Entrevista al crítico y director de cine Javier Tolentino (‘Un blues para Teherán’): “Los iraníes y los persas no son enemigos de Dios”
¡Mis queridos palomiteros! Javier Tolentino: (‘Un blues para Teherán’): “Irán no es enemigo de nadie”. Se halla ante mí Javier Tolentino, el afamado crítico de cine salmantino, a quien podemos seguir, entre otros medios, por las ondas de El séptimo vicio, de Radio 3, el exitoso y veterano programa radiofónico que dirige. El encuentro tempranero se celebró en una sala de cine de los emblemáticos Cines Embajadores de Madrid.
Cuenta con un currículo impactante y os confieso que entrevistarle ha resultado una experiencia más que enriquecedora. Su sabiduría, simpatía e ingenio le acreditan. En este caso, nuestro diálogo versó sobre su reciente opera prima, Un blues para Teherán, que llegará a los cines españoles el próximo viernes, 2 de julio. Distribuye Surtsey Films.
Javier Tolentino: (‘Un blues para Teherán’): “Irán no es enemigo de nadie”
A menudo los actores de cine se convierten en cineastas. Cuénteme por qué un crítico como Ud. se mete a director de cine
Me alegra que me haga esta pregunta. Creo que es una consecuencia muy lógica y muy natural, después de veinticinco años analizando cine. De hecho no soy el primero, incluso te podría citar a compañeros como Carlos Heredero, que tienen sus documentales y sus películas. Yo creo que después de un tiempo viendo mucho cine, que es la verdadera Universidad, la verdadera Escuela, puedes tener un discurso propio para hacer películas.
¿Por qué ha titulado su película Un blues para Teherán?
La primera vez que pensé en el proyecto, imaginaba el inicio del relato con un periodista que viaja a Irán buscando antiguas canciones. Siempre he pensado que es un país triste, que vive una etapa de derrota. De hecho, hablar sobre Irán implica una cierta melancolía porque muchos cineastas y gente de la cultura están en la cárcel, algunos con arresto domiciliario, y existe la pena de muerte. Un blues para Teherán surge de esta realidad y también de la influencia de una canción que se llama Beirut, de Ibrahim Maalouf, que me gusta mucho, que habla de la derrota del Líbano, y que fue para mí el inicio del proyecto.
¿Qué ventajas tiene el cine documental para quienes afrontan su debut en el largometraje?
No creo mucho en los géneros, y aunque técnicamente Un blues para Teherán es un documental porque así está registrado, desde el punto de vista cinematográfico bebe de muchos géneros; del musical, de la ficción, etc. No creo que sea más fácil un género que otro, porque al final cada uno hace lo que siente y para mí era contar que Irán, los iraníes y los persas no son los enemigos de Dios.
Mi relación con Irán es muy antigua, y abarca desde la música, la poesía, hasta el cine
¿Cuál es el origen de esta historia?
El deseo de hacer cine. Creo que cuando inicias un proyecto es necesario pisar en suelo firme, conocido y reconocido para ti. Mi relación con Irán es muy antigua, y abarca desde la música, la poesía, hasta el cine. La seguridad de lo que vas a relatar, en mi caso de cómo es mi mirada hacia Irán.
¿Cómo llevó a cabo el proceso de documentación?
No lo he llevado a cabo como tal, ya que es un país que he estudiado muchísimo y al que he visitado en muchas ocasiones. Lo que sí que ha existido ha sido un proceso de conocimiento de la cultura, de la música, del arte.
¿Cómo ha sido el trabajo con los actores?
No hay actores en el sentido estricto, porque se representan a sí mismos. Pero el trabajo que han tenido que realizar ha estado centrado en conseguir esa naturalidad que se pide a los actores en las escenas.
Occidente es rico porque se ha expoliado impunemente a África y a Oriente
¿Tuvo algún incidente en el rodaje?
Sí. Y muy serio. Acabamos en una comisaría de Teherán casi al inicio del rodaje. Tardamos año y medio en gestionar los preparativos de la producción. Primero para conseguir lo que ellos llaman “un carnet de prensa” y después el permiso de filmación para rodar el material para el documental. Un día estábamos filmando una escena con unos niños en una fuente de una plaza en Teherán y llegó la policía para requerirnos los permisos. Los vieron y se marcharon.
Pero después vinieron los soldados, miraron de nuevo los permisos y de nuevo se marcharon. Y por último, se acercaron los “chivatos” del régimen, gente de paisano, que alertó a la policía sobre lo que hacíamos y acabamos todos en la comisaria. Nos revisaron el material, y aunque no les gustó la imagen de los niños bañándose porque para ellos da una mala imagen de Teherán, finalmente nos dejaron marchar y no nos quitaron los permisos.
¿Qué aporta su película sobre otras historias sobre Irán?
