Diallo le gana la batalla al pasado
Será casualidad pero cada año por San Valentín los enamorados del baloncesto tienen una doble cita, mientras en nuestro país se baten en duelo los ocho mejores equipos nacionales en la Copa del Rey (que casi siempre acaba en una final clásica), al otro lado del Atlántico la NBA vive su fin de semana de fiesta. Querer comparar ambas citas es innecesario y sirve para malgastar energía. Puedes disfrutar al máximo de la Copa del Rey, de su vértigo por la muerte súbita, del buen nivel de algunos jugadores, de la exhibición de otro mundo de Laprovittola, de los piques y el buen juego que por momentos se ha desarrollado, de una final polémica al máximo y también disfrutar del All Star, o no. A cada cual que le guste lo que quiera. Son diferentes paladares, no se ve igual un documental que una película de aventuras.
El problema con el All Star es que hay quien confunde el espectáculo de ese fin de semana, la fiesta, la exhibición, los actos promocionales, las reuniones de leyendas, los homenajes a jugadores que han sido relevantes en la liga como Nowitzki y Wade, o ver juntos otra vez a Lebron y Wade, las canastas sin fin, con la competición. No tiene nada que ver. En cualquier caso es cierto que el fin de semana de las estrellas es mucho más divertido en la pista que en la televisión, incluso reconociendo que los concursos se ven mucho mejor en televisión, por ejemplo el de mates, es cierto que la televisión te ofrece una cercanía increíble para disfrutar de su plasticidad. Pero no es menos cierto que no tiene nada que ver con la emoción y las vibraciones que se viven en el pabellón.
Es el All Star una reunión de inmenso talento, jugadores que se atizan sin piedad el resto de la temporada, especialmente en los playoffs, pero que son capaces de juntarse y divertirse. Es cierto que el All Star se le había ido de las manos a la propia NBA porque se había convertido en un pasacalles sin sentido, y que necesitaba otra cultura de partido. Algo que se ha conseguido a medias. Se tapa más que se defiende, incluso no está bien visto entre los jugadores que se defienda en exceso, pero hay algo más de interés en el partido.
No obstante, la NBA que tan bien organiza estos espectáculos, necesita seguir trabajando el incentivo de los dos partidos, el del viernes de los jugadores de primer y segundo año, y el de las estrellas del domingo. En medio, los concursos dependen de la inspiración de los protagonistas, el nivel es alto, como lo era el de triples que finalmente se llevó Joe Harris de Brooklyn ante Steph Curry y Buddy Hield, y no estaba tan mal como se ha dicho el de mates que se llevó Hamidou Diallo, jugador de los Thunder. Lo que defraudó del concurso de mates fue su final, no su desarrollo, quizá acabó algo flojo, pero dejó algunos mates de muchísimo mérito. Y lo que siempre perjudica al concurso de mates es la lucha con el pasado.
La mente humana tiende a idelizar el pasado, y todos los competidores en el concurso de mates no pelean entre sí, que también, pelean contra el pasado, contra algunos de los mates que están en el recuerdo de los aficionados. Estos chicos hacen cosas increíbles, sólo se puede sentir respeto y admiración por su esfuerzo por agradar y la plasticidad con la que ejecutan los mates. John Collins, Dennis Smith Jr., Hamadou Diallo y Miles Bridges fueron los participantes. Por ejemplo, casi nadie hablará de Bridges pero su mate en media vuelta con el balón rebotado del canto del tablero es una maravilla. Dennis Smith dejó también algunos mates de enorme mérito, muy plásticos, pero curiosamente el mate que queda para la historia es el de Diallo, que consigue ganar la batalla contra el pasado. Es decir, Diallo juntó dos cosas que ya se han hecho en los concursos de mates en el pasado.
Ya se había hecho antes lo de saltar por encima de un hombre alto, en este caso no podía haber escogido mejor, Shaquille O’Neal por el carisma del ex pívot y su altura, 2:16, para después matar hasta el codo y quedarse colgado del aro, algo que inmortalizó Vince Carter. Pero el jugador de Oklahoma unió ambas cosas y le ganó la batalla al pasado en un concurso de mates que si en su conjunto no resultó de los más atractivos, en cambio deja ese mate inmortal, es así.
Claro que si Diallo ganó el concurso de mates, Antekounmpo dejó otras de las acciones más espectaculares. Es una barbaridad el balón que hace rebotar Curry hacia el cielo y baja el griego en un mate estratosférico. Sucedió en el partido de las estrellas en el que se tiraron más triples que nunca, se convirtieron más que nunca, 62, reflejo del baloncesto NBA actual, Nowitzki y Wade se despidieron del All Star, con triples del alemán, y Lebron volvió a jugar junto a su amigo Wade. También junto a Kyrie Irving, una sociedad que puede regresar en el futuro, y estuvo junto a Davis, otra sociedad que alimenta el morbo. Durant fue el MVP con sus 31 puntos y seis triples, ganaron los Lebrones sobre los Antetokounmpos.
Pero la NBA deberá insistir en reforzar la competitividad de su partido de las estrellas, no basta con generar negocio, presentar un show atractivo, si el juego no alcanza unos mínimos. Por muy de exhibición que sea, la NBA de acuerdo con la Asociación de jugadores podría buscar una causa real por la que jugar y mejorar aún más el partido.
Por contra, la Copa del Rey presenta mucha competitividad y un bonito fin de semana, pero tiene sus propios problemas. La Copa de las sorpresas apenas depara sorpresas, la única la victoria del Joventut ante Baskonia, y deja para el recuerdo a un gigante Laprovittola, una de las mayores exhibiciones que se han visto en la Copa, nivel NBA, pero no deja de ser una competición que juegan ocho equipos y que siempre ganan Barcelona o Real Madrid. La ACB tiene un problema como el del fútbol, el monopolio de los dos grandes. El formato es correctísimo, la fiesta es extraordinaria, la convivencia de las aficiones, todo está muy bien, pero al final se lo juegan Barcelona y Real Madrid. El clásico es un duelo muy atractivo en nuestro país desde luego, pero deja de ser esa competición en la que todo es posible. No me imagino una NBA con diez finales protagonizadas por Warriors y Cavaliers. Esto ha ocurrido en los últimos cuatro años, y es ya una excepción en la NBA. ¿Nos imaginamos al Manresa o el Breogán líderes de la ACB? ahora mismo desde luego no, pues eso mismo está ocurriendo en la NBA, los Milwaukee Bucks lideran la conferencia Este, una ciudad con medio millón de habitantes, un mercado residual, un estado alejado de todo. En nuestro baloncesto es imposible a día de hoy , salvo un milagro deportivo, porque las condiciones estructurales son muy distintas. El principio de igualdad que rige la competición de la NBA son impensables en nuestro deporte.
Hemos hablado de la Copa y no hemos hablado aún de los árbitros, porque de los árbitros ya se ha habla en todas partes. Es otra derrota de la ACB, de hecho es la gran derrota de esta semana, que dos decisiones arbitrales hayan dejado en un segundo plano el baloncesto y una gran final. Cuesta entender cualquiera de las dos decisiones, tanto la antideportiva no pitada a Randolph como el rebote del propio Randolph que los árbitros dan como canasta de Tomic. Cuesta entender ambas, y cuesta entender qué interpretación hacen de esa última acción, mientras no den una explicación pública.
La Copa tuvo un final no deseado para un gran partido, un instant replay y dos decisiones arbitrales influyeron en el título, algo poco deseable para la competición. Pero más allá de los errores, la reacción del Real Madrid a la griega (recuerda a la del Olympiacos) no ayuda. Hace bien el Real Madrid si exige un informe sobre el arbitraje, es normal su enfado, como enfadado se puede sentir el Barcelona porque no se pitara falta de Randolph a Singleton, pero reaccionar a un error arbitral con una demostración de fuerza no es lo que se espera de un club grande.
Entretenido, aunque uno no sepa a veces si reir o llorar. Ligero en cuanto a número de páginas, pero denso de contenido y de carga. Uno de los pocos libros que me volveré a leer.