No me siento menos mujer (I)
No me siento más mujer porque los directivos de una entidad reconozcan mi trabajo o valoren mi inteligencia. Tampoco me siento mucho más mujer porque, de repente, alguien descubra mi talento. Es verdad que me da un chute de alegría saber que el esfuerzo tiene su recompensa. Pero, más mujer, no. A mí, no me hace sentir más mujer.
No soy menos femenina por decir lo que pienso de forma vehemente ni más masculina por soltar un taco.
Nada de esto me provoca una sensación de superioridad o inferioridad. Soy mujer, podía haber sido un hombre, pero soy mujer, ¿y?
Un halago no me hace sentir más sexy. Que me den con la puerta en los morros o me miren con cara tipo «¡pobrecita esta dónde cree que va!», no me hace sentir imbécil.
La historia de marcar las diferencias entre hombres y mujeres me pone mala. Pero cómo se reivindica la igualdad me pone aún peor.
TODAVÍA convivo con personas que actúan creyendo que tienen que darme algo ¡por ser mujer!
-¿Días libres por tener la menstruación? No, gracias. No necesito un descanso especial. Tampoco quiero el castigo «estará en esos días». Una afirmación, por otro lado, que me parece de mal gusto y me da una idea del personaje (hombre o mujer) que tengo delante.
-¿Sustantivos o adjetivos que terminen en «-a»? No, gracias. Lo último de esta temporada es portavoces y portavozas. Merece la pena leer el artículo de Raquel Gómez Otero, titulado «Gracias ‘portavoza’ Montero«. Puedo estar de acuerdo con «lo que no se nombra parece que no existe» pero todo tiene un límite. Podemos cambiar el lenguaje pero cuidado con hacer cosas que «puedan sonrojarte».
-¿Y si ponemos una figura femenina al lado de otra masculina en un semáforo? ¡Ay qué bien! Un primer paso para que se vea que las mujeres somos relevantes, ¿no? Y para que se note bien que hay distinción de sexos que la «peaton-a» lleve un vestido y el pelo largo. No, gracias.
El concepto «feminismo» …
Ahora mismo, la verdad es que, no se si soy una mala mujer, una mujer mala o soy feminista.
¿Estamos hablando de feminismo cuando se deja sin trabajo a las azafatas de la Fórmula 1? – por cierto, parece que su ex trabajo lo van a hacer niños que compiten en karts o en torneos de formación, ¿dirá algo el defensor del menor?- Estaría muy bien preguntar a las afectadas antes de tomar ninguna decisión -aquí puedes escuchar el testimonio de una azafata-.
Como «otros» consideran que es «machista y anticuado» pues nada. Yo diría adiós a los certámenes de belleza, pero solo a los femeninos (coincido en este punto con el artículo de Carolina San Miguel, titulado «Azafatas y feminismo ¿incompatible?») Y no seamos o vistamos de forma sexy porque eso debe de estar reñido con la inteligencia.
Luchar por el feminismo es ¿vetar a un hombre por decir un piropo? Que si el mensaje es obsceno, o no, ya lo decidirá cada una, ¡digo yo!
No sé si el feminismo es reivindicar más presencia de la mujer en el ámbito laboral y a la vez no estar de acuerdo con la paridad. Si es ir en contra de quienes optan por hacerse «las rubias» (yo lo soy, y reconozco que lo utilizo a mi favor cuando la persona que tengo delante cree que soy boba. Un arma de mujer como otro cualquiera, si quien tengo enfrente no lo ve, ¿quién es el tonto?). O quizá querer igualdad es atacar el acoso sexual y luchar contra la violencia hacia la mujer.
¿Ser feminista es estar de acuerdo con todos estos puntos? ¿O solo con alguno? ¿Con cuáles?
… y su mala estrategia de comunicación
Los cimientos en los que se está sosteniendo el feminismo actual me parecen poco sólidos. ¿Cómo es posible que tenga más alcance mediático «portavoces y portavozas» que la lucha contra el acoso sexual? Mi reflexión es que esto se produce por una falta clara de buena comunicación y por haber dejado, entre todos, que el verdadero concepto de feminismo se desvirtúe.
Estamos haciendo un batiburrillo con todo (incluimos cosas que solo hacen ruido mediático y frenan cualquier avance para conseguir lo que realmente se necesita). El feminismo no puede ser un término que abarque todo lo que a alguien se le ocurra. Hay que empezar por saber bien cuál es el objetivo y a partir de ahí establecer una comunicación eficaz.
