¿Es cierto que Alfred Hitchcock era más que un ‘mirón’?

¿Es cierto que Alfred Hitchcock era más que un ‘mirón’?

¡Mis queridos palomiteros! ¿Es cierto que Alfred Hitchcock era más que un ‘mirón’? El cineasta londinense –de quien llevamos tiempo hablando desde esta página– nos introdujo en la retina formas y maneras de consentir mirar y ser mirados. ¿Pero cómo tradujo en imágenes esta actitud en sus personajes?

Barbara Bel Geddes en Vértigo, dirigida por Alfred Hitchcock, 1958
Barbara Bel Geddes en Vértigo, dirigida por Alfred Hitchcock  

“¿No somos todos voyeurs?”, preguntaba Hitchcock a Truffaut. “Le apuesto —decía Hitchcock— a que nueve de cada diez personas que contemplan al otro lado del patio a una mujer que se desnuda antes de irse a acostar, o simplemente a un hombre que ordena las cosas en su habitación,  y no podrán evitar mirarlo”.

Farley Granger y James Stewart en La soga, de Alfred Hitchcock
Farley Granger y James Stewart en La soga, de Alfred Hitchcock

En La ventana indiscreta, Jeff se convierte en un obsesivo ‘mirón’. Una nueva víctima de esta curiosidad inagotable y morbosa será el policía Doyle, que contempla con delectación los preparativos de Lisa para una pretendida noche de amor en el apartamento de Jeff. Tras irrumpir en la estancia, se recrea con la sombra de la muchacha proyectada en el techo de la habitación una improvisada caverna platónica, que hace aflorar los más oscuros deseos masculinos sobre la superficie de la realidad.

En una prodigiosa escena, Hitchcock capta con elegancia inusitada, apoyado en la capacidad interpretativa de Wendell Corey, las casi imperceptibles expresiones del rostro del policía, al descubrir las zapatillas, el camisón y el maletín de Lisa como fetiches eróticos puestos al servicio del deseo reprimido.

Alfred Hitchcock consiguió que la imagen del ‘mirón’ quedase completada y concluida en Psicosis

Los pocos datos que son revelados al espectador sobre la vida privada del detective son suficientemente elocuentes: un matrimonio aburguesado en el que la pasión ha sido anulada hace tiempo. A nadie se le escapa comprender que la hostilidad que este individuo manifiesta hacia Jeff —y sus teorías sobre el crimen—, nace de la antipatía. Ésta se ha originado a través de los celos, y le provoca la supuesta —y mal entendida— hiperactividad de la pareja. Se trata de una radiografía sobre los comportamientos sexuales humanos. He aquí algunos ejemplos.

James Stewart en La ventana indiscreta, de Alfred Hitchcock
James Stewart en La ventana indiscreta, de Alfred Hitchcock

Vértigo desarrolla de manera magistral el prototipo del voyeur. Scottie incrementa su condición de ‘mirón’ a partir del descubrimiento consentido de Madeleine en el bar.

La actitud ‘mirona’ de la cámara, en La soga, y el espectador es clara: nos movemos constantemente desde un marco exterior hasta el interior de una casa, convirtiéndonos en mirones.

La evidente imagen del ‘mirón’ queda completada y concluida en Psicosis. Con Norman espiamos a Marion cuando se desviste para ducharse: Norman retira un cuadro de la pared y detrás hay una oportuna mirilla. La cámara da media vuelta después de un primer plano del ojo de Norman mirando, y vemos entonces con él.

Parada obligada en el Motel Bates. Psicosis, de Alfred Hitchcock
Parada obligada en el Motel Bates. Psicosis, de Alfred Hitchcock

Y para que no quede ninguna duda sobre las intenciones, Hitchcock insiste: Norman aparta de la pared una copia de Susana y los ancianos, la historia bíblica de tres ancianos que espiaban a una virtuosa mujer cuando se preparaba para bañarse y entonces, abrasados por la pasión, se abalanzan sobre ella con amenazas de chantaje sexual.

Vértigo desarrolla de manera magistral el prototipo del voyeur

Norman, en otras palabras, aparta el artefacto mortal del ‘mirón’ y lo sustituye por el acto en sí. El simple acto de espiar tiene todas estas connotaciones. En el último plano de la película, tenemos otro ejemplo evidentísimo. “Probablemente me están mirando ahora”, opina la voz de la ‘madre’ en off. “Pues déjalos. Como si pudiera hacer algo que no fuera estar sentada aquí y mirar. ¡Espero que estén viéndome! Verán, sabrán y dirán. Ni siquiera puedo mover el dedo para apartar esa mosca… Entonces pensarán: ella no pudo matarla, no mató a la mosca…”.

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