Básicamente mi humilde mirada hacia Irán, porque no conozco muchas películas que hablen de Irán sin ser iraníes. Y creo que eso es lo que puedo aportar. Además lo hago sin pretender juzgar a la sociedad ni al gobierno, simplemente muestro el Irán que respeto y amo. Es una relación cariñosa con un pueblo que tiene una poesía exquisita, un cine maravilloso y que sin embargo parece que el mundo piensa que es un enemigo de Occidente. Es lo que quería contar a través de la música, que Irán no es enemigo de nadie.
En la película se afirma que hoy día no hay nada mejor que estudiar. ¿No cree que en España hay exceso de titulitis?
Es verdad que el conocimiento y la cultura no es el único recurso para ser libres, pero relacionar el conocimiento con la Universidad no siempre es correcto. Por eso, en Irán, yo me acerco a la gente que no pasa por la academia, que no son políticos. Son personas que tienen un conocimiento histórico del país, aunque sean analfabetos. A veces leer y escribir no te garantiza ser educado o tener una cultura realmente importante.
A veces leer y escribir no te garantiza ser educado o tener una cultura realmente importante
La idea del amor se presenta de diversas maneras. ¿Cree que la música es el sonido del amor? ¿Para qué sirve el amor?
No, de hecho creo que lo es el silencio. Lo que ocurre es que la música es una vía de comunicación que muchas veces llega donde las palabras no pueden, porque tienen muchas limitaciones. La música es un lenguaje universal que te llega más al corazón. Y el amor es una experiencia única para el ser humano, porque como diría María Zambrano: “Solo a través del amor puede el ser humano tener una experiencia divina”.
¿Cuál es su concepto sobre la amistad?
Primero es libre y voluntaria, y me parece maravilloso. Cuando sales de un revés, esos amigos que tú tienes y que has elegido se quedan contigo hasta el final. No llega a la tesitura del amor pero la amistad es muy importante.
A menudo Dios sale a relucir en su película. ¿Cuál es su idea sobre la trascendencia?
Supongo que apartar el miedo, porque nadie sabe nada de lo que hay detrás de la vida.
En Un blues para Teherán hay una clara denuncia sobre el terrorismo, a meter en el mismo saco a todos los iraníes. ¿Qué se pude hacer al respecto?
No puede haber posiciones de prepotencia, es necesario el diálogo. Occidente es rico porque se ha expoliado impunemente a África y a Oriente, sin devolverles lo que se les ha robado, de lo que nos hemos aprovechado; el petróleo, los minerales… No creo que exista una solución porque ese diálogo lo tendría que proponer Occidente y no le interesa.
Hablar sobre Irán implica una cierta melancolía porque muchos cineastas y gente de la cultura están en la cárcel
¿También considera que se ha empobrecido la cultura del arte en España?
No, de hecho en España tenemos escritores, cineastas, poetas en todos los rincones. El gran problema que tiene el arte en este momento es el mercado, que es el gran censor. ¿Cómo cuantificar un poema en euros? Es imposible. La cultura es una cosa y el mercado es otra.
¿Cuáles son sus referentes fílmicos?
Tengo un millón de referencias. Si hablamos de cine español, la referencia directa es Víctor Erice, y todo el movimiento de cineastas como Basilio Martín Patino o José Luis Guerín, que buscaban construir el relato de otra manera, con otra sensibilidad. En Europa también tengo muchos referentes, desde Bergman hasta Theo Angelopoulos.
No puedo dejar de citar a Elia Suleiman, que es un cineasta palestino que me gusta muchísimo, sobre todo por su sensatez en el cine bufo. Es más, en el País Vasco hasta que no empezó a entrar el humor en series y películas como Aupa Etxebeste!, no se desactivó la épica, la tragedia del terrorismo vasco.
Y cineastas iraníes todos, destacando a Darius Mehrjui, que en los años sesenta consiguió abrir las puertas al cine iraní, pasando por Bahman Ghobadi, Abbás Kiarostamí, Asghar Farhadi, con el que además he trabajado…
No conozco muchas películas que hablen de Irán sin ser iraníes
¿Por qué hay que ir a ver su película? ¿Tendrá una secuela Un blues para Teherán?
Te invito a que vengas a ver la película si te gusta la música, quieres hacer un viaje por Irán sin moverte de la butaca, y siempre que no tengas una relación con el cine basada en los efectos especiales, sino que te acerques buscando un tiempo de bálsamo, de calma.
¿Qué otros proyectos no cinematográficos tiene en marcha?
Dos libros. Uno sobre la revisión del lenguaje en la crítica cinematográfica que estará para principios del 2022, para la próxima Feria del Libro. Es un proyecto de la Filmoteca Canaria y estoy muy emocionado. Y el siguiente es una revisión de la obra de Basilio Martín Patino para la editorial Cátedra.