1. Una cosa es el movimiento contra el acoso, que se evidenció en los Globos de Oro -la versión española de #Metoo es La caja de Pandora- y otra es reivindicar el papel de la mujer en el ámbito laboral. Más mujeres era el lema de los Premios Goya 2018. El propósito de la Asociación de mujeres cineastas está claro en su conjunto pero ¿está bien explicado? Porque puedo entender que «más mujeres» va unido, irremediablemente, a menos hombres. Y ¿era eso lo que se pretendía? Creo que no.
2. No se puede tratar desde la misma perspectiva la ablación femenina, la violencia contra la mujer, el acoso sexual y el estudio económico que le supone a una empresa poner una guardería para que LAS MADRES cuiden de sus pequeños en el trabajo.
3. No se me puede olvidar la paridad. Podría gritar ¡me encanta la idea! Pero no. Paridad es… ¿Primero elegimos a los varones y luego ya al otro 50%? ¿Esta es la igualdad? Aquí entiendo que no se cuenta el sexo de quienes tengan «algún enchufe».
-¿Y si ellas no están preparadas para ese puesto en concreto? ¡Da igual, el caso es que vamos a ser directivas!
-¿Y si ellos no están preparados? ¡Da igual, son hombres!
Siento que se nos falta el respeto cuando se habla de paridad. Pensar en mujeres como un tanto por ciento significa que por la I de inteligencia no aparece nada cuando se habla de nosotras. Tampoco por la T de talento ni por la C de compromiso. Y creo también que se falta al respeto a los hombres. Ellos también ocuparían ese cargo solo por ser varones y a ellos también les afecta ese 50%. Si yo estoy más preparada que un hombre para un puesto, ese lugar debería llevar mi nombre. Si un varón es mejor que yo, merece ese cargo.
¿La paridad arregla la brecha salarial? Ah, no. Ese es otro tema.
Estamos hablando de asuntos que merecen ser tratados con cuidado y mimo. Cada problema necesita una solución. La misma solución no vale para todos los problemas. Por lo tanto, a contenidos diferentes estrategias de comunicación distintas.
¿Quiero igualdad? Sí
Eso es lo que creo que es el feminismo: luchar por la igualdad entre hombres y mujeres dentro de nuestras diferencias, que las tenemos. Sin hacer de menos al hombre y sin crear distinciones entre mujeres. Y no me considero menos mujer por esta afirmación.
La Real Academia de la Lengua Española debe dejar de asociar el adjetivo fácil a la mujer. Si no tiene a bien hacerlo me parecería un error, pero entonces que incluyan al hombre en la definición de ese adjetivo. Quedaría así: «fácil: Dicho especialmente de una mujer y de un hombre que se prestan sin problemas a mantener relaciones sexuales».
Creo que hay campañas feministas que menosprecian a las mujeres y fomentan arrinconar a los hombres. Reivindiquemos y actuemos por una igualdad sin subestimar al otro. De otra forma estaremos haciendo lo mismo de lo que nos quejamos.
¿Puede haber un liderazgo femenino y otro masculino? Sí. Cada uno tiene sus cualidades y fortalezas pero la base de ambos es clara: Liderar es servir. Siempre hay una base común.
El respeto no es negociable. Respeto para el hombre que cree en la igualdad de sexos y respeto para la mujer que pide lo que le corresponde y lucha contra la injusticia.
Quizá no mido o no entiendo las cosas como muchas mujeres. O quizá, si. Pero estoy segura de que en lo fundamental TODAS ESTAMOS DE ACUERDO.
«Cada problema necesita una solución. La misma solución no vale para todos los problemas.», más claro el agua.
Gracias Julio
Algunos/as han pasado de feministas/os a oportunistas/os y de estar cansados/das a ser cansinos/nas
Gracias Viviana
El oportunismo está en todos los luģares.
Ése es el gran problema: que en la campaña global feminista se ha ninguneado al varón. Como si él fuese responsable único de todos los desajustes entre hombres y mujeres. Buen artículo
Gracias José Luis. Se ha ninguneado al varón y a otras mujeres pero no solo desde campañas feministas. El concepto paridad, político, es ejemplo de ello.
Cuando las cosas están bien, Virginia, lo mejor es no tocarlas. Otro aspecto ilustrativo sobre el tema es el del lenguaje en la política, que deja en bastante mal lugar a quienes se ven en la obligación de redefinir el género, cuando siempre el masculino incluía la referencia al femenino.