Un jugador para la eternidad - Con Basket si hay paraíso

Un jugador para la eternidad

Hay personas que restan y personas que suman, de todo nos encontramos en nuestro camino y en algún momento puede que nosotros mismos hayamos sido alguna de las dos cosas; en el deporte por ejemplo hay personalidades elegidas, tienen defectos como el resto de los mortales, pero son capaces atraer el éxito, normalmente tienen una altísima consideración sobre sí mismos, cualidad sin la cual no serían capaces ni de hacer cosas, ni de superarse, ni tampoco de convencer a otros para que se partan el alma a su lado.
Esta clase de deportistas generalmente son elegidos, jugadores que trascienden, que pasan a la eternidad, no importa cuántos títulos, anillos o galardones puedan llegar a acumular. Puede que en eso estén entre los mejores y puede que no, pero su trascendencia va más allá de la cuestión numérica, que por cierto en el caso que nos ocupa va dejando registros imposibles.

Son jugadores capaces de multiplicar, producir, generar, implicar, conseguir. Lebron James acaba de liderar para llegar a la final de la NBA al equipo más deconstruido de las últimas ocho finales de la NBA. Más de 2000 días hace que no se juega una final de la NBA sin Lebron James, desde 2011 el Rey, que ha visto de cerca la amenaza del Príncipe Tatum, disputa las finales de la NBA. Y de las ocho ocasiones consecutivas (consiguió una primera final en su primera etapa en Cleveland también en un equipo limitado), la que tiene más mérito posiblemente sea la actual. Porque también el nivel de juego de Lebron James es el mejor que jamás hayamos visto en este colosal jugador, el mejor jugador del mundo, pero mucho más que un gran jugador o un virtuoso. Es el que domina todos los frentes del juego y lo hace desde una mente correctora, ordenador de a bordo lo hemos llamado estos días, que procesa a una velocidad inhumana todo los datos que va recogiendo a cada instante en la pista, de tal manera que es capaz de introducir el factor corrector para cada situación.
Dios sigue eligiendo perfectamente a quién visita, hace unos años le vieron en el cuerpo de Michael Jordan, hace más de 30 años la autoridad Larry Bird dijo haberse enfrentado a Dios disfrazado de jugador baloncesto,y  es obvio que el estado de gracia sigue habitando en la excelencia y generosidad de muchas personas en cualquier orden de la vida; en la práctica del baloncesto esa excelencia y madurez se encuentra en Lebron James. Sólo así se explica el milagro de Cleveland esta temporada, en un ejercicio en el que la plantilla ha mutado a mitad de recorrido, y el equipo de Ohio ha sufrido todos y cada uno de los pasos que ha dado en una travesía del desierto, de escasez de brillo. Nadie que viera a los Cavaliers en los primeros pasos de la post-temporada ante Indiana debió pensar seriamente en Cleveland como finalista de la NBA salvo por una fe inquebrantable y ciega en un hombre, Lebron James. Sólo así podría contemplarse siquiera esta opción.

En unos playoffs en los que mejor ha rendido cuando menos crédito parecía tener, los Cavaliers han rendido mejor a contracorriente. Que les veíamos derrotados, aparecía el mejor Lebron y un día Love otro Korver otro Green, los Cavs ganaban. Que parecían crecer como equipo y al fin dar ese paso para ser un equipo ganador, llegaba el bajón y la derrota sin paliativos. Y así ha sido hasta el final, cuando parecía un imposible, ganar el séptimo partido a Boston Celtics en el que había sido inabordable pabellón en este playoff, el Garden.Allí daban el golpe los Cavaliers y acababan campeones del Este y finalistas de la NBA por cuarto año consecutivo (octavo de Lebron).

¿Qué ha hecho posible que esto suceda? Boston Celtics puso el modo apisonadora para arrancar su partido en casa, con un Garden volcado y la adrenalina disparada, los Celtics de las grandes ocasiones ,un equipo coral que en este playoff ha proclamando la figura de su Príncipe heredero Jayson Tatum, 20 años y uno de los mejores anotadores de siempre en su año rookie en post-temporada. Boston ha sido una manada de lobos hambrienta, que impuso un ritmo de salida en el séptimo, tan imponente como imposible de mantener. Cleveland aguantó como pudo la marejada, con Lebron más sólo que nunca anotando, sin nadie que le acompañara. Nadie metía una canasta, los tiros exteriores eran un desastre (dos triples en todo el primer tiempo), y los Cavs parecían carne de cañón. Por contra Boston anotaba desde todas partes, con sus piezas activas, Brown, Tatum , Horford, Morris… incluso Baynes parecía dominar la pintura. Morris atacaba en el poste bajo a Korver, un emparejamiento delicado.

