Adiós querido maestro
Fue en esta misma la tarde del domingo (21 de marzo) cuando tuve conocimiento del fatal desenlace. Una noticia que no esperaba y que nunca tendría que haberse producido; me causó un gran dolor sumiéndome en una profunda tristeza. No daba crédito a lo que leías: “Muere Juan Roble: la hostelería sevillana pierde a su gran maestro”. Un titular de ABC Sevilla, cuyo medio anunciaba el fallecimiento de mi querido Juan, del que me enorgullecía y presumía llamarme amigo, al que conocí hace muchos años gracias a mí también añorado y siempre recordado Juan Salcedo, “Juanito”, de Baeza, otro gran restaurador con el que ahora se ha reencontrado allí donde están la gente buena como eran ellos.
No concebía un viaje a Sevilla, para el asunto que fuera, sin pasarme posteriormente por su casa, porque era un auténtico placer echar ese ratito entrañable y ameno de charla con él. No es sólo “la sevillana la que pierde a su gran maestro”, como dice ABC, sino toda la hostelería española la que se queda huérfana de gran un referente de la restauración, porque Juan era querido, respetado y admirado por todo el sector hotelero español.
Nunca olvidaré esas gratas conversaciones en las que con pasión me narraba como empezó en esta actividad, que desempeñó hasta sus últimos momentos de dejarnos porque pese a su edad (85 años) siempre estuvo atento y vigilante de su negocio aunque la rienda de la empresa ya la llevara desde hace años su hijo Pedro, en donde me contaba sus vivencias en aquel local de Puerta de Osorio en el que tuvo sus comienzos allá por los años 50 con la venta de vinos de Vallaba del Alcor para trasladarse posteriormente al número 58 de la calle Álvarez Quintero con una pequeña bodeguita que ocupaba un diminuto espacio. Hoy convertido en este emblemático restaurante sevillano de fama mundial –y no exagero–, buque insignia del Grupo Roble que con el duro y constante trabajo junto con su esposa, su inseparable y querida Paquita, crearan para satisfacción de este digno sector, porque con ese proyecto, la hostelería sevillana en particular y andaluza en general adquirió altas cotas de popularidad y prestigio.
No tendría espacio para mencionar la cantidad de premios, reconocimientos y condecoraciones que, merecidamente, recibió a lo largo de su dilatada y dura carrera profesional. Implicado en todo momento en el sector empresarial de la hostelería; de hecho fue presidente de los hoteleros sevillanos. Sin olvidarnos de otros tantos cargos de los muchos que ocupó en su carrera, como el del primer presidente de la Academia del Gazpacho Andaluz (AGA). Un hombre bueno y solidario que siempre en silencio y sin espavientos socorría a todo aquel el que lo necesitaba y le pedía ayuda.
Se nos ha ido Juan Roble, un hombre enamorado y apasionado de su profesión que con su constante trabajo contribuyó a dignificar el sector hotelero y a un mayor y mejor estado socioeconómico de nuestra tierra con la creación de muchos puestos de trabajo. Pero se ha marchado con la satisfacción de saber que sus hijos (Pedro y Laura) y demás descendientes han heredado esa pasión y amor que el sentía por este oficio porque él así se lo inculcó, por lo que “Casa Roble” seguirá siendo ese templo de la gastronomía andaluza porque estoy completamente seguro y convencido que sus descendientes seguirán trabajando para que la bandera del Grupo Roble que un buen día izó ese gran hombre que nos ha dejado siga ondeando en lo más alto; y ese será el mejor homenaje que se le podrá brindar a la memoria de mi querido amigo Juan.
Adiós querido maestro
Pepe Oneto