Ángel Rebollo: ciencia y vistas intermitentes al mar en Monte Alto
Calle Ángel Rebollo. Comienza en Ramón del Cueto y termina en Albert Camus. 96 números. 650 metros. 15002.
De vereda a la calle de los Exploradores
La calle Ángel Rebollo se llamaba, hace muchos años, Vereda de Monte Alto. Lo fue cuando el barrio todavía era una sucesión de casas inconexas. Y lo era en 1929, cuando el ayuntamiento aceptó la petición de un grupo de vecinos de la zona. Querían dedicar esa recién urbanizada vía a Ángel Rebollo Vizcaíno. Rebollo, sastre de profesión, era también concejal y más adelante formaría parte del comité de Cruz Roja. Pero su labor más destacada fue refundar algunos años antes el Grupo de Exploradores de A Coruña, más conocidos mundialmente como los Boy Scouts.
Aquel fue un impulso trascendental, en un momento en el que no abundaban las alternativas de ocio para la juventud. El cambio de nombre, que además ahorraba confusiones de esta calle con otras de apellido “Monte Alto”, se aceptó con júbilo. Lo malo es que pronto le arrebatarían el reconocimiento a Rebollo. En 1931 la vereda pasó a denominarse con el nombre del maestro republicano Eduardo López Budén. En el 36 el explorador, todavía en vida, recuperaría la placa con su nombre en el corazón del 15002.
Una montaña rusa con vistas al mar
Ángel Rebollo es una calle como para explorar. Comienza en llano pero enseguida empieza a mostrar desniveles hacia arriba y abajo, como una montaña rusa, por lo que el mar del horizonte se ve de forma discontinua según la cota en la que nos encontremos. Tiene visión frontal al agua, pero también lateral. Las olas del Orzán se ven a la izquierda desde alguna de las bocacalles que bajan hacia la zona del Matadero.
En otra de las bocacalles, la de Adelaida Muro, hay una escalinata que los propios vecinos decoraron, como quien dice, a su gusto. Al menos, cabe distraerse con peces, mosaicos y versos mientras las piernas se quejan de tener que vivir en una de las laderas de este barrio con nombre de monte.
Zona de diversidad urbanística
En Ángel Rebollo y su entorno, se ve cómo la crisis ha dejado solares sin terminar. Los huecos se han incorporado al paisaje cotidiano y los vecinos se resignan a tenerlos como compañeros. Algunos edificios sí consiguieron levantarse, por lo que modernas galerías de aluminio conviven con edificios medianos de balcones redondeados, franjas de colores o quintos sin ascensor. La vía es un buen muestrario del caótico urbanismo con el que se desarrolló el barrio.
La Casa del Hombre
Aunque no todo es dejar espacios con medianeras al aire. A Ángel Rebollo le nació hace casi 25 años un vecino de hormigón donde antes había una cantera: la Domus.
La Casa del Hombre , inaugurada en 1995, supo amoldarse a la perfección al irregular terreno de la cantera abandonada en la que se levanta. No es para menos, si tenemos en cuenta la mano maestra que lo diseñó. Es una de las obras icónicas de Arata Isozaki, que recibió hace poco el Premio Pritzker, equivalente al Nobel de la Arquitectura.
Y dentro, aprendemos a conocernos a nosotros mismos. De una secuencia de ADN a tamaño gigante a espacios para inventar con las manos, pasando por el interior de un corazón que late o ese vídeo que muestra, sin ningún tipo de remilgo, cómo nacemos. Hay quien culpa a esa grabación de la baja natalidad de Galicia.
¿Sabías que el vídeo del parto de la Domus se va a renovar y que se va a incorporar una parte específica sobre la primera parte de la vida? Es una de las cuestiones que ha contado en COPE Patricia Barciela, la directora técnica del museo:
Los habitantes de la calle del Nordés
A la calle Ángel Rebollo le hace falta, como a toda esta parte del barrio, un buen lavado de cara y asfalto. Las aceras no son muy amplias y a menudo hay que ir esquivando los recuerdos que dejan los perros.
Por la noche es casi imposible ver los obstáculos, porque la iluminación no favorece demasiado a esta vía. La única zona verde, si se puede llamar así, es una pequeña área infantil en cuesta en la mitad de la calle. Y frente a la Domus hay un puñado de árboles finos que bailan con ganas cuando sopla el Nordés, ese viento que siempre recibe en primicia Monte Alto.
Solo se puede circular en una dirección, pero aparcar a los dos lados de la calzada está permitido. Hay pocos garajes, por lo que raro es el día que no esté todo lleno de coches. La parada de buses más próxima está, cómo no, dirección subida, siempre subida, en el mercado de Monte Alto.
Aquí conviven bares tradicionales con dos restaurantes emparentados y con buena fama: O Bebedeiro y El de Alberto.
Aunque también hay un coworking y varios talleres de arte.
Y abundan los mensajes de todo tipo en las paredes.
Casa de Cántigas da Terra
Aquí también tiene casa una institución musical centenaria: El coro Cántigas da Terra, que nació en 1917. Hablamos de una agrupación con un archivo sonoro envidiable, entre el que se cuenta la primera grabación del Negra Sombra de Rosalía. Una formación depositaria de la canción tradicional que pasó de Monte Alto a giras mundiales y que, por cierto, también tiene una calle propia no muy lejos de Ángel Rebollo: la plaza Cántigas da Terra, en la zona de As Atochas. Mejor dejar esta última vía para otra edición de Pateando A Coruña.