El afamado cineasta británico, Ken Loach, insiste en denunciar la injusticia social en su rotunda ‘Yo, Daniel Blake’
¡Mis queridos palomiteros! ‘Yo, Daniel Blake’: Ken Loach insiste en denunciar la injusticia social. El octogenario realizador de cine británico lo ha vuelto a hacer. En 2006 ganó en Cannes la Palma de Oro a la mejor película con El viento que agita la cebada, y hace cuatro repitió el éxito al cosechar el mismo el galardón en tan ilustre festival, esta vez con Yo, Daniel Blake, que vino a España junto a Caramel Films.
Además, la historia triunfó en los César, los BAFTA, los David di Donatello, en San Sebastián y en los British Independent Film Awards.
Esta sólida crónica social cuenta con un guión de su colaborador habitual, el escocés Paul Laverty, y la modesta producción goza de una excelente factura técnica que pone el acento en la edificante historia del ser humano.
Daniel Blake es un veterano carpintero que debido a una enfermedad cardiaca se ve en la obligación de cesar su trabajo. Pero su pesadilla empieza cuando la administración le niega el subsidio de invalidez.
Es cierto que la etapa transgresora de Ken Loach ya pasó. Pero él ha desgastado su vida defendiendo a la clase social menos favorecida. Por ello, no tendría tanto sentido hablar de transgresión para referirnos a su cine, como de resistencia. Y es que su discurso cinematográfico redunda en una tenacidad admirable. No en vano se le conoce habitualmente como el padre del cine social.
‘Yo, Daniel Blake’: Ken Loach insiste en denunciar la injusticia social
Con Yo, Daniel Blake, Loach vuelve a orientar su arte hacia la experiencia de lo real, utilizando al cine como herramienta política definitiva. De hecho, Daniel Blake representa el compromiso social, político e histórico que este realizador mantiene hacia sus personajes, seres acosados a diario por las injusticias burocráticas, y al tiempo compone un teatro del proletariado cuya manifestación se enfrenta a la cultura popular dominante y estereotipada.
Además, Ken Loach se apoya en una amplia variedad de elementos narrativos y en otras técnicas de filmación convencionales que le han permitido empatizar con sus personajes de modo muy especial.
Por si no fuera suficiente, también convierte el espacio urbano en un contexto fundamental para el desarrollo de las relaciones humanas. Y si algo queda demostrado en Yo, Daniel Blake, es que la unión del pueblo es la única manera de hacerse oír ante las injusticias.