Hoy recordamos a ‘Thérèse’, la única hagiografía sobre la santa francesa que llegó a los cines españoles
¡Mis queridos palomiteros! Recordamos a ‘Thérèse’, la única hagiografía que llegó a cines españoles.
Gracias a Karma Films, hace once años llegaba a las salas de cine patrias Thérèse. Solo los largometrajes The Story of Saint Thérèse of Lisieux (Leonardo Defilippis, 2004) y tangencialmente La leyenda del santo bebedor (Ermanno Olmi, 1988) afrontan directamente el tema.
Se ignora por qué una vida tan apasionante no interesa promocionarse en las pantallas. Menos mal que, en cuanto a otra gran santa y joven, Gemma Galgani, por lo mismo, ya le está poniendo remedio Óscar Parra de Carrizosa.
En el caso de Thérèse, el filme aterrizaba en España 25 años después de su lanzamiento comercial en Francia. Por tanto ahora, cuando se cumplen 97 años de la canonización de Teresa del Niño Jesús, ponemos el acento en la única película disfrutable y accesible sobre Santa Teresita.
Una lectura de niño marcó al director
A sus 80 años, el director del filme, Alain Cavalier, nunca antes había trabajado el tema religioso. De niño leyó la autobiografía de la santa, Historia de un alma, y quedó prendado del escrito. Desde entonces estuvo buscando la manera de darle formato fílmico. Pero claro, todavía tenían que pasar algunos años hasta que pudo acometer el rodaje de Thérèse. Le llamaba especialmente la atención cómo una extraña muchacha pudo decidirse por llevar una vida entregada a Dios, en el contexto de familia burguesa.
Recordamos a ‘Thérèse’, la única hagiografía que llegó a cines españoles
La breve historia de Thérèse Martin es bien conocida. Siguiendo el ejemplo de una hermana suya, Paulina -las otras cuatro fueron también monjas-, ingresó en el convento de carmelitas de Lisieux a los 15 años. Primero obtuvo la aprobación de su padre, dado que la edad reglamentaria eran los 17. Después también se la dará el papa León XIII en una audiencia personal, a la que asiste con su padre y su hermana Celina.
De regreso a Lisieux, el obispo da su visto bueno y el 9 de abril de 1888 Teresa entra en el Carmelo de esta ciudad. En el entretanto, tuvo que superar la negativa de la madre superiora, que objetó su corta edad y su escasa salud. Y, efectivamente, las condiciones de la vida conventual no eran las apropiadas, resintieron su estado físico y la tuberculosis se la llevó a los 24 años de edad, en medio de unos sufrimientos espantosos que aceptaba “por amor a Jesucristo”.
La sobriedad del Carmelo
Por su parte, Cavalier se limita a mostrar la existencia de la santa a lo largo de una sucesión de estampas, sobre fondo negro, con cortes bruscos entre una secuencia y otra, en clara sintonía con la sobriedad del Carmelo. El cineasta plantea la historia eliminando todo lo que puede resultar accesorio, para resaltar la vocación de servicio de un alma sencilla. “Siento por ella simpatía e ironía al mismo tiempo. Creo que representa la época”, declaró Cavalier en su estreno.
De esta película se dijo en su momento que “tiene una calidad de otro mundo”, que su “simplicidad la califican de gran enigma en la acción de la gracia divina en nuestra vida ordinaria”, que es extraordinaria “como obra de arte y como meditación sobre la espiritualidad”, o que “emociona, seduce, confunde y en ocasiones atrapa con su belleza”.
En el Festival de Cannes de 1986 mereció un aplauso de veinte minutos, un premio especial del jurado y el consenso unánime de la crítica. Al año siguiente cosechó seis premios César (los Goya franceses).
Además, Cavalier logró renovar la imagen infantil de la santa. Catherine Mouchet, la excelente actriz de 52 años a quien da vida, interpreta con atino su alegría, su euforia, su sufrimiento y su espiritualidad como cualquier don permita, a la altura de la Falconetti de La pasión de Juana de Arco (Carl Theodor Dreyer, 1928). En este sentido, Cavalier muestra con éxito sus dotes para la dirección de actores.
Thérèse, en su austeridad fílmica, está exenta de música, de suspense. De hecho, no hay explicaciones ni justificaciones dramáticas en la trama. Pero ni mucho menos es una película sosa o próxima al cine de sacristía. Más bien es una lúcida, y muy humana, historia sobre una pasión rodada con altas dosis de sensibilidad, que convierten al filme en referente absoluto de la cinematografía sobre la joven de Lisieux.