Y ante todo el vendabal, Lebron, sólo Lebron, sin mucho acierto inicial de fuera, llevando el juego a donde le interesaba y buscando esos cambios que le permitían entrar como cuchillo en la pintura.

Desde un primer momento se veía que no sería el día de Korver, llamado a sustituir los puntos del ausente Love. ¿Quién lo haría entonces? ¿o es que Lebron tenía que meter 60 puntos, bajar a defender, dirigir, rebotear…?

Hasta la segunda mitad no tuvimos la respuesta, Jeff Green. Trabajo defensivo impecable y canastas en momentos importantes fueron la gran ayuda de James, desde la sociedad Lebron- Green empezó Cleveland a darle el vuelco al partido.  Pero habíamos quedado que el heredero no iba a tirar sus armas tan fácilmente, Tatum continuó percutiendo desesperadamente, su atrevimiento fue hasta el punto de devolverle en la cara a Lebron un mate absolutamente bestial. Nada apartó a James de su camino, ningún mate, ninguna falta-placaje puede detenerle. A Lebron no basta con agarrarle o casi subirse encima, puede que la humillación sea peor porque eleve la bola al aro mientras el infractor queda en evidencia con un 2+1. Lebron estaba dispuesto a ganar, a Rozier le quedó claro en otro de los tapones siderales de Lebron en este playoff. Boston fue muriendo en la orilla, incapaz de meter nada en los últimos minutos, como si hubieran agotado todas sus fuerzas y ver a ese coloso delante fuera demasiado.

Si la obra de Lebron es sublime en esta temporada es porque ha conseguido reunir un equipo despiezado y juntarlo pieza a pieza para hacerles creer. Ver al peor JR Smith que se recuerda en mucho tiempo como escolta titular lo dice todo. Tristan Thompson otro jugador que parecía perdido para la causa con desvaríos personales, y que empezó el playoff sin aparecer en la cancha, para acabar compitiendo de nuevo, el veterano Korver dando su mejor versión algún día, Kevin Love alternando cosas buenas y malas pero siendo relevante en ambos lados de la cancha, el veterano base George Hill dejando aportaciones importantes, el mencionado Green, un jugador de talento indudable pero que nunca se sabe si sube o baja, dando su versión más seria, Nance, un jugador que sólo parece saber jugar de frente, aportando, Clarkson, un base-escolta que nunca ha sido lo que se esperaba de él,  por no hablar de Rodney Hood, llegado como anotador importante de Utah y casi inédito en este playoff. 

Y ahí nos encontramos a José Manuel Calderón, quien ha sido titular y ha dado sus minutos de calidad, no en la final de conferencia pero si en anteriores eliminatorias. Nadie mejor que Calderón encarna la obra de Lebron, un jugador sin minutos en la final, pero fiel soldado de la causa, sin titubeos. Calderón a sus 36 años nunca había llegado hasta aquí, pero su trayectoria y su ética de trabajo merecen esta gloria que le ha llegado en la madurez, es el tercer español en llegar a una final de la NBA tras Pau Gasol y el hispano-congoleño Serge Ibaka. La perseverancia y la capacidad para sumar de Calderón obtiene una gran recompensa, la final de la NBA, algo único.

Ésta es la obra de Lebron James, una especie de hacedor, el conseguidor de más panes y peces para alimentar a sus seguidores. Llegados hasta aquí, la locura es total, contemplar a estos Cavaliers como candidatos al anillo este año. ¿Es posible? Un equipo que ha sido mediocre en la liga regular, que nunca ha sido de los mejores equipos, el equipo que perdió a Kyrie Irving, sin el cual muchos detractores veían imposible que Lebron este año llegara al punto en el que está. 

La Champions League nos ofrece un ejemplo muy válido: el Real Madrid, otro equipo irregular, que no ha jugado brillantemente con continuidad pero que es ganador, que ha sabido jugar los momentos importantes. Cleveland es algo así esta temporada. Pero hay una diferencia, el jugador superlativo del Real Madrid de fútbol es un ego al servicio de sí mismo,Cristiano, mientras que el de Cleveland es otro gran ego al servicio de la victoria, un ego capaz de hacer mejores a quienes le rodean. James ha moldeado una obra, y para ello ha necesitado la implicación y voluntad sin concesiones de sus compañeros, a los que Lebron pone como ejemplo, a los que ha dedicado el pase a la final. Un jugador que sigue extendiendo su obra inconclusa, que trascenderá esta época y será recordado eternamente.

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