El columnista libre
María Pardo
Ganadora de la XIV edición
www.excelencialiteraria.com
Los articulistas deberíamos hacer examen de conciencia y preguntarnos si en la elaboración de nuestras columnas somos libres. En una sociedad al acecho de la incorrección política, es fácil que los escritores caigamos en el bucle de la sumisión, es decir, que nos resignemos a escribir por y para el bienestar del lector, lo que implica relativizar nuestro juicio con el fin de evitar críticas y malestares, refugiándonos en temas cliché.Esta debilidad no solo condiciona nuestro respeto al lector, sino que hiere el anhelo literario que nos alimenta, condenándonos a un vacío hilar de sentencias bien-queda.
Cuando elaboramos textos coherentes con nuestros modo de entender la vida, nos reafirmarmos en nuestras ideas, al tiempo que desarrollamos un estilo propio basado en la singular percepción que tenemos de la realidad. Por si fuera poco, si el articulista no se vende a sí mismo, no engaña al lector sino que corresponde al voto de confianza que le brinda desde su anonimato al leer nuestra publicación.
A mi juicio, si hay en España un articulista que es ejemplo de libertad y fidelidad a uno mismo, es Arturo Pérez-Reverte. Sus criterios incorrectos y sus valoraciones inflexibles le tienen que acarrear la enemistad de muchos, por más que le otorguen la admiración y la deferencia de otros tantos y, sobre todo, la dignidad de quien camina sin máscaras.
Puede que esta farsa del columnista educado provenga del menosprecio, por parte de algunos escritores, al poder de influir en la sociedad a través de los escritos que publican. Lo escuché un día en la radio: “la mano que escribe una página, construye una ciudad”. Sería imperdonable que malgastáramos este privilegio en la tentativa inútil de complacer al mundo.