, es guapo, sí, qué pena, pero lo mantengo: ¡y luego mierda! Mucho mejor, incluso. Que estire la pata, el crío de los ricos, yo me alegraré. ¿ Por qué tendría yo que enternecerme y compadecerle cuando mi propia vida, seria y única, la han destruido todos estos asquerosos? ¡Muere, chaval condenado! No te salvarán ni el cobalto ni los dólares. El cáncer no respeta el dinero. No retrocederá aunque le ofrezcas miles de millones. Y está muy bien que así sea: al menos en esto todo el mundo está en pie de igualdad»
Alcanzó la fama, tanto en el mundo de la cultura como en el de la política. Pero de su rastro de baba de caracol emerge una familia destrozada, mujeres trastornadas y abusadas, homosexuales humillados y quién sabe si croatas y serbios, los últimos sin querer, abatidos. Cuánto hay de verdad y de mentira en este libro solo lo sabrá él, pero hay una cosa muy cierta, el impecable trabajo de Carrère para ofrecer un retrato lo más fiel posible de este personaje. Decenas de entrevistas para cosechar infinitos detalles sobre su personalidad, un minucioso estudio más que una mera lectura de las obras del protagonista, así como una sintetizada pero extensa documentación histórica de los años de los que habla. No obvio tampoco sus experiencias nómadas que a destiempo compartió con el ruso.
¿Una clase de historia soviética y postsoviética? Carrère hace un resumen estupendo de la transición que vivió Rusia desde el descenso de Stalin hasta la llegada de Vladimir Putin, ese señor miembro del KGB que desde Berlín tuvo que regresar a Rusia tras la caída del muro. Y de casi taxista llegó a presidente. ¡Toma ya! Uno Limónov y otro medio Limónov (perdón por la broma porque es malísima). Rusia era un hervidero desde que empezó a desmantelarse el stalinismo; un golpe de Estado constante amenazaba a todos los mandatarios que pasaban por la Casa Blanca rusa. En definitiva, sin explicar nada, el contexto sociopolítico es hostil y, en parte, es entendible que, de la nada, ahora nuestro Limónov quisiera salvar a sus camaradas y fundase el Partido Nacional Bolchevique.
«Cuerpos torturados, violáceos, carbonizados. Gargantas degolladas. Olor a carne que se descompone. ¿Quiénes eran esos hombres? ¿Serbios? ¿Croatas? (…) Da igual. Eduard sabe que en ambos bandos hay el mismo número de campesinos injustamente expulsados de sus casas, de víctimas inocentes y combatientes valerosos. No cree que un bando tenga toda la razón y el otro esté totalmente equivocado, pero tampoco cree en la neutralidad. Un neutral es un gallina, Eduard no lo es y siente que el destino le ha situado al lado de los serbios»
Y se va acercando el final y llegan los momentos de flaqueza. Cierras los ojos y te imaginas con la vista fija en el cabecero de su cama, que presiden Gadafi, Charles Manson y él. ¿Quién coño pega una foto suya a modo de atrapasueños y se va todos los días a la cama después de echarse un ojo? Ni que decir tiene que tampoco considero elecciones muy acertadas las de Charles Manson y Gadafi. Le das vueltas a la cabeza e intentas ponerte en su lugar. ¿Cómo una persona que considera fracasado a prácticamente todo el que le rodea puede querer dedicarse a la política? ¿Cómo no puede ni tan siquiera sentir tristeza porque un niño se vaya a morir de cáncer? ¿De verdad consideraba que Solzhenitsyn era mal escritor? ¿Y Pasternak y Navokob? ¡Por favor, Eduard!
Entonces es cuando quiero creer que Savienko no era así, ahora es todo un personaje. Todo lo estrafalario, lo provocativo y lo deleznable lo ha hecho, y supongo que lo hace, para engendrar a Limónov y alcanzar su objetivo. Me vino precisamente a la cabeza una frase más que leída de Kapuscinski, la de que para ser buen periodista hay que ser buena persona. Si me ciño a mi reflexión final, entiendo que por eso Limónov no es periodista, porque en un libro no hay por qué decir la verdad. Y si me equivoco en esto, entonces el que ha fracasado es él. Mejor leer. Para ver, estará en la feria del Libro firmando libros en la caseta de Fulgencio Pimentel.
Titulo: Limónov
Autor: Emmanuel Carrère
Editorial: Anagrama
Fecha de Publicación: 2013 (esta edición)
Número de Páginas: 396
Precio: 19,90 €
Por favor, no hay que olvidar que el libro de Carrère es una “NOVELA de no ficción”.
El verdadero Eduard Limonov es muy diferente del personaje de Carrère.
Hay que leer sus propios libros para entenderlo.
Existe un sitio web independiente dedicado al verdadero Limonov, con gran cantidad de información reciente que no se encuentra en el libro de Emmanuel Carrère:
http://www.tout-sur-limonov.fr/
La primera página del sitio, parcialmente traducida al español:
http://www.tout-sur-limonov.fr/334947290
¡Hola! Gracias por comentar.
He puesto en la entrada que no lo conozco como escritor y que básicamente analizo la figura de Limónov desde la descripción que hace Carrère. También imagino que habrá cositas que se hayan pasado por alto y demás.
Gracias por los enlaces