‘Un blues para Teherán’: Javier Tolentino retrata con excelencia el sentimiento iraní
¡Mis queridos palomiteros! ‘Un blues para Teherán’: Excelente radiografía del sentimiento iraní. Gracias a Surtsey Films el pasado 2 de julio las salas de cine españolas acogían el estreno de Un blues para Teherán, opera prima en formato documental del jaleado crítico de cine Javier Tolentino –a quien entrevisté recientemente-, que ha logrado una excelente radiografía del sentimiento iraní.
Por otro lado, debe subrayarse que este debut en el largometraje -que también ha escrito-, está muy bien narrado y documentado, y que su propuesta estética tiene un acabado formal perfecto. Algo inusual, se mire por donde se mire, lo cual da la medida exacta del talento de su director.
Por su parte, el argumento de Un blues para Teherán gira en torno a los múltiples rostros de Irán, donde tradición y modernidad conviven y se enfrentan. El personaje principal, Erfan, hace de guía de la historia a través de la música y sus gentes. De esta manera, vamos descubriendo un desconocido pero sofisticado país, del mismo modo que ya ocurría, por ejemplo, con La vida de Soraya M.
‘Un blues para Teherán’: Excelente radiografía del sentimiento iraní
Erfan es un joven kurdo, divertido e irónico, que quiere convertirse en director de cine. Canta, escribe poesía, vive con sus padres y su loro, pero no sabe nada del amor…
Con una precisión de cirujano, Tolentino va deshojando con prudencia y paciencia el mundo iraní. Lo hace sin prisas, pone el acento en la crisis social del país, y de los intentos de quienes allí viven por no renunciar a sus sueños. Y si es posible recurren a la música como vehículo transmisor de sentimientos y catártico.
Al tiempo, comprobamos lo distinta que es la cultura de la tradición respecto a España, y de cómo los iraníes asumen el rol que les ha tocado vivir para que no les invada la infelicidad. Todos los que aparecen por la pequeña pantalla no son actores.
Aún así, Tolentino ha sabido rescatar el mensaje de cada subtrama con gran éxito. Nada falta. Nada sobra. Para los entendidos en el cine iraní -y por lo que el cine iraní ha dado a la cultura occidental-, el filme responde a todas las necesidades. Entre algunos ejemplos, podemos señalar la facilidad con que Tolentino dibuja la línea del horizonte, al estilo del mejor John Ford.
La mirada del realizador, sobria y solemne, es también la mirada bella, poética, colorista, expresiva y esperanzadora que homenajea a un país dolorosamente entristecido, pero que no renuncia a un futuro mejor, a vivir la experiencia de la alegría
Bien sea cámara en mano, bien sea a través de planos fijos, la mirada del realizador, sobria y solemne, es también la mirada bella, poética, colorista, expresiva y esperanzadora que homenajea a un país dolorosamente entristecido, pero que no renuncia a un futuro mejor, a vivir la experiencia de la alegría. Tal vez sea ésta la mejor credencial de Tolentino, que no se queda en una exposición de temas que afectan al país, sino que un mundo próspero es posible. Es más, el amor que derrocha hacia Irán le permite también combatir los prejuicios e ir a lo esencial desde el primer minuto.
Nos hallamos, pues, ante un gran documento audiovisual que se suma a la lista de trabajos fílmicos sobre Irán, o sobre historias inspiradas en este país, que se recomienda vivamente porque a nadie deja indiferente. A todas luces imprescindible.