Luchar por una vida mejor
Cristina Espiau
Ganadora de la XII edición
www.excelencialiteraria.com
Cuando me despierto cada mañana, pienso que si sigo viva es por algún motivo. Si te detienes a razonar acerca del porqué de las cosas, te das cuenta de mil razones que las justifican. Por ejemplo, sin mi enfermedad no habría crecido interiormente de la misma manera; no habría aprendido a valorar las situaciones buenas y malas, fáciles y difíciles… la vida misma.
Leí un libro escrito por María de Villota acerca del valor de la vida. Ella narra su accidente en un coche de Fórmula 1 y su manera de aceptar las lesiones. No voy a contar su historia, pues quisiera que todo el mundo la leyera, pero sí transmitir el mensaje que dejó antes de irse al Cielo: la vida es un regalo. De hecho, así se titulan sus memorias, en las que la lucha y la superación están muy bien reflejadas. Queda claro que lo recomiendo.
Superación: nunca debemos conformarnos. Pero sin lucha no hay superación. La vida es una lucha continua, una batalla, en la que solo debemos plantearnos la victoria. La cuestión es… ¿en qué consiste esa victoria? En ser feliz.
No es necesario sufrir una enfermedad para luchar. Pero luchar no siempre significa enfrentarse a algo negativo; también es un motivo, un objetivo, una meta, la realización de unas ilusiones, de unos sueños.
Esa lucha nos conduce a la felicidad, que no se compone de bienes materiales. Conseguir un objetivo, alcanzar algo que ha costado mucho esfuerzo y dedicación nos hace felices. En ese «alcanzar» no solo están los sueños personales, sino también el cariño de la gente, la buena gente, la que cuenta contigo, la que te escribe o te llama a menudo, la que se preocupa por ti… Vale la pena cuidar a esas personas, vivir por ellas, porque mientras les haces felices, ellas también te hacen feliz.
Así que un egoísta no es solo el que piensa en sí mismo, sino el que no piensa en los demás. Por eso debemos ayudar a los que nos rodean. ¡A todos! No solo a los pobres, que también, sino al familiar, al amigo, al compañero, al conocido con el que no mantienes tanta relación. Quizá todo empieza con saludarlos con una sonrisa. Así se va fraguando una buena relación.
La vida es un regalo precioso y debemos aprovecharla. Por eso, cuando parece perder sentido hay que detenerse a reflexionar. Sin ir más lejos, mi vida no tenía sentido a causa de esa enfermedad que he comentado. Ahora, sin embargo, me despierto cada día haciéndome la misma pregunta: «¿qué puedo hacer hoy por los demás?». Y así me olvido un poco de mí y de mis problemas, aunque los problemas también haya que hablarlos con esa gente a las que queremos, para que nos ayuden a que nos venzan, como me pasó a mí antes de encontrar todos estos motivos.