La caída de LeVert
450 jugadores forman parte de las plantillas de la NBA, en cada una de las plantillas sin excepción hay jugadores sobresalientes, unos tienen consideración de estrella, otros aún no pero lo serán, otros son actores secundarios vitales, otros jóvenes que esperan oportunidades, y veteranos cumpliendo roles específicos, pero incluso en los peores equipos hay jugadores de altísimo talento.
Más allá de los jugadores que dominan el panorama de la NBA y que están en boca de todos, más allá de las grades estrellas que iluminan el espectáculo del baloncesto y aparecen en todos los resúmenes, cada equipo arroja alguna sorpresa en la que merece la pena reparar. De entre los 450 jugadores que aparezcan baloncestistas que brillen de manera inesperada o por sorpresa no es fácil no obstante, porque generalmente los buenos están en los momentos importantes y a ellos les corresponde la responsabilidad de decidir partidos, y generalmente acumulan las grandes cifras por su gran talento.
Pero no dejan de aparecer jugadores que nos sorprendan, que nos impacten, que nos seduzcan. No había reparado demasiado hasta hace unos días en un jugador que me impactó, está en uno de los equipos que están en el ciclo negativo de su historia o curva descendente, es decir recomponiéndose, reconstruyéndose mediante talentos jóvenes. En la NBA tenemos un buen número de equipos en su ciclo alto, y en la parte baja de ambas conferencias hay un buen puñado franquicias en reconstrucción, esa curva descendente es la que si hacen las cosas bien y sin la presión de los resultados, mientras se mueven en el mercado y en el Draft volverán a armar un equipo poderoso en el futuro.
Estos equipos perdedores acaparan menos focos lógicamente. En uno de esos equipos, Brooklyn Nets, un jugador que estaba siendo una de las sensaciones del arranque de temporada dejó hace muy pocos días en la retina de todos una maravilla. Es lo más parecido a una jugada jordanesca. Caris LeVert tuvo los galones para una jugada de partido, la bola era para él en mitad de cancha. Faltaban cinco segundos para el final del partido con marcador empatado en Denver, Nikola Jokic había hecho un partidazo con 37 puntos y 21 rebotes, y con empate a 110, el escolta de 24 años de los Nets encaraba a su marcador Gary Harris. Caris LeVert escondió la pelota, se sirvió de su cabeza para alejar al marcador lo suficiente para engañarle con una finta y encarar hacia la pintura, aun tenía tiempo de proteger el balón del acoso por detrás de Harris, y en la pintura ante la intimidación de Millsap dejaba una bombita certera que daba el triunfo al equipo neoyorkino. Levert se levantó tras esquivar un serio esguince en la caída ante Millsap, y su cara no reflejaba emoción alguna sino hielo, algo así como “yo estoy aquí para esto”.
Esta jugada me llamó la atención sobremanera, ¿quién era aquel semidesconocido que se jugaba balones de partido para conseguir una canasta ganadora con ese oficio, y sobre todo con esa frialdad? LeVert venía en sus primeros años en la NBA lastrado por problemas físicos y en una franquicia ahora poco llamativa, su elección de Draft no había sido alta precisamente por esos problemas, pero el jugador de Ohio estaba siendo una de las sensaciones del equipo, con 19 puntos de promedio en los 13 primeros partidos, y entre los 20 mejores jugadores en efectividad ofensiva.
Pero el deporte es impacto visual, y más allá de los números (auténtica fiebre por ellos hoy en día, información necesaria sin duda pero mareante todavía para algunos que preferimos el deporte por los sentidos), esa jugada no podía ser de un jugador vulgar, sino de un jugador con mucha clase. La cosa prometía.
Pero Caris LeVert se acaba de romper la pierna derecha ante Minnesota, todas las ilusiones y esperanzas de esta temporada tan rotas como su tobillo, una de las lesiones más feas que se han visto en la NBA en los últimos tiempos, parecida a la de hace un año de Gordon Hayward con Boston Celtics.
El escolta de Ohio intentaba taponar una entrada a canasta del nigeriano de Minnesota Timberwolves Josh Okogie, pero en su caída sus maleolos hicieron crack. En un primer instante el jugador de Minnesota Taj Gibson le da una palmada para levantarle, algo poco habitual en la NBA en la que suelen ser los compañeros quienes te levanten, pero la mano extendida de Gibson pronto se encoge y el jugador se aleja igual que el resto al percibir que algo grave ha ocurrido, en espera de los médicos, casi nadie quiere mirar, y algún compañero de LeVert empieza a llorar. Una lesión escalofriante, algo que se sabe sin necesidad de mirar la pierna, basta ver las caras de sus compañeros, y las de los rivales. Cuando en una pista o en un campo de juego ves esas caras es que algo terrible ha sucedido.
La lesión de LeVert ha conmocionado a toda la NBA, los compañeros de profesión reaccionaron de inmediato como es normal. Y la temporada para el jugador de Brooklyn Nets se ha acabado. Y entonces me vino a la memoria la jugada de Denver de hace tres días. En esa caída LeVert ya esquiva un esguince en la caída, quién sabe si era un aviso. Muchos han sentido alguna vez antes de una lesión que eso podía ocurrirle. Hay carreras perseguidas por el infortunio por alguna extraña razón, hasta que quizá llegue un día en el que esa suerte cambie radicalmente. Y hay carreras que rara vez se ven lastradas por las lesiones, algo muy difícil dada la intensidad de juego, la cantidad de partidos y el contacto existente. Las lesiones son lo más fácil del mundo en una actividad física exigente, y forman parte del paisaje del deportista. No queda más remedio que aceptarlas como parte del juego, como un peaje caro, duro y difícil que hay que ir pagando.
Hayward ha vuelto, aún esperamos lógicamente su mejor nivel pero llegará, y LeVert es joven para superar este gran contratiempo y continuar una carrera exitosa. Su mente, su determinación ayudarán a su físico para volver a jugar, y sobre todo para ser el jugador que nos estaba anunciando que puede llegar a ser.
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