Amistades a precio de humo
María Pardo
Ganadora de la XIV edición
Fumar mata, sí, pero no por eso vamos a dejar los adolescentes de comprar cajetillas como si de dulces se tratara, porque en lo referente al consumo de tabaco nos aferramos al «Carpe diem». No queremos entender que las decisiones que ahora tomamos repercutirán en el futuro de nuestra salud. ¿Por qué tanta ceguera? ¿Cuál es la niebla que nos impide advertir lo evidente?
Según un estudio dirigido por el Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra (ISPLN), fumar mejora nuestros recursos sociales: nos allana las relaciones con el sexo opuesto y nos da una —a menudo, falsa— imagen de dominio de la situación. Parece, en fin, que el humo del cigarro nubla nuestras inseguridades.
De ahí que fumar se haya convertido en un modo de integración social. Es difícil, si no imposible, asistir a un evento —reunión, bautizo o cumpleaños— y no toparse con un fumadero improvisado, repleto, por supuesto, de compañeros de vicio. Lo cierto es que a veces no se necesita más que un mechero y un pitillo para hacer amigos.
En definitiva, si el lector sufre un problema de introversión y falta de habilidades para fraguar amistades, no dude en venderse al tabaquismo. Pero si, por el contrario, conserva un mínimo de cordura, busque ayuda entre sus seres queridos para evitar que vencer la timidez sea a coste de su vida.