Calle Zalaeta: palmeras, aparcamiento y grandes espacios
Calle Zalaeta. Comienza en la Calle Corralón y termina en Curros Enríquez. 20 números. 300 metros. 15002.
Zona desmilitarizada
Zalaeta es una de las calles más antiguas de A Coruña, aunque venir aquí hace unas décadas suponía contemplar un panorama bien diferente al actual. Este gran espacio era hasta no hace demasiado una zona militar, con diferentes edificios.
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El principal, a un lado de la actual calle, era el Cuartel de Artillería construido por Francisco Antonio Zalaeta en el siglo XVIII. Este maestro de obras estuvo seis años en A Coruña, y vaya si los aprovechó. Durante este tiempo, construyó el cuartel, pero también la Coraza del Orzán, el pretil de Pescadería o la fortificación de Puerta Real a Puerta de Aires. Su apellido le quedó al cuartel y, a partir de ahí, el nombre a una calle que ya existía pero de la que no se conoce apelativo anterior.
Fue en 1988 cuando el Ayuntamiento coruñés acordó con Defensa subastar el solar donde estaban las instalaciones militares. El solar salió a subasta por 240 millones de pesetas y se vendió por 800, y dio paso a viviendas de lujo. Del pasado militar solo queda el recuerdo de dos cañones, en la esquina con la calle Hospital.
Pasear entre grandes edificios
Por lo demás, nada queda de castrense en el bulevar por excelencia de A Coruña, rodeado de grandes edificios pero con el suficiente espacio como para que todo resulte armónico. La calle, tranquila, invita a caminar o pasear al perro, y supone el enlace diario de muchos vecinos de Monte Alto con el centro.
Todos los que pasan parecen encantados y los que no viven aquí comentan que no les importaría nada hacerlo… si los precios bajasen un poco. Con servicios comerciales y escolares a mano y una ubicación envidiable, Zalaeta es uno de los barrios de A Coruña en el que más se ha notado el repunte de los precios del alquiler y compra de vivienda.
Zonas verdes y zona azul
En Zalaeta se ve mucho verde. El más característico es el de las palmeras centrales, pero también lo hay de camelias o rosas, entre muchas otras especies.
Por las aceras no pasó el Plan E de Zapatero y algún banco necesita una mano de pintura, aunque nada de esto empaña el conjunto.
Pero Zalaeta no está hecha solo para caminar. Esta calle es uno de los aparcamientos clásicos para hacer un recado en el centro. Mientras en otras zonas se eliminaban plazas, aquí se han aumentado, y se han hecho legales parte de los lugares pegados a la mediana que indicaban que era fin de semana, en una alegalidad generalmente tolerada por todos.
Sea como sea, está claro que la concesionaria de la ORA saca de aquí buena parte de su financiación.
Zalaeta es otra de las opciones para poder aparcar e ir a la playa. Por eso, no es extraño encontrar a gente poniéndose el neopreno y cogiendo la tabla de surf en plena vía pública. La situación es inmejorable para poder ir caminando a coger las mejores olas.
Una pinacoteca premiada
En Zalaeta el antiguo convento de las Capuchinas se rehabilitó y aumentó para acoger una pinacoteca de lujo: el Museo de Bellas Artes. La rehabilitación diseñada por Gallego Jorreto se estrenó en 1995. Dos años después, la actuación recibió el Premio Nacional de Arquitectura
Del Museo de Bellas Artes, sus fondos y sus tesoros, hablamos con su directora, Ángeles Penas:
Política, comercio y un futuro hotel
Tal excelencia contrasta, a unos metros, con la ironía del cartel del PSOE que lleva a una calle sin salida. Allí se mudó, hace unos años, la Casa del Pueblo de los socialistas coruñeses, en una decisión que, al menos en la imagen, no ha sido la más acertada.
Farmacia, panadería, una tienda de juguetes o bares ocupan los bajos de la calle Zalaeta, que estos días vive acompañada por un ruido incesante. Es el trabajo de los obreros que están convirtiendo la antigua sede de Red Eléctrica Española en un hotel boutique de cuatro estrellas, del que ya se puede adivinar la fachada que traerá distintos acentos a Zalaeta.
¿Qué pasó con el gato de Zalaeta?
Y mientras, muchos se preguntan qué pasó con un maullido. El de aquel plácido gato negro que guardaba hasta hace poco la sede del anterior edificio. Por el día, lamía su brillante pelaje al sol. Por la noche se colocaba encima de uno de los focos blancos que iluminaban la sede eléctrica, lo que lo hacía parecer toda una estrella de cine. Era el que mejor aprovechaba la calidez, interior y exterior, de esta céntrica e imprescindible calle coruñesa.