A tí, estudiante triste
María Pardo Solano
Ganadora de la XIV edición
Te despiertas antes que el sol, desayunas -o no- y sales de casa con pocas ganas de afrontar la jornada. Te has olvidado el móvil, así que vuelves a subir. De nuevo en la calle caminas despacio, porque a esas horas aún te pesan las piernas, o vuelas sobre la acera porque tanta impuntualidad acabará costándote el cuatrimestre.
Llegas a clase, tomas asiento y pasas entre seis y ocho horas maldiciendo el día en que te tragaste una cola de doscientas personas para matricularte en una carrera universitaria que te está costando la salud mental, la social y la espiritual, dicho sea de paso. Lamentándote de ser tan dependiente del amparo de tu familia como para no atreverte a huir a la Antártida con un palo al hombro y un hatillo colgado en el extremo.
Al dirigirte en metro a la biblioteca, se te cae la mascarilla al suelo y la pisa un anciano regordete. Otra tarde que no te cunde. Ni siquiera te queda el consuelo de haberte cruzado con tu crush por algún pasillo.
Como no te apetece cenar ni hablar, te pasas las últimas horas encerrado en tu cuarto, entregado a Instagram y a Tik-tok. Al fin cae el telón del día y te vas a la cama. Duermes como el crío que, en el fondo, sabes que sigues siendo.
¡Ah! Espera… se me ha olvidado mencionar el mensaje telefónico de tu abuelo, que te quiere y te pide que le llames pronto. Y la sonrisa de la panadera, que es encantadora. Por no mencionar el alborozo con el que te recibe el perro. Y el beso de tu madre, que aunque lo hayas esquivado, se lo agradeces.
¡Qué manía con quedarnos siempre con lo negativo! Si en veinticuatro horas nos ocurren mil eventos, al menos tres de ellos tienen que ser positivos; cuestión de estadística. Ya lo has visto, no hace falta que sean cosas muy sofisticadas ni profundas. Vamos, piensa en tres hechos sencillos que te hayan hecho sonreír o que te hayan secado las lágrimas. ¿Ves?… Habrás necesitado más o menos tiempo, pero acabas de enumerarlos. Así que, venga, cambia esa cara de muermo y deja de ser tan quejica. Mañana irás a por otro día, pero con bríos renovados. Y esta vez no empezarás olvidándote el móvil.