Al “Carajo”
Hoy permitidme que aparque la gastronomía para seguir hablando, por desgracia, del maldito COVD-19. Y permítaseme también las metáforas y los símiles marineros de los que me valgo en este modesto artículo
El mar de ese mal vírico, llamado coronavirus, que ha cogido forma de océano convertido en maremoto y en cuyas aguas turbulentas estamos navegando en esta nave incierta llamada España, nos está azotando con fuerza nuestra embarcación, pero nosotros, los que la ocupamos, estamos siendo aún más fuertes que esas malditas aguas víricas que tantas vidas ya se ha cobrado.
Un barco, seriamente dañado con riesgo de naufragio, que nos ha tocado ser tripulado por un grupo de personas capitaneadas por el que todos conocemos, quien –o quienes– no tomaron las medidas de seguridad pertinente en el buque antes de zarpar para asegurarnos a todos una buena y segura navegación. Es cierto. Pero a estas alturas no tenemos más remedio que aguantarnos con ese capitán y sus colaboradores y confiar – ¡si si confiar!– en ellos, porque ya no hay otro que tripule nuestro navío donde hay miles de afectados. Por lo que ahora lo que nos toca, pese a esa ineficacia demostrada, es fiarnos de ese mandamás y su gentes para que consigan de salvar –y salvarnos– nuestra nao, de ese hundimiento al que estamos abocados, y arribar a puerto seguro.
Cosa que los gobernante de este medio flotante donde vamos casi 47 millones de personas tienen relativamente fácil, teniendo en cuenta que en este barco también navega un personal sanitario al que tanto queremos y nunca les podremos agradecer lo bastante ese tremendo trabajo que han hecho y están haciendo por todos nosotros; unas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que se están dejando la piel día a día por defendernos y protegernos; unos bomberos impagables; un admirable y abnegado personal de limpieza; unos trabajadores del sector primario que están ahí, a destajo para hacernos más llevadero este confinamiento; unos hombres y mujeres del sector de la restauración colectiva que trabajan de forma incansable en hospitales, residencias, albergues, etcétera para que no falte la comida en esos centros; unos medios de comunicación –exceptuando los sensacionalistas y la prensa extremista de uno y otro bando, que lamentablemente haberlos haylos y quieren sacar tajada de esta desgracia– ejemplares que nos tienen conveniente y objetivamente informados, como lo está haciendo la Cadena COPE. Colectivos que son digno y sobradamente merecedores de esos aplausos vespertinos
Por tanto, ahora no es el momento de ponernos a reprocharle y enumerarle los muchos errores cometidos por nuestro capitán y su equipo antes de zarpar. Porque con ello no haremos sino perder esa confianza, que tanto nos hace falta, en esta tripulación que nos ha tocado en estos difíciles días de travesía, para que ese equipo pueda capear este temporal y nuestro barco tenga una feliz singladura de retorno.
Tiempo tenemos, cuando felizmente arribemos a puerto y hayamos combatido esas malditas aguas virulentas, que deseo vehemente sea más pronto que tarde, de pedirles explicaciones y responsabilidades a esas personas que nos embarcó en este buque, sabiendo, supuestamente, en qué clase de mar navegaríamos. Y así, mandemos a esta gente a la canastilla del palo mayor de esta embarcación; o sea, al “carajo”.
Pepe Oneto