‘Tres canciones de amor’: Patricia Benedicto despliega un lúcido tratado sobre las relaciones sentimentales desde la sala La Cuarta Pared
¡Mis queridos palomiteros! ‘Tres canciones de amor’: Sentimientos musicales en La Cuarta Pared. La joven dramaturga y directora de teatro madrileña de 40 años, Patricia Benedicto -probablemente una de las más interesantes del panorama teatral contemporáneo-, estrena un nuevo montaje tras cosechar grandes éxitos con su anterior pieza, Moscú (3.442 kilómetros).
Con ella recibió el Premio José María Rodero en el XX Certamen Nacional de Directoras de Escena Ciudad de Torrejón y el Premio José Luis Alonso a la Mejor Dirección Emergente otorgado por la Asociación de Directores de Escena. Y llegó a ponerla en las tablas de la renombrada sala bonaerense Timbre 4, que dirige el afamado Claudio Tolcachir, quien en España ha tenido un éxito arrollador con La mentira, de cuya crítica teatral ya informamos suficientemente.
Por su parte, Tres canciones de amor narra las vicisitudes de tres mujeres y tres hombres. Los seis se encuentran en una sala de baile con karaoke. Ellas deberían ser perfectas, a saber, Doris Day, Katharine Hepburn y Norma Jeane Baker. Y ellos deberían ser tipos duros, es decir, Montgomery Clift, John Wayne y James Dean. Todos lo intentan pero no lo consiguen, nunca ha sido fácil ser lo que los demás te dicen que seas. Mientras tanto bailan, cantan, beben y se confiesan. También se enamoran. También se matan. También se preguntan qué significa mirarnos de verdad, frente a frente, sin escondernos.
‘Tres canciones de amor’: Sentimientos musicales en La Cuarta Pared gracias a un elenco de lujo
El libreto, de inabarcables y agradables metáforas, está estructurado en tres partes: tesis (Los hombres que bailan, la parte de los hombres), antítesis (Las mujeres y las flores, la parte de las mujeres) y síntesis (Everything is love), o sea, todos con todos, y dirigido a un público a partir de los 25 años.
Pues bien, esta propuesta teatral polifórmica está muy bien armada y muy bien resuelta, que no se ciñe al patrón tradicional de introducción, nudo y desenlace. Parte de una puesta en escena efectista por la que irán desfilando nuestros héroes cinematográficos durante algo más de hora y media sin descanso para hablarnos del amor en todas sus variantes y en todas sus vertientes, sin dejar espacio a que se escape ningún tema, y lo que es más importante, presentando cada uno de ellos con sus luces y sombras.
Por ello, Benedicto resulta auténtica, porque es sincera. Y aunque algunas veces muestra más -tanto en el texto como los actores-, en otros puntos del relato opta por la sugerencia. Y desde ese punto de vista la coherencia toma la palabra. No es que la autora se quede en un punto muerto, o neutral. No. Afronta las situaciones con determinación, las ata, las desata, y las vuelve a enredar con toda la crudeza o lindeza que le viene en gana, dado que conoce suficientemente el sustrato de las relaciones de amor.
‘Tres canciones de amor’ a ratos resultan danza, al estilo Pina Bausch que Pedro Almodóvar integró en el arranque de Hable con ella
Así las cosas, aborda los sentimientos de cada uno de sus protagonistas desde todos los prismas, unas veces desde el pensamiento actual, otras desde la construcción de género o de la violencia en las relaciones de pareja, de los hombres y de las mujeres, de feminismo y de nuevas masculinidades, del encuentro con el otro, de la necesidad de ser amados, de los complejos ante el rechazo y de la búsqueda del amor.
Y todo ello lo lleva a cabo de menos a más. Apuesta antes por mostrar al respetable el tono más tosco u ordinario del ser humano, para ir dando paso progresivamente a otros estados amorosos que culminan en acciones más sutiles, tal vez más duras, pero jaleadas por discursos nítidos sobre las acciones-consecuencias del amor, preferentemente micrófono en mano, muchas veces más duros que una bofetada a tiempo.
Porque esta es otra de las maravillas del espectáculo: su musicalidad (se pueden distinguir Los Piratas, Mecano, The Cilleras, Loquillo, The Cure, La Guardia o Jacques Brel), su colorido visual, tanto del mobiliario -intimista o luminoso, según convenga- como del atuendo de sus personajes. O sus coreografías, porque si cabe decirlo, a ratos resultan danza, al estilo Pina Bausch que Pedro Almodóvar integró en el arranque de Hable con ella (2002).
Benedicto apuesta antes por mostrar al respetable el tono más tosco u ordinario del ser humano, para ir dando paso progresivamente a otros estados amorosos que culminan en acciones más sutiles
Naturalmente, esta pieza dramática de La Trapecista Autómata -compañía de teatro que nace con la intención de buscar la fusión de diferentes disciplinas escénicas, el uso de estructuras fragmentarias y fragmentadas, dramaturgias de lo real, ruptura de la cuarta pared, búsqueda de experiencia escénica frente a la idea de representación y disolución de la frontera personaje/actor a favor del concepto de ejecutante- tenía que contar con la suficiencia y solvencia artística de seis intérpretes sólidos que se dejan la piel en cada uno de sus personajes y demuestran de qué materia están hechos los sueños.
Otra de las maravillas del espectáculo: su musicalidad, su colorido visual, tanto del mobiliario como del atuendo de sus personajes. O sus coreografías
Por tanto, Elena Corral, Laura Lorenzo, Lúa Testa, Eugenio Gómez, Sergio Torres y Carlos Jiménez-Alfaro son los responsables de redondear esta producción, que a pesar de que partía de la premisa de que el amor existe, y no sabemos más, según Emily Dickinson, ahora sí puede decirse que conocemos mucho más sobre la materia, que facilita que el espectador pueda sentirse, o no, identificado, o que se le hayan planteado cuestiones que antes no contemplaba.
Y ese alcance, esa transmisión, esa conexión se produce en Madrid, en la sala La Cuarta Pared, hasta el 26 de enero, en horario de jueves a sábado a las 21 horas. Transparente e impecable.