La valentía de Álex Abrines
El 6 de Marzo de 2018 Kevin Love hacía público un artículo personal. En la tribuna de los jugadores, un portal que emplean muchos deportistas para hacer todo tipo de comunicaciones sobre sus carreras y empleada por muchos jugadores de la NBA, Love se desnudaba públicamente para describir cómo había sufrido un ataque de pánico en medio de un partido con su equipo, Cleveland Cavaliers. Había sucedido esa misma temporada, un 5 de Noviembre ante Atlanta.
Haber sufrido aquellos problemas que requirieron de un trabajo profesional y paciencia le habían servido, confesaba el propio Love, para entender mejor los problemas mentales y su incidencia en el deporte. Love había dado un paso con pocos precedentes, porque los problemas mentales son un tabú en nuestra sociedad, más aún su incidencia en el deporte profesional, por lo que no sólo debe entrenarse el físico, también la mente.
En realidad podríamos hablar de la incidencia de los problemas mentales en la vida de las personas. Se manifiesta de manera más salvaje en el deporte porque el deporte profesional tiene una exigencia mucho más alta de rendimiento, también de miedo al fracaso, miedo a defraudar a mucha gente, juegan ante miles /millones de personas que esperan lo mejor de ellos. Por lo tanto las sensaciones tienen que ser distintas y es fácil que el estrés positivo se convierta en estrés negativo.
El estrés positivo es el que tiene que ver con la supervivencia, es el que nos ayuda a salir de situaciones complicadas o peligrosas, el que nos activa para hacer bien nuestro trabajo o tener velocidad de reacción en determinadas situaciones. El estrés negativo es el que sucede en el cuerpo automáticamente sin que la causa que lo origina justifique dicha respuesta, y se convierte en diferentes problemas de salud y/o de comportamiento. Era obvio que Love había sufrido una derivada provocada por una gran acumulación de estrés negativo.
Atreverse a decirlo públicamente sin miedo a ser estigmatizado, sin miedo a ser presa fácil de la salvaje fauna de la selva de un deporte profesional mercantil, que trata de devorar al más débil, es la misma valentía que ha tenido Álex Abrines. Este miércoles 3 de Julio el ex jugador de Oklahoma City Thunder ha dado un paso adelante en su vida, comunicar su vuelta al baloncesto cinco meses después de rescindir con los Thunder de mutuo acuerdo. Pero sobre todo por hablar abiertamente de los problemas que ha sufrido. «Llegué a odiarte» le ha dicho al balón en un bello texto lleno de sinceridad. Un jugador joven, 25 años, que estaba cumpliendo el sueño de su vida. Todo había sucedido muy rápido en su carrera, y su forma de estar en la pista siempre transmitió una personalidad madura para su edad, descarada, sin miedo al error, gran tirador, buen defensor, jugador de equipo pero sin ningún miedo a mirar el aro. Con capacidad atlética, habilidad en penetración además de su gran tiro, buen pasador y buenas lecturas de juego.
Todo en Abrines sucedió rápido, en poco tiempo del colegio La Salle a la cantera de Unicaja y de ahí al Barcelona, para poco tiempo después saltar a la NBA. Había conseguido estar ya en la mejor liga del mundo, era el segundo balear en conseguirlo tras Rudy Fernández, uno de los talentos del baloncesto español que jugaba en la mejor liga del mundo, una lista reducida sólo al alcance de elegidos.
¿Qué podía fallar? estaba en un buen equipo, no en un equipo comparsa, sino en un equipo dispuesto a hacer ruido en la conferencia Oeste, con grandes jugadores, y es cierto también, de una personalidad muy acusada, como Russell Westbrook. Pero a la estrella Thunder siempre se le vio predispuesto hacia su compañero español, un rookie que después fue de segundo año y que después debía dar un paso adelante para ser un jugador más importante en su tercer año en la NBA. Pero ese tercer año algo se quebró dentro de Álex. Sólo sabemos lo que ha contado él, había dejado de disfrutar y el balón se había convertido en un trámite profesional. Cuando se pierde ese apetito y esa pasión es muy difícil disfrutar de un juego.
Abrines confiesa haber llegado a odiar el balón, su mejor amigo desde siempre. Su mensaje y el vídeo son conmovedores, un mensaje honesto y sobre todo la valentía de lanzarlo al mundo; un vídeo en castellano pero subtitulado en inglés. Porque Abrines sabe que la gente del baloncesto le estaba esperando, y que la gente de Oklahoma merecía oír de su voz qué siente ,qué piensa, por qué se fue. Y Abrines ha sido lo suficientemente valiente como para sobreexponerse al juicio del mundo, que aún no está preparado para entender que un joven deportista profesional, millonario, pueda sufrir por hacer lo que le gusta. Las cosas nunca son tan elementales ni tan básicas.
Porque te dediques a lo que te dediques, para disfrutar de lo que haces antes tienes que conocerte, saber quién eres. Hay gente que vive toda una vida y muere sin saber quiénes son, sin tan siquiera haber descubierto qué les apasiona, y eso es una vida triste. No hay que tener miedo a fallar, pero tampoco hay que tener miedo a dudar, no se debe temer preguntarse si quieres hacer lo que estás haciendo. Nos enseñaron que debíamos prepararnos para conseguir llegar muy alto sin decirnos cómo se hacía. Nos dijeron que para conseguir algo había que esforzarse mucho, pero no nos dijeron cómo averiguar de verdad qué nos apasiona.
Lo que la sociedad ve como una desgracia, tener una dificultad mental que te bloquea o te impide hacer algo con normalidad, que te provoca síntomas físicos que te alarman, es una señal de que hay algo que merece ser buscado, escuchado, encontrado. Y hasta no dar con ello los problemas pueden repetirse. Abrines algún día sabrá que sus meses de sufrimiento fueron su mayor maestro. Gracias Álex por tu sinceridad.