20. Parisina, en la Marina
En 1686 se inauguraba Le Procope, el primer café de París. A mediados del siglo 18, Venecia contaba con cien cafés. En 1900, Budapest contaba con cuarenta teatros, siete salas de conciertos, un teatro de la ópera y 600 de estos locales. El 27 de abril de 1835, Mariano José de Larra, el antipático Fígaro, escribe a sus padres una carta fechada en Badajoz: «Salgo de Badajoz para Lisboa en posta: No tienen ustedes ni pueden formar una idea de cuántos obsequios y de qué especie he recibido en Badajoz […] El billar, el ejercicio de los urbanos en el campo de San Roque, la retreta y dos o tres cafés son las distracciones de la población”. Sin embargo, cien años después, según el cronista de la ciudad, Alberto González, había más de 130 establecimientos de hostelería para sus 40.000 habitantes: Gambrinus, Mercantil, Mundial, El Gallo, Golf, El Águila…
Hubo que esperar hasta la década de los 30 del siglo XX para que la familia Hinchado convirtiera el despacho de vinos de la esquina del Campo de San Francisco en cafetería. Animadas tertulias, cafés flamencos y, sobre todo, un excelente servicio han destacado siempre a La Marina.
Después de muchas vicisitudes, Miguel Torres y familia se convierten en los actuales propietarios. De Miguel, Martínez por su madre, de los Martinez que mejor han hecho los calamares (y sus bocadillos al salir de cantar en el López) en Badajoz, en el Kiosko de San Francisco, no puedo hablar objetivamente. Buen amigo, serio, honrado, trabajador… Atlético, para que decir más? El y todo el equipo a su cargo ha conseguido devolver al local el prestigio y la presencia que antaño tenía en el día a día de la ciudad: menús diarios, interminables reuniones, presentaciones, ruedas de prensa, programas de radio… fin de año, carnavales, helados y granizados en verano, cocteles con Osvaldo, el cubano, tapas en otoño… y desayunos.
El que proponen desde La Marina nos lleva al encabezamiento de este artículo: la tostada untada con mantequilla o croissant con fiambre y queso es marca de la capital de Francia y también de La Marina. Pan muy rico, ligero pero firme, bien tostado y con una mantequilla auténtica, salada, sabrosa pero no demasiado grasienta. El fiambre es jamón cocido de primera calidad y el queso una mezcla de leche extremeña que, aportando un delicioso sabor, no embriaga el conjunto. El café es excelente, servido con maestría… y con un toque extra de cazoleta si se pide con hielo y el zumo de naranja, fresco, recién exprimido.
Un bocado accesible para todos y equilibrado. Se da la posibilidad de cambiar la mantequilla por tomate y aceite, aunque para mí, eso en este tipo de tostada, me parece incomprensible.