‘Madame Marguerite’: Xavier Giannoli y Catherine Frot triunfan con su versión sobre la cuestionable cantante de ópera Florence Foster Jenkins
¡Mis queridos palomiteros! ‘Madame Marguerite’: ¿Catherine Frot mejor que Meryl Streep? Hace cuatro años, y de la mano de A Contracorriente Films, llegaba a las salas de España esta comedia dramática del joven director y guionista francés Xavier Giannoli (Superstar, 2012), inspirada en la cantante de ópera Florence Foster Jenkins, de la que también existe otra versión, protagonizada por Meryl Streep, y que hemos comentado desde estas pantallas.
Giannoli conoce muy bien el oficio, tanto por su gusto por el cine musical, como por su pericia tras la cámara, bien sea a través de su ambientación y puesta en escena, como por su ocurrencia en los diálogos o en la dirección de actores.
Madame Marguerite es su sexto largometraje (después ha filmado The Apparition en 2018) y ofrece reflexiones interesantes sobre la idea de quién está cerca de mí en mi vida, si por generosidad y altruismo por un lado, y quién lo está por capricho y egoísmo.
En el filme, Marguerite Dumont (magnífica Catherine Frot) es una amante de la música y la ópera que vive en París en los años 20. Como cada año, celebra una fiesta en su mansión que reúne a un gran número de invitados que tienen en común su gusto por la música. Allí, la adinerada dama aprovecha para cantar ante su círculo de amigos más íntimo. El problema está en que, aunque ella cree que lo hace bien, la realidad es que canta fatal.
‘Madame Marguerite’: ¿Catherine Frot mejor que Meryl Streep?
La película, premiada en Francia con los mejores galardones, es un tributo musical a la ópera en la que se empastan con perfecto equilibrio la comicidad y el drama, lo ridículo y lo genial, la armonía y el desconcierto, entre la realidad de esa mujer, la realidad que le ocultan sus allegados y la otra realidad, sobre los estereotipos del arte y las rupturas del canon.
De ahí que surja la pregunta dual: ¿nos reímos del personaje o entramos a conocer sus motivaciones vitales hasta descubrir que lo más grotesco puede que no sea ella ni su voz sino nuestra miseria moral?
Y luego está la otra vertiente a la que también da lustre el filme, más arriesgada y crítica, sobre las máscaras sociales, sobre la circunstancia que obliga a que, sin querer, hagamos trizas a quien nos ayuda y soporta, es decir, un perfecto ejemplo de cinismo y frivolidad del que dan buena muestra todos los personajes. Pero a fin de cuentas, Madame Marguerite narra una historia ideal, precisa y preciosa, a ratos previsible y frágil, pero lo suficientemente cautivadora y realista.
También pone negro sobre blanco la imagen de la mujer en primer término de la pareja en los convulsos años 20. Y no porque Marguerite Dumont sea una persona ambiciosa, sino porque se presenta valiente, perseverante y consecuente, y porque sin ella no habría película. Por ello, conviene recordar la galería de personajes que la circundan y que, de un modo u otro, alimentan su mentira para sacar provecho de ella.
Además, Giannoli filma con gran virtud una historia sutil y llena de simbolismos, aprovechando el atrezzo que la ópera proporciona a la historia, siempre en la cuerda floja ente la farsa y el ensayo fílmico: ¿qué es y dónde se encuentra el ridículo?
La película es un tributo musical a la ópera en la que se empastan con perfecto equilibrio la comicidad y el drama, lo ridículo y lo genial
Se echa de menos, eso sí, un mejor equilibro del tempo dramático y que el análisis sobre la sociedad y su conducta sobre el arte no tomen suficiente partido en la aventura como si lo importante fuera justificar la monótona existencia de la clase burguesa.
En fin, una película nada convencional, que elabora un retrato perturbador y divertido de una mujer cuyas grietas rompen las costuras de un entorno social encorsetado. Muy recomendable.