‘Ajami’: Espectacular debut en el thriller de los cineastas Yaron Shani y Scandar Copti, sobre el conflicto árabe-israelí
¡Mis queridos palomiteros! ‘Ajami’: Yaron Shani y Scandar Copti debutan en el thriller con éxito. Desgraciadamente el conflicto árabe-israelí no cesa, y al tiempo sus gentes se ven impotentes para protegerse de la pandemia generada por el COVID-19, coronavirus, que sigue generando muertes.
Pues bien, una de las películas que mejor afronta esa barbarie política es Ajami, magnífica historia multipremiada, seleccionada para competir por el Oscar, aunque no lo logró, pero, entre otros, sí se alzó con los galardones de Palmera de Plata y mejor dirección en la Mostra de Valencia.
Hace más de treinta años se pusieron de moda las películas que empleaban como recurso principal la combinación de historias. Ajami podría ser una más de ellas, de no ser porque su acción se desarrolla en Jaffa, ciudad portuaria de Israel en la que conviven cristianos, judíos y musulmanes.
De los amores y conflictos que resultan de esa tensión se alimentaba otra cinta titulada precisamente Jaffa. Más interesante que ésta, Ajami encuentra su sentido en el hecho de que los debutantes en el largo, Scandar Copti (palestino) y Yaron Shani (israelita), también guionistas, pertenecen a los distintos bandos del conflicto.
‘Ajami’: Yaron Shani y Scandar Copti debutan en el thriller con éxito
El conjunto que surge, pues, no acaba de tomar partido. La historia de Malek, un refugiado que trabaja y malvive ilegalmente en Israel, nos acerca a la difícil realidad del pueblo palestino.
Pero también podemos sentir el dolor de la pacífica familia judía de Dando, que ha perdido a uno de sus miembros por culpa de la violencia. Tal vez sea esta la forma más lícita de afrontar una situación tan complicada como la que allí se vive, y sobre la que la mayoría de películas que la tratan no son capaces de reflejar su auténtica magnitud, debido a su visión ciertamente sesgada.
Pero Ajami, a pesar de estar fuertemente apegada a la realidad de ese espacio, también quiere ser un thriller vibrante, con asesinatos, tráfico de drogas y varias venganzas.
Hay una secuencia, en la que Omar, el hermano del pequeño Nasri, conoce a su jefe (y suegro), que recuerda enormemente en su planificación a aquella otra de Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994) en la que un ridículamente vestido Vincent Vega se reencontraba con el jefe mafioso Marsellus Wallace.
¿Y por qué hay que recordar ahora Ajami?
Hay dos motivos fundamentales. Uno tiene que ver con la historia, el otro con la forma de contarla. En cuanto a la historia, lo mejor es ver un filme que trata de Israel y Palestina desde un punto de vista distinto.
Se trata del que muestra a los árabes que viven en Tel Aviv, concretamente en el barrio de Ajami, al sur de Jaffa, en una complicada pero no imposible convivencia con judíos y cristianos. La misma película es una prueba de que esa convivencia es posible.
Los autores han escogido como forma narrativa una división en cinco capítulos no cronológicos. Podría pensarse en una estructura tipo Babel (Alejandro González Iñárritu, 2006), pero esta es menos pretenciosa y más directa.
Los dos primeros nos presentan el conflicto de Omar y de Malek; el tercero introduce la variante judía con el personaje del policía Dando. El cuarto y el quinto capítulos explican el cómo y el por qué se llega al clímax dramático del tercer capítulo.
Ajami, montada con ritmo vertiginoso -cámara al hombro y seguimiento frenético de algunos personajes- recuerda en ciertos momentos a Slumdog Millionaire (Danny Boyle, 2008).
En ocasiones a Copti y Shani se les va un poco la mano con la violencia y con la crudeza de algunas escenas
Ciertamente, en ocasiones a Copti y Shani se les va un poco la mano con la violencia y con la crudeza de algunas escenas, en gestos fílmicos que recuerdan al citado Tarantino, pero que, examinando la película globalmente, funcionan a la hora de concederla una unidad de espacio e historia.
Por su parte, la película reconstruye desde la ficción la vida de una serie de personajes reales, a quienes dan vida actores amateurs de la zona, gracias a una iniciativa promovida por los propios directores.
Para ello, Copti y Shani organizaron un taller de diez meses de duración en el que contaron con trescientos participantes. Con la base de dicho trabajo colectivo y el apoyo de la improvisación, Ajami se convierte en una película fresca, terriblemente directa y sin concesiones narrativas con un look visual cercano al documental.
En Ajami no hay lugar para el exotismo
O dicho de otro modo: en Ajami no hay lugar para el exotismo. Las tradiciones, los hechos culturales y religiosos están al final al servicio de una trama criminal rasposa, contundente y presentada, para regocijo del respetable, de modo atractivo y efectivo.
Gracias a un trabajo de montaje audaz su ritmo es endiablado, sin venderse en ningún momento a los recursos fáciles de la acción más artificial. No, Ajami tiende más a la sequedad y la sobriedad formal de una especie de Gomorra hebraica…
De hecho, el carácter de denuncia de Ajami corre por sus venas, pero que no conforma su cuerpo y no condiciona su narrativa, mucho más interesada en construir el pequeño gran retrato de la vida, de la tensión entre vecinos y el miedo hacia el que está al lado.
Una propuesta, en fin, valiente y valiosa, que enfoca un conflicto inagotable desde un prisma distinto en su cotidianeidad, centrado más en la ambivalencia del ser humano. No podéis dejar de verla, es un dechado de virtudes imprescindible.