‘Parking’, último trabajo del cineasta rumano Tudor Giurgiu, llega hoy a Filmin y sólo un gran reparto aúpa las deficiencias de un drama inverosímil
¡Mis queridos palomiteros! ‘Parking’: Un reparto solvente aúpa las deficiencias de un guion inverosímil. Llega hoy a la laureada plataforma Filmin este drama sobre la inmigración y la memoria, escrito y dirigido por el cineasta rumano de 48 años Tudor Giurgiu, el cuarto tras los variados Love Sick (2006), Of Snails and Men (2012) y Why Me? (2015). Se trata de la adaptación al cine de Apropierea, la novela autobiográfica de Marin Mălaicu-Hondrari, en la que ha colaborado el propio autor junto al director.
Por su parte, Parking sigue las andanzas de Adrian (Mihai Smarandache), un autodenominado poeta rumano -no tiene que ver con el estereotipo- que viaja de manera ilegal a España en el año 2002. Se aloja en una caravana destartalada, dentro de un parking de medio pelo en las afueras de Córdoba.
Allí empieza a ganarse la vida, recibiendo poco dinero, tarde, mal y bajo cuerda, como vigilante de la tienda de Rafael (Luis Bermejo), un lugareño que ha adquirido una especie de concesionario. Hasta que un día, conoce a María (Belén Cuesta), una risueña música española de poca monta, de poco contacto con la realidad.
‘Parking’: Un reparto solvente aúpa las deficiencias de un guion inverosímil
A pesar de que Giurgiu plantee en Parking en una oda sobre esos soñadores y luchadores que dejaron atrás sus cómodas ciudades en busca de una vida mejor en otro lugar, al filme le falta fuerza en su guión, que no profundiza ni en la herida del desarraigo -a pesar de sus frases lapidarias- (“no quiero morirme aquí”), ni en la fidelidad que se supone ha de darse en las relaciones de pareja -el sexo sirve para todo-, al margen de la dudosa legalidad del negocio.
En este sentido, la película se limita a discursear de puntillas sobre estos temas, incluso hasta ponerse en la línea de salida de un thriller criminal de escaso fuelle, cuyo final se precipita y resuelve sin mucha emoción.
Eso sí, el drama desde el punto de vista cinematográfico funciona. Se desarrolla casi en su totalidad en ese cuadrilátero de la supervivencia -al aire libre y por la noche-, en busca de felicidades locales. Y funciona porque está bien estructurado y dialogado. Tal vez porque, como dice nuestro protagonista, “el misterio está en las palabras que no se dicen”.
El drama, desde el punto de vista cinematográfico, funciona
Además, el director sabe moverse con la cámara, crea atractivas atmósferas suficientes y asfixiantes a un mundo sin salidas, domina los necesarios primeros planos y tiene algunos muy bien trabajados. Y todo ello deriva hacia ese subgénero atractivo ¿qué hubiera pasado si…?, claro, si la historia hubiera querido darse una oportunidad.
Por fortuna, Parking, casi teatral y de pocos actores, sobrevive a ese guión endeble gracias a unas interpretaciones de fábula de los precitados Luis Bermejo, Belén Cuesta y Mihai Smarandache, a las que se añaden las de los también muy solventes Ariadna Gil y Manuel Bandera. Son ellos quienes ponen de pie a la marginalidad de Parking, a pesar de Parking.