«En un mundo en el que proliferan las mentiras, la hipocresía se manifiesta como lo sincero»
Sin duda, la conversación de Yan Lianke (Henan, 1958) es tan profunda e interesante como su literatura. Un discurso pausado, psicológico y hondo que nos lleva a reflexionar sobre la realidad de sus novelas, de sus historias chinas. Quizá por eso no es extraño que para él la literatura sea «una forma rica y artística de expresar con palabras el fuero interno del ser humano y la realidad que lo rodea» o, en otras palabras, «una suerte de comunicación entre el hombre y el mundo que se produce cuando el alma es liberada después de haber permanecido durante largo tiempo encerrada en una jaula oscura». Pese a la belleza, sus novelas son asunto delicado en China, siempre polémicas.
– ¿Qué poder tiene la literatura?
– «Mis obras son siempre objeto de polémica porque doy rienda suelta a lo que llevo dentro de una forma demasiado real, porque expreso mi realidad interior y mi cognición de la realidad externa con sinceridad. A decir verdad, yo no soy el único escritor chino que aborda los dilemas del pueblo chino y su realidad. Son muchos los escritores que lo hacen. Sin embargo, cada uno recurre a sus propios métodos en este proceso. Algunos matizan la realidad, mientras que otros la abordan con una mayor profundidad. El poder de la literatura puede adoptar formas muy diversas, por lo que no podemos reducirlo a una sola. Yo, personalmente, considero que la literatura honesta y sincera presenta una fuerza mayor, más artística y perdurable»
Cuando nos convertimos en lectores asiduos de Yan Lianke sabemos que nos va a hacer sufrir. Sus aparentes tragedias nos removerán la conciencia. Historias locales que se vuelven universales en lo espiritual, como ha pasado con su última novela publicada en España, «La muerte del sol». «Mientras la escribía, medité mucho acerca de cómo ir más allá de la historia y la realidad chinas. Cuenta una historia china, pero su sentido trasciende de lo chino, pues atañe a lo humano».
En ella, los habitantes de un pueblo cercano a los montes de Funiu, esclavos de sus vidas, sin saber cómo, han dejado que sus mentes sonámbulas actúen a merced del egoísmo. Se buscan paralelismos con la actualidad, aunque el remordimiento, el rencor y la envidia es una pandemia que nos ha infectado a lo largo de la historia.
– ¿Qué aspecto negativo del hombre es el que más le repugna?
– «Detesto las mentiras y la hipocresía. Mi vida está llena de ellas. Cuando las mentiras abundan, la gente acaba por no poder vivir sin ellas, como ocurre con el agua o el aire. En un mundo en el que proliferan las mentiras, la hipocresía se manifiesta como lo sincero, o parece incluso más sincero aún, falsedades y mentiras se confunden, y las primeras acaban convirtiéndose en un credo»
En la construcción de la psicología de sus personajes, Lianke es minucioso. Nos presenta a gentes marcadas por la vida de China que no conocemos, la que entierra la actividad frenética de Pekín, Shangai, Cantón, o la más recientemente conocida Wuhan; zonas que a los lectores se nos pueden antojar olvidadas. Pero Lianke es contundente: «no podemos hablar de olvido». «En estos momentos, por ejemplo, se están llevando a cabo grandes campañas para erradicar la pobreza en las zonas rurales de todo el país». Destaca también que en la actualidad, el Gobierno chino hace hincapié en que en muchas regiones se ha superado por completo las condiciones de pobreza, esto es lo que les recuerda «que las zonas rurales no han sido olvidadas».
«Mi niñez estuvo marcada por la revolución y el hambre (…) En aquella época, nunca comíamos hasta saciarnos y apenas tenía esperanzas puestas en el estudio»
Es parte de la vida que él conoce, en la que el olor a trigo inunda las calles, la de la cultura oral, donde abundan las leyendas, la que también viven sus personajes humildes a los que el hambre les arrebató el aliento; de la que siempre quiso huir refugiándose en su condición de escritor pero que nunca pudo abandonar del todo.
– ¿Cómo fue su niñez y cómo le ha influido a la hora de escribir?
– «Mi niñez estuvo marcada por la revolución y el hambre. Apenas habíamos dejado atrás la gran hambruna, China se vio inmersa en la década de la Revolución Cultural, por lo que hambre y revolución fueron la tónica de mis años de juventud. En aquella época, nunca comíamos hasta saciarnos y apenas tenía esperanzas puestas en el estudio. En cualquier caso, los libros a los que por entonces teníamos acceso eran casi inexistentes, pues todo lo que se saliera de las llamadas “novelas revolucionarias” era considerado contrarrevolucionario».
Se confiesa amante de Vargas Llosa y desvela que en su faceta como escritor han influido nuestros autores. «No puedo dejar de dar también las gracias por la literatura en lengua española, que tanto ha nutrido la literatura china en general, y la mía en particular». Por eso sorprende que este escritor tan local y a la vez universal, leyese su primera novela extranjera a los 20 años. «Daba por hecho que toda la literatura universal se asemejaba a esas historias revolucionarias que teníamos en China. No fue hasta que entré en el Ejército, que descubrí por primera vez la literatura extranjera». Esa primera novela fue «Lo que el viento se llevó», de Margaret Mitchell.
«China y la antigua Unión Soviética eran muy parecidas (…) Si no hubiera existido el socialismo de la Unión Soviética, tampoco existiría el socialismo chino actual»
La política, el socialismo y el comunismo, está presente en muchos de sus textos. Al leer a Lianke, concretamente «Los besos de Lenin», me vino a la cabeza el documental «My favourite war» de la letona Ilze Burkovska-Jacobsen. En él, Ilze cuenta cómo durante la Guerra Fría la URSS adoctrinaba a los jóvenes a través de sus escuelas socialistas, esos centros que tan bien conoce el jefe Liu (uno de los protagonistas de «Los besos de Lenin»).
– ¿Cómo se consigue abrir la puerta para dejar entrar la luz?
– «China y la antigua Unión Soviética eran muy parecidas. A la cercanía geográfica se unía además su orientación socialista y comunista, lo que dio lugar a muchas similitudes. En aquellos tiempos, China utilizaba el calificativo socialista “gran hermano soviético” para referirse a la URSS. Dicho de otro modo, si no hubiera existido el socialismo de la Unión Soviética, tampoco existiría el socialismo chino actual. Los sentimientos que la Unión Soviética despertaban en el pueblo chino eran, no obstante, complejos, y muy difíciles de resumir en pocas palabras. En la actualidad, como escritor, mi deseo es dejar atrás todo esto. Al hacerlo, logro hacer que la luz entre; de lo contrario, la vida, para mí, carecería de esa luz».
Y cegado por esa luz, deja que en su obra entre la Historia de China, con sus errores y sus aciertos. Nos habla de sus dioses y de sus héroes, en ocasiones caricaturizados. «Han sido muchos los que me han dicho que escribir no tiene sentido, que nada se puede cambiar». Pero Lianke no escribe para cambiar nada, únicamente para sí mismo, «para mi alma», dice, aunque quizá sí consigue remover conciencias.
En España podemos disfrutar con total libertad de una importante muestra de su obra, gracias a Editorial Automática, mientras sus coterráneos siguen sin poder acercarse a gran parte de su prosa injustamente castigada por la censura China. Ni siquiera los premios (Franz Kafka, Lu Xun y Lao She o Flower Trade of World Chinese Literature) y las distinciones (propuesto para el Príncipe de Asturias y el Nobel) han logrado imponerse a la arbitrariedad del régimen chino. Quizá la literatura sea realmente una especie de arma con la que combatir el adoctrinamiento.
La traducción o cómo mantener la esencia de la literatura
«Al mismo tiempo, me gustaría dar las gracias a mi traductora y a mi editorial, pues ha sido gracias a su trabajo y esfuerzos que La muerte del sol ha podido llegar a los lectores».
Es él mismo quien no se olvida de ellos, de los culpables de que podamos habitar durante un pequeño lapso de tiempo en sus novelas. Belén Cuadra Mora es su traductora de cabecera en España, lo conoce bien, y no se me ocurre un broche mejor en este pequeño homenaje. Porque yo siempre me imagino al traductor como una extensión del propio autor que lucha por mantener la esencia de su literatura. «Toda traducción implica una transformación, una contaminación. Incluso cuando tenemos un equivalente claro, lo más habitual es que la sonoridad y el ritmo varíen irremediablemente en la traducción. Esa sonoridad es lo primero que perdemos, porque el chino, y esto nadie podrá negarlo, suena diferente al español», explica Belén.
Apasionada de la originalidad del autor asiático y su habilidad «empleando la sátira y el absurdo» para presentar las realidades actuales o históricas de China, a través de su lectura Belén es capaz de «conectar con esa humanidad más profunda, de la que todos sus libros se ocupan». Leyendo algunas de sus novelas es imposible que alguien pase por alto la complicación de su tarea.
– ¿Qué destacaría de la literatura de Lianke como lo más complicado de trasladar al lector en España?
– «Yan Lianke es un escritor dotado de una gran originalidad, que se vale de la que ya de por sí es un idioma maleable para crear un lenguaje muy vivo, sazonado de términos de creación propia y una prosa que rebosa imaginación, no solo en el fondo sino también en la forma. El ritmo y el estilo de su escritura, siempre diferentes en cada novela, no son fáciles de trasladar»
– ¿Cuál es la obra que más le ha costado traducir?
– «Cada libro plantea un desafío diferente. Algunos que podrían parecer más sencillos acaban siendo especialmente complicados (…) En todo caso, creo que la más complicada ha sido probablemente Los besos de Lenin»
– En «Los besos de Lenin» hay muchísimo simbolismo además de innumerables referencias a la cultura china y algunos acontecimientos históricos ¿Complican todos esos detalles la traducción?
– «Las referencias históricas o culturales, así como el simbolismo, pueden tener difícil traducción, sobre todo si partimos de la asunción de que el lector español medio no tiene por qué estar especialmente familiarizado con la realidad o la historia chinas. Muchas de estas referencias se pueden aclarar, por ejemplo, en una nota, un recurso que tiene sus detractores, pero que, cuando nos acercamos a literaturas tan lejanas, es imprescindible para comprender, no digo ya todos los matices e implicaturas de cada palabra, porque esto sería imposible, pero sí pasajes concretos o alusiones más claras que el lector chino entendería a la primera».
Lianke desprende una literatura que, os garantizo, os hará biengozar.
Fotografía Lianke: PSY Photograph
Alguna novela de Lianke: «Días, meses, años»
Otros libros de Automática Editorial: Versión Original, Isla Crimea, La caja